Capítulo XIV. El amor

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En cuanto el cuerpo de Naruto dejó de ser el centro de su universo, Sasuke sintió a su hermano a su lado. No lo escuchó, no lo vio, pero se encontraba muy cerca.

Con el rubio entre los brazos, sumergido en su cálido interior y descansando contra su piel, la cabeza del Uchiha menor viró hacia donde Itachi los contemplaba con la inmovilidad de una estatua.

La súbita rigidez de los músculos de Sasuke fue percibida por su dulce vaina.

—¿Qué pasa, teme?

Naruto torció el cuello hasta toparse con el inesperado intruso, enmarcado por la puerta. Sus ojos se salieron de sus órbitas y se enderezó como un resorte, mientras se cerraba la yukata.

—¡Oh, mierda!

Anticipándose, Sasuke había retrocedido para no sufrir daños en una región de su anatomía solo ahora valorada en su justa medida y se estaba anudando la bata. El rubio, entre tanto, trataba de dominar su creciente angustia para encararse con lo que aquel terrible descubrimiento iba a suponer.

Podía trastocarlo todo, podría perder a Sasuke.

La atroz punzada en su corazón viajó poco poéticamente a sus más íntimos recovecos y se mordió la lengua. Bastante vergüenza estaba soportando, como para empeorar más la situación.

—Itachi-san, hay una explicación. —Apretó sus puños hasta que los nudillos se tornaron blancos, abandonándose al destino—. Estoy enamorado de Sasuke.

Los morenos alcanzaron un diámetro ocular desconocido en la afilada historia Uchiha. Al propio Naruto le sobresaltaron sus palabras; no había planeado pronunciarse con tanta franqueza. La realidad demasiados años alojada en su garganta había aflorado a la luz.

—Mis acciones son una deshonra imperdonable para tu clan, pero no culpes a Sasuke. Él no me corresponde, se dejó llevar por mi insistencia y mis provocaciones. Soy el único responsable, el que le ha empujado a exponerse así, a aceptar... a tolerar... esta especie de...

—¡Naruto!

El grito chasqueó en el aire como los filos de un látigo. La furia en el tono acreditaba que el moreno menor no le perdonaría lo que acababa de hacer.

—¿Deshonrarnos tú a nosotros? —Itachi, ignorando las iras de su hermano, meneó la cabeza—. Sasuke y yo no nos contamos entre las personas capaces de pronunciar la palabra "honor" en voz tan alta como tú. Y por cierto, si combinas tu alegre afición a ir describiendo vuestras prácticas nocturnas con tu timbre de voz, obtendrás la razón por la que estoy enterado desde el principio. Sin embargo, confiaba en que dichas actividades seguirían siendo nocturnas; no esperaba toparme de bruces con la... evidencia.

Sasuke suspiró.

—Déjanos a solas, Naruto, por favor.

—¿Qué? No, me niego. Yo...

El vengador caminó hasta el Uzumaki, lo agarró por la nuca y lo besó hasta absorberle el aliento, acallando sus protestas.

—Escuché lo que dijiste, dobe —le susurró, al apartarse—. Y lo entendí. ¿Me has entendido ahora tú a mí?

No existía escala para cuantificar la felicidad del jadeante y asombrado Naruto.

Sasuke sentía lo mismo que él.

La intromisión de Itachi se había desvanecido de sus mentes. Fundidos en los ojos del otro, aceleradas sus respiraciones, los oídos zumbándoles y el suelo estremeciéndose bajo sus pies...

Un momento.

Al inclinarse a la vez hacia las losetas de la cocina, dos duros cráneos colisionaron dolorosamente y se miraron alarmados con una mano en la frente. ¿Pero qué...?

HOLLOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora