Odiaba a Naruto.
Y el odio de Sasuke Uchiha jamás conoció límites.
Nuevamente se había interpuesto entre él y su destino. Su tozudez y su inquebrantable voluntad impidieron que consumara su venganza contra quienes destrozaron la vida de Itachi; eso podía comprenderlo hasta cierto punto. Sin embargo, en esta ocasión, lo había traicionado al truncar el reencuentro con su hermano y destruir la diminuta esperanza que lo mantuvo cuerdo desde que pisó la Ciudad. Naruto tomó la decisión unilateral de salvar a Sasuke sin tener en cuenta sus sentimientos.
El héroe de la Cuarta Guerra Ninja creía con fervor que toda persona merecía ser rescatada, de otros o de sí misma, y eso englobaba a quienes no perseguían redención, sino justicia o venganza. Pero Sasuke no deseaba ser salvado: el dolor era su carne y sus huesos, un ladrillo más en sus paredes. Formaba parte de sus cimientos y si se lo quitaran se derrumbaría su interior. Lo precisaba para seguir adelante, igual que a Itachi.
El pequeño y aterrado Sasuke de una noche de luna blanca y sangre roja necesitaba oír que su hermano mayor lo había perdonado, pese a todo; pero Naruto no lo consentiría y siempre fue demasiado poderoso para enfrentarse a él, física o emocionalmente, y salir airoso. El moreno reconocía su tremendo valor y su capacidad de renuncia. Naruto no temía a lo desconocido, ni a la magnitud de su enemigo; lo que le espantaba era presenciar el sufrimiento de sus seres queridos y no vería una segunda muerte de Sasuke en sus brazos. Su desespero por protegerlo suponía un lastre, un peso muerto a las espaldas del Uchiha más joven.
Si del rubio dependía, volverían a arrebatarle a Itachi.
Pero no iba a permitírselo. Ni al Infierno, ni a Naruto.
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Al anochecer del sexto día, llegaron a La Torre.
Tras el incidente en el bosque, el viaje se había transformado en un suplicio. Sasuke rechazó toda tentativa de explicación o disculpa, y no soportaba la proximidad del otro. Dormían en el mismo cuarto, pero en futones separados. Aunque al poco dejó de insistir, el rubio continuaba mirándolo de una forma triste y anhelante que el Uchiha aborrecía.
La Torre despertó a Naruto de un largo estado depresivo. Parpadeó mucho antes de pasear dos ojos de asombro por la gigantesca construcción que resplandecía en la oscuridad y cuya cima resultaba invisible entre las nubes nocturnas. Era una fortaleza de recios muros con contrafuertes, estrechas saeteras y pretiles con almenas. El mármol de un rosa vivo y recubierto por una perpetua capa de hielo la hacía desprender aquel brillo, visible a gran distancia.
No detectaron vigías y cruzaron las tinieblas bajo el dintel de la entrada desierta, sin que los interceptase ningún guarda. Tampoco apareció nadie en el patio interior, alumbrado por lámparas de aceite y alfombrado de nieve; sólo al fondo del vestíbulo del pabellón principal, un Número con un manojo de llaves tintineando en la mano los esperaba.
—Uzumaki-san, Uchiha-san, sean bienvenidos. Síganme.
Fueron conducidos por los sombríos pasillos del piso inferior hasta el sector de las dependencias reservadas a los visitantes. Era tarde y ya les habían preparado una habitación. Al día siguiente, despacharían con los jefes de Sasuke y podrían regresar a casa.
El cuarto era austero, lucía una chimenea encendida y gruesas pieles encima de los colchones como únicas concesiones a la comodidad.
Los ojos del moreno se detuvieron sobre las camas gemelas.
—¿Sería posible proporcionarle a Naruto otra habitación?
—Por supuesto.
El Número prometió que les traerían la cena en cuanto estuviese lista y fue a atender la petición del Uchiha.
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HOLLOW
FanfictionNi siquiera la muerte es un obstáculo aceptable para que el decidido Naruto abandone su persecución infatigable de Sasuke. Aunque tener que adentrarse en el Infierno más extraño imaginable para recuperarlo sea un inesperado inconveniente... -¡Esto...