|Capítulo 40|

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Estaba terminando de cambiarme cuando Eros entró como si nada.

—¿Qué haces? Está ocupado.

Eros me examinó curioso mientras sonreía. 

—Vine a buscarte para que dejes dormir tranquilo al pobre Steve y me incomodes a mí —dijo cruzándose de brazos, y parándose justo en el medio de la puerta.

—No —dije negando con la cabeza. 

Eros no respondió, en cambio me tomó por debajo de los muslos y me colocó en su hombro, como si fuese un saco de papas. 

Decidí patearlo. Pero él, ni se mutó. Me llevó a su habitación, que era algo desconocido para mí. Y me dejó en el piso, para luego sonreír maliciosamente y tenderme una de sus camisetas. 

Lo miré de mala manera, estaba en brasier. ¿Y él me tendía su camiseta?

Eros soltó una carcajada y me dejó la camiseta en el hombro, para luego sentarse en su cama.

Me puse de espaldas hacia él y me coloqué rápidamente su camiseta. Iba a irme, estaba por abrir el picaporte hasta que la voz de Eros me paralizó.

—Necesito que hablemos. 

Me volteé hacía confundida.

—¿Hablar de qué? —indagué.

—Lo que pasó esta noche, con Evan. No hables sobre ello.

¿Acaso pensó que iría a contarle a alguien sobre como Evan lloraba? ¿Qué clase de persona cree que soy?

—No lo digo porque pienso que se lo dirás a alguien, si no, que no quiero que Evan lo recuerde —dijo serio—. El siempre fue el más sensible, y no creo que esté mal. Pero es tan expresivo que no aguanta y explota.

—Entiendo.

—De pequeños él se la pasaba llorando —sonrió—. Cuando comenzamos a ir al kinder, el solía llorar y a aferrarse a mamá. No le gustaba estar lejos de ella, pero yo siempre tomaba su mano y lo tranquilizaba. Siempre fue así, es por eso que me frustro tanto con el tema  de él y Sasha.

Lo entendía, eran inseparables. Eran iguales, pero a la vez diferentes.

—Hace más de diez años que está enamorado de ella, pero no se atreve a nada —dijo frotándose la sien—. Es agotador, pero es mi hermano y siempre estaré. Es por eso que te pido que seas delicada con el tema.

Asentí, sentándome junto a él.

 —Eres más interesante de lo que creí —admití.

Eros sonrió mostrando sus dientes.

—Bueno, tú eres complicada. Pero me gustan los desafíos.

—Ya te dije que nadie competirá por mi —dije de mala gana.

—Bueno, entonces ¿cómo hago para enamorarte?

—¿Cuál es tú color favorito? —pregunté de repente evadiendo totalmente su pregunta. 

Por alguna razón estoy interesada en saber sobre él, supongo que se debe a que no sé casi nada sobre su persona.

—El naranja, pero no el brillante. Si no el naranja de una pelota de baloncesto. ¿Y el tuyo?

¿Mi color favorito? Eso era fácil.

—Negro.

—Oscuro como tu alma —ironizó.

Reí ante su comentario.

—Me agrada pasar tiempo contigo —admití en voz baja.

—A mi igual—dijo Eros arrojándose en la cama—. ¿Qué harás respecto a Steve?

¿Cómo sabía lo de Steve? 

—Los escuché sin querer, quita esa cara. Soy confiable.

—Aún no lo sé —admití.

—Yo digo que se quede —dijo serio—. Edda quedó flechada.

—¿Estás a favor de que tu hermana tenga novios? —pregunté divertida.

—¿Por qué no lo estaría? Alguien debe cumplir el papel de genial, y Evan solo es el hermano celoso. 

Reí, si que Eros era interesante.

—Además siempre la regañaban por ir escaparse a fiestas, hasta que su hermano genial comenzó a cubrirla.

—Vaya, ¿quieres ser mi hermano?—bromeé.

—Ew, no. Te quiero para algo más que eso, no lo arruines Chloe.

Reí, provocando su risa. 

Estar así con Eros era lo que me encantaba, conversar, reír, bromear.

—¿Sabes hacer masajes? —preguntó con una ceja levantada.

—Soy la mejor haciendo masajes.

—Bueno, si me haces uno en la espalda, te compro un helado —dijo mientras se recostaba boca abajo.

Escuché helado y me convenció.

Me senté sobre su espalda baja, bastante cerca de su trasero. Y noté que había sido una muy mala idea cuando este se quitó la camiseta. 


Los chicos de Chloe | PRÓXIMAMENTE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora