Capítulo II. El odio

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Naruto y Sasuke cruzaron los últimos tramos de aquella larga pasarela oscilante y se presentaron ante las puertas de La Ciudad Oscura.

De cerca, su apariencia era todavía más imponente. Las inmensas construcciones asomaban por encima de la muralla, alcanzando una altura que sobrepasaba lo imaginable. Frente a la entrada no había nadie, y las puertas se abrieron en cuanto ambos posaron sus pies en tierra firme. Bueno, en tierra firme... no exactamente. Era firme, pero no era tierra. Naruto se frotó los ojos con los puños, porque le costaba dar crédito a lo que veían.

¿Cómo era posible que en el mismo centro de ese mar de llamas abrasadoras se irguiese una ciudad de hielo?

***

Horas antes, los individuos de nombres impronunciables habían entregado a Naruto una botella de agua fresca que no se vaciaba por mucho que bebiese. Previsor, al verlos marcharse la escondió en el interior de su chaleco de jounin, pero desapareció tras atravesar los portones de la ciudad.

Una vez dentro, Sasuke le hizo un ademán a Naruto para que esperase y se metió en un estrecho túnel abierto en la muralla. A su vuelta, llevaba en las manos dos capas grises forradas de largo pelo blanco y le tendió una. Mientras se la echaba por encima de los anchos hombros temblorosos, el rubio contuvo sus ganas de preguntar a qué clase de animal autóctono había pertenecido esa piel. Abrigaba un montón, pero olía como si el bicho aún estuviese moribundo.

Una compacta neblina húmeda desdibujaba los contornos y ocultaba las agujas heladas que coronaban las torres. El frío era terrible. Un fuerte viento cortaba las tostadas mejillas del rubio y le hacía lagrimear. Bajo sus pies, el suelo era una capa de nieve sucia y pisoteada. A diferencia de lo que ocurría en la pasarela, en la ciudad se notaba el oscurecimiento del cielo. Daba la impresión de ser casi de noche y las pocas farolas de gas, en lugar de iluminar, contribuían a crear sombras fantasmagóricas.

¿Realmente aquella ciudad brumosa, oscura, sucia y fría era el Infierno?

Se abrazó a sí mismo, buscando retener algo del calor que le había proporcionado su paseo anterior sobre las llamas. Arrebujado en la capa peluda y olorosa, continuó la marcha detrás de Sasuke.

Recorrieron las calles hasta llegar a una de las torres. Entraron en el vestíbulo en penumbra y un viejo ascensor chirriante los trasladó hasta un piso superior, donde la única puerta se hallaba marcada con el símbolo Uchiha. Se abrió sola, para variar, y penetraron en el hogar de Sasuke.

La casa era un fiel reflejo de la ciudad: gélida e inhóspita. A Naruto lo asaltó un pensamiento con la brutalidad de un kunai lanzado a su cabeza: la absoluta certeza de que cada lugar en el que había vivido Sasuke desde la muerte de sus padres hasta la suya propia había sido similar. Helado, vacío, sin vida... como lo eran ahora sus ojos negros. Naruto cerró los suyos y empujó ese pensamiento deprimente hasta que lo sintió salir imaginariamente por su oreja derecha. Se sintió mejor, pero aún quedaba un asunto importante por resolver.

El frío.

Joder.

Hacía un frío horripilante allí. El rubio probó a sacarse la capa tentativamente y se la volvió a poner como un rayo, tapándose hasta las cejas. En cambio, Sasuke había colgado su capa en el ropero, aparentemente inmune a las bajas temperaturas que reinaban en su casa.

—Sa... Sa... Sa.... Sas.... Sassssss... Sasu... ke... ¡Qué frío! ¡Brrrrr...! —Naruto, envuelto en pelo blanco como un gusano de seda aterido, daba saltitos por toda la habitación—. ¿No tienes calefacción aquí o qué? ¡Qué frío, qué frío...! ¡Brrrrrrr...!

El moreno bufó, se acercó a una pared y giró una ruedecita. El aire comenzó a templarse. Sólo cuando el termostato llegó a unos hermosos y aceptables veinte grados, el rubio accedió a desprenderse de su "cadáver de oso".

HOLLOWTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang