|Capítulo 51|

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El fin de semana pasó más rápido de lo deseado, mi madre no estaba nunca en casa y la compañía de Eros era más que agradable.

Todo el caos y el desastre sentimental que llevaba, se fue esfumando con la compañía de Eros y mis planes para resolver los problemas. Además, ir de compras fue un gran despejo.

Aunque para mi mala suerte, llegó nochebuena. Un lunes. ¿Irónico no?

Me estaba colocando un vestido violeta, cuando el timbre de mi casa resonó. Baje las escaleras descalza para luego ir a abrir la puerta, encontrándome con Steve y sus abuelos.

—¡Chloe! —chilló Steve como si no nos hubiéramos visto en años, para luego abrazarme y plantar un beso en mi mejilla.

—¡Estás altísima! —exclamó Gertrudis la abuela de Steve, quien cada vez que me veía me decía que lucía más alta —. ¡Y delgada! ¡Más te vale estar comiendo bien o te llevaré para casa! —y también para decirme sobre mi esquelético cuerpo.

Sonreí, correspondiendole el abrazo.

—La vas a asfixiar a la pobre, ya sueltala —gruñó Pedro el abuelo de Steve.

—Cállate, ella se merece mucho amor —respondió Gertrudis besando mi mejilla.

Hacía tiempo que no veía a la pareja peculiar que hacían los abuelos de Steve, sin duda una pareja que me gustaría representar cuando sea anciana.

—Te hemos echado de menos, pensar que comías tierra de mi jardín cuando ibas con Steve en los veranos —comentó Pedro con una sonrisa.

—¡Fue solo una vez! —me excusé—. También te extrañé, viejo gruñón —dije abrazandolo.

Después de tantos años, también eran como mis abuelos. De hecho, siempre fue así. En especial cuando la madre de Steve desapareció junto a mi padre.

Ellos a pesar de ser los padres de Paula, la madre de Steve. Acompañaron en cada momento a mi madre. Cada verano íbamos a su casa de campo, plantabamos vegetales y a veces paseamos en tractor.

Sin duda, los mejores recuerdos.

—Eh...—balbuceó Eros—. Hola.

—¡¿Y ese guapo?! —se emocionó Gertrudis, acercándose a Eros y llenarlo de besos.

—Es Eros, es mi no...amigo —balbuceé nerviosa.

Carajo, casi digo que es mi novio. Y el rostro divertido de Eros, muestra que notó mi nerviosismo.

—Soy Eros y su amigo, por ahora —le dijo a Gertrudis.

—¡Dónde lo conseguiste! —chilló contenta—. Esta fuerte, eh —opinó tocando los brazos de Eros, mientras éste reía como loco.

—Eh, deja de tocar, descarada. Es menor de edad el muchacho —gruñó Pedro—. Además, en mis tiempos yo también era guapo y músculoso. No deberías estar tan sorprendida.

Reí ante el comentario de Pedro, eran una gran pareja.

—¿Tú musculoso? ¿Debo recordarte quien te enseñó a levantar una pala? —indagó maliciosa Gertrudis.

—Abuelos, creo que deberíamos darle tiempo a Chloe y a Eros para que terminen de vestirse—dijo Steve guiandolos a la sala, mientras cambiaban de tema de conversación.

Miré a Eros quien seguía sonriente y ladee la cabeza, para luego subir las escaleras y adentrarme a mi dormitorio.

Aún debía elegir que zapatos usar y como peinarme. Con el maquillaje no tenía problema, un poco de base, un poco de labial, un poco de máscara de pestaña y listo. Alisé mi cabello y decidí dejarlo suelto, pero a la hora de elegir qué calzado usar seguía indecisa. Si me colocaba unos zapatos con tacón, daba por centado que al rato me dolerían los pies. Pero, si me colocaba unos tenis...no combinaría muy bien con el vestido.

Los chicos de Chloe | PRÓXIMAMENTE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora