Capítulo IX: La Traición

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—Quién está matando almas.

La luz de las farolas de la calle a través de las cortinas permitió a Naruto apreciar cada matiz de la expresión de Sasuke. Éste fue narrándole a grandes rasgos sus primeras experiencias en el Infierno, comenzado por su aparición frente a aquellas puertas de bronce y cómo se abrieron para él con sólo mirarlas. Prefirió obviar la descripción del instante de su muerte, pero el rubio lo esperaba. La ilimitada magnitud de ese trance todavía no estaba destinada a sus oídos.

Una vez instalado en la Ciudad, a Sasuke le propusieron integrarse en el cuerpo de policía y, superado el trauma inicial, aceptó. Necesitaba darle un sentido a su nueva existencia eterna e iniciar una dolorosa ruta de purgación personal. Así, durante años se limitó a pacificar riñas y a solucionar sustracciones de bienes ajenos.

—¿Robos? —lo interrumpió Naruto, sorprendido.

—Hay cosas que a algunos les está vedado pedir y optan por quitárselas a otros. Más adelante, me trasladaron a homicidios. Aquí son hechos puntuales y no era difícil localizar a los culpables. Pero un día al llegar a la Torre, además de mis jefes me estaban esperando dos Números. En sus recuentos periódicos habían descubierto que muchas almas estaban siendo sustituidas por corazas dispersas a lo largo de la Ciudad. No eran muertes aisladas. Al parecer, tenían entre manos a un...

—¿...mata-almas en serie...? —sugirió el rubio.

Súbitamente, Sasuke apartó el cobertor y se levantó de la cama para dirigirse hacia la coraza apoyada contra la pared y cogerla.

—¿Qué pasa?

—Está perforada.

El Uchiha encendió una de las lámparas de pie y colocó debajo el frontal de la armadura de metal para examinar el orificio en su centro.

—Un agujero limpio: la atravesaron de un golpe. Es la primera vez que lo veo —añadió, incrédulo—. En los demás casos estaban intactas. Mis jefes me dijeron que eran indestructibles y que sólo nuestros kunais pueden traspasarlas. Suponíamos que obligaba las víctimas a despojarse de la coraza, pero si es capaz de asesinar con ella puesta, el asunto es más grave de lo que creíamos.

A Naruto no le complació ese plural mayestático "suponíamos-creíamos" que integraba a Sasuke y a los Números en un sujeto colectivo. Hizo una mueca y palmeó repetidamente el colchón, instando al moreno a que regresara. El Uchiha soltó el peto de metal y volvió para sentarse de piernas cruzadas a su lado.

—Yo frecuentaba los prostíbulos, porque suele haber altercados. Aprovechando que por ellos pasa mucha gente, me encargaron que obtuviese información; la mayor parte de la Ciudad está al tanto de las desapariciones, incluso se han topado con corazas abandonadas, pero lo de hoy ha sido excepcional. Nadie había visto al agresor hasta ahora, es un avance importante.

—¿Qué les llevabas a la Torre, si antes no habías conseguido nada?

—Testimonios de personas que conocían a los fallecidos y un plano con la ubicación de los lugares donde se produjeron las últimas desapariciones. Los Números cierran inmediatamente esas zonas para buscar pistas y aún continúan cerradas. Yo no acostumbro a llevarme las corazas, lo que pasó hoy fue tan apresurado y tan anormal que no lo pensé.

—¿Las víctimas son de tipo especial? —preguntó Naruto, rascándose la comezón de su incipiente barbita.

—No. Mata en todas partes y elige en igual proporción a jóvenes, viejos, hombres, mujeres o niños. No sigue una pauta. Al menos, no que sepamos.

—¿Hay niños aquí, Sasuke? —La entonación del rubio sonó turbada.

—Sí.

Naruto no supo qué decir. De sus negros pensamientos lo rescató una idea que saltó al exterior con la elasticidad de un sapo de las montañas.

HOLLOWWhere stories live. Discover now