ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴅᴏs

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Ben respiró hondo, tratando de encontrar la más mínima razón para no seguir discutiendo con aquella cabeza hueca. Sabía que Rey era insufrible, pero jamás habría pensado que pasar cuatro horas, cinco días a la semana trabajando con ella podrían orillarlo tanto a la locura.

—¿De verdad nunca tomas en cuenta la opinión de los demás? —cuestionó llevándose las manos al rostro, echándose el cabello hacia atrás en frustración— Ahora entiendo porque cada persona que tiene la oportunidad de trabajar contigo termina con severos problemas mentales.

Rey lo miró con odio.

—¿Alguna vez piensas madurar, Ben?

—Lo mismo te pregunto a ti —respondió, entrecerrando los ojos—. Tienes 21 años, vives sola y aún así continuas comportandote como una niña de cinco años.

La chica trató de ignorar la presión en el pecho que sintió al escuchar aquello. Se recordó a sí misma que Ben no sabía nada sobre ella ni sobre su pasado, por lo que era probable que sólo estaba hablando para molestarla y no para hacerle algún tipo de burla hacia los eventos de su vida.

Sacudió la cabeza de manera imperceptible; en aquel momento había cosas más importantes en las que pensar.

Habían estado trabajando juntos ya por unos cuantos días, estando bastante lejos de llegar a un acuerdo siquiera en cuanto al tema del proyecto. Todo ese tiempo podría resumirse en discusiones, ataques de ira y pánico.

Se les indicó que debían trabajar juntos, como un equipo y tomando decisiones de tal manera, pero comenzaban a darse cuenta de lo realmente complicado que eso resultaría.

Sólo unos cuantos días más, pensó Ben, mirando de reojo a su compañera mientras escribía furiosamente en su computadora, Sólo hay que aguantar unos cuantos días más.

Rey, por su parte, estaba tan harta de pasar tiempo junto a Ben Solo como estaba de escuchar las constantes burlas de Finn y Poe. La pareja no sabía respetar los límites y comenzaban a armarse una historia de amor completamente inexistente.

Tres días trabajando juntos y sus amigos juraban que existía una chispa entre ellos. Una gran estupidez.

¡No se soportaban! En cuanto antes terminara aquella pesadilla, mejor para ambos. Se encontraban realmente muy cerca de sucumbir ante la locura.

Al tratarse de ellos, era fácil discutir sobre cualquier cosa. El tipo de letra, el tamaño, la sangría, el margen, el orden de los nombres en la portada... Las cuestiones más simples los hacían estallar en una continua batalla. Estaban demasiado estresados al no tener ni siquiera el tema de su trabajo.

—No entiendo quién te hizo creer que alguna vez serías un buen profesor —comentó Rey sin mirarlo—. Es obvio que los pobres estudiantes que tengan que estar bajo tu tutela terminarán su semestre tan deprimidos que...

—¿Enserio? —Ben interrumpió— No encontraste nada para criticar o burlarte y ¿pretendes atacarme con eso? Mejor continuemos trabajando en silencio, Rey.

Ella infló los cachetes, visiblemente molesta.

—Te odio —murmuró, concentrándose en su trabajo.

Ben rió, haciéndola mirarle de nuevo.

—No creo que me odies tanto como odias la alegría —respondió, burlándose—. Sólo una persona completamente loca odiaría trabajar con música; eres una experta en extirparle lo divertido a la vida.

—Disculpame por querer mantener un ambiente de trabajo profesional —dijo en un tono sarcástico—. Ya veremos qué tan divertidos terminarán tus alumnos cuando vean que reprobaron todo gracias a ti y tu horrendo ambiente musical.

LovesickWhere stories live. Discover now