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Dhejah Ernark volvía a plantarse frente al Consejo Jedi. Esta vez, Obi-Wan se había ocupado de hablar la mayor parte del tiempo, lo que la mujer agradecía. Aún le estaba dando vueltas al resultado de la misión.

El Maestro Plo Koon y sus hombres se estaban encargando ahora de barrer el planeta y de comprobar que no había más actividad Separatista. Al parecer, habían intentado hacerse con algunas de las plantas de extracción a través de la vía monetaria, pero con la negativa de los dueños, que eran fieles a la República, decidieron tomar las bases de los clones, para intentar llegar a su objetivo de todas maneras.

—Todo apunta a que su siguiente movimiento era utilizar la fuerza bruta para hacerse con las plantas de extracción —dijo Windu—. Actuasteis justo a tiempo para proteger el mineral, Obi-Wan.

El hombre asintió, pero, como Dhejah, no parecía muy convencido.

Los dos salieron afuera, a los pasillos del Templo, tras la reunión. Dhejah tenía que encontrarse con Brandar para pasar por la biblioteca, pero antes, Kenobi y ella se pasearon hasta la Sala de las Mil Fuentes, absortos en una conversación sobre la misión.

El gran invernadero en la base del Templo era uno de los lugares favoritos de Dhejah. La mujer intentaba meditar a diario, y aunque la Fuerza siempre había sido muy potente en su interior, raras veces podía calmar sus dudas y su ansiedad a través de ella. A veces, sentarse en esa Sala, escuchando las cataratas y los pequeños ríos, despejaba más su mente que una sesión de meditación en el interior del Templo. Dhejah pensaba que quizás se debía a que esa Sala debía de parecerse mucho a Thunij, con su alta vegetación y frondosos árboles. Aunque, por supuesto, Dhejah no podía saberlo más que por las fotos de los archivos o lo que su hermana Jira podía decirle: ella nunca había vuelto a su planeta desde que había sido enviada al Templo con dos años y medio de edad.

Obi-Wan y ella se sentaron en uno de los bancos de piedra. Olía a primavera.

—¿Crees que simplemente querían ese mineral para hacerse más ricos? —le preguntó al hombre.

Él estaba mirando a un par de pájaros naranjas que cantaban sobre una rama de un árbol perlote, propio de Naboo, unos metros más allá.

—Es posible, aunque no sé si puede haber otra razón tras esa invasión.

Dhejah coincidía en las sospechas del otro Maestro. Eran muchos los hombres que habían muerto en esas bases, lo que significaba que Griveous y, en consecuencia, Dooku, se habían tomado muchas molestias para llegar a ese mineral. Demasiadas molestias, quizás.

Dhejah se tragó un suspiro, mirando a Kenobi de reojo.

Tenía puesta su túnica Jedi, marrón y crema, y llevaba su espada láser unida al cinturón. Se había peinado el pelo hacia atrás, y Dhejah se había dado cuenta de que se había recortado la barba castaña. El hombre, que parecía estar demasiado concentrado en sus pensamientos para darse cuenta de que Dhejah le observaba, se pasó una mano por el mentón, aun mirando a los pájaros con los ojos azules más grisáceos de lo normal.

BLAME ━ Obi-Wan KenobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora