Capítulo XIII. El dolor

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—Nii-san...

Naruto interrumpió el hambriento beso, enternecido hasta la médula. No veía al adulto que era, sino al diminuto Sasuke de ojos enormes y sonrisa tímida que fue, aguardando ilusionado el regreso de su hermano mayor para apresurarse a recibirlo.

—¿Por qué no le deseas dulces sueños a Itachi-san, antes de que esto se nos vaya de las manos? —sugirió, liberando el cuerpo bajo el suyo.

El Uchiha se escurrió con soltura gatuna para ir hacia el armario y Naruto se incorporó a contemplarlo. Bellísimo, arisco, independiente, orgulloso y de genio impredecible, solo le faltaba manotear entusiasmado ovillos de lana y lamerse las almohadillas de las patas. Como adivinase lo que estaba pensando afilaría las uñas en sus lindos huevos rubios, pero imaginárselo jugueteando con una pelotita y ronroneando, era una imagen demasiado encantadora para no correr el riesgo. Y bastante pervertida, si la completabas con su destreza con la lengua y su afición a beberse...

Hasta la última gota .

Hablando de leche, vino a su memoria el llamativo sonrojo del moreno, al levantarse tras la cabalgata y notar la humedad delatora deslizándose fuera de él.

—No te enfades, teme. Todo lo que entra debe salir —había bromeado el Uzumaki, palmoteando el colchón a su izquierda—. Ven a que te limpie.

—Si estimas tu despreciable vida, ni te me acerques.

El digno caminar rumbo a la ducha salvadora fue enturbiado por los regueros que corrían por la cara interna de sus muslos. Su portazo hizo vibrar el cristal de la ventana; no obstante, el cabreo fue breve. Ya resplandeciente, había regresado a la cama para acomodarse pacífico entre los brazos del rubio e indagar sobre su estado de salud.

—-¡Mueve el culo! —El gruñido impaciente lo precipitó al presente—. No voy a vestirte igual que a un crío toda la vida.

Le lanzó un pantalón a la cabeza y a Naruto le centellearon los ojos entre la tela.

Su amigo deseaba que fuese con él.

Se impulsó fuera de la cama de un brinco para aceptar la invitación, encontrándose en plena forma. Las puñeteras bolas hacían desempeñado su función curativa y descansaban en paz en la basura. No iba a borrar de su mente el grosero obsequio, procuraría que los Números tampoco lo olvidasen.

Con los lazos del pantalón entre los dedos se detuvo, intrigado por la rigidez entrevista en ciertos movimientos de Sasuke. Enseguida comprendió, y rompió a reír hasta que su pérfida risa se cortó en seco. Al dejar caer con fuerza su culo sobre el colchón para calzarse, le fue recordado de modo incuestionable por qué no debe uno burlarse del mal ajeno.

El moreno llevaba una larga chaqueta de pijama y la novedad provocó otra risita guasona por parte del irredimible Uzumaki:

—Todavía la tienes dura, ¿eh?

Sasuke puso los ojos en blanco. La habitación quedó desierta, pero persistió el eco de una carcajada alegre y un par de insultos más o menos cordiales.

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Itachi se hallaba en una esquina del sillón, despojándose de la coraza y las botas.

—Bienvenido a casa, nii-san.

—Gracias. —El recién llegado se dirigió a Naruto—: ¿Cómo te encuentras?

—Genial. La colaboración de Sasuke en mi tratamiento fue decisiva y... profunda —matizó el rubio con fingida seriedad. Si su colaborador conservara sus poderes oculares, dos ojos carmesí de diez aspas lo estarían castrando en rodajitas finas en ese momento.

HOLLOWWhere stories live. Discover now