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Axton no solía sentirse impaciente, pero, ¿cuántos días habían pasado desde que había visto a Jira por última vez?

Recordaba su último encuentro, cuando él había llegado a Coruscant desde Gasteh. Se había escapado de la bahía médica, y, una vez en el apartamento de la senadora, había intentado aprovechar el poco tiempo que tenía con ella. Sin embargo, no había podido decirle la verdad respecto a cómo se sentía. No había tenido el coraje para hacerlo, al menos no cuando ella estaba tan preocupada por su hermana, quien seguía en la bahía médica del Templo Jedi tras ser torturada durante días.

Axton lo entendía: él mismo tenía hermanos a los que había perdido durante los acontecimientos. Así que se había limitado a sujetarla mientras ella intentaba no llorar debido al estrés acumulado de los últimos días.

Pero sabía que ahora que su hermana se había recuperado y había dejado Coruscant para ocuparse de asuntos Jedi, Jira estaba más tranquila. Era consciente de que habían hablado a través de una transmisión y que eso la había calmado bastante, así que aquella era su oportunidad para decirle cómo se sentía.

Mientras el taxi que había cogido avanzaba entre el tráfico de Coruscant, se dijo que hoy se lanzaría.

Había limpiado su armadura y le había repasado la pintura gris. Había trabajado toda la noche anterior en informes y más informes, todo para adelantar el trabajo del día y poder pasar más tiempo con Jira. Nuevos hombres se habían unido a la 335 para suplir las bajas más recientes, así que Axton había dejado maniobras preparadas, diciéndole al teniente Wall que se ocupara de los ejercicios.

Él tenía otros compromisos, le había dicho. Aún no se creía que nadie hubiera hecho preguntas al respecto.

Dejó unos créditos en la mano del taxista cuando este aparcó el speeder en el aparcamiento privado de Jira. El hombre no le había hablado en ningún momento, probablemente porque era un clon, pero eso significaba que no le había puesto pegas para llevarle a un apartamento como aquel, así que al comandante le sirvió.

Se quitó el casco cuando el speeder se alejó, y se acercó a la puerta exterior para introducir el código de la puerta de la terraza. Atravesó la entrada hacia el recibidor y el olor a vainilla de las velas que Jira solía encender le dio la bienvenida. Toda la casa estaba limpia y ordenada, como de costumbre, pero su atención se alejó de los muebles caros cuando la senadora atravesó el pasillo en su dirección.

Tan hermosa como siempre, llevaba puesto un vestido negro hasta las rodillas, bastante sencillo para lo que solía lucir, y el pelo lo llevaba suelto, pero bien peinado.

Axton lanzó el casco en el sofá más cercano y abrió sus brazos para que ella pudiera impulsarse contra él en un abrazo. Sus manos estaban hundidas en su melena en un abrir y cerrar de ojos. Suspiró con el corazón acelerado bajo la armadura. Aún no podía creerse que un simple clon como él tuviera la suerte de pasar tiempo junto a una mujer como ella.

—Te he echado de menos —dijo Jira separándose—. ¿Te has conseguido escapar del cuartel?

Axton no se podía tragar la sonrisa.

—Sí —le dijo—. Podré quedarme a cenar.

Jira se llevó una mano al pecho mientras usaba la otra para tirar de él hacia el pasillo.

—¡Perfecto! —exclamó, sonriente—. He comprado filetes de krakana, sólo tengo que freírlos.

Axton se sentó con ella en el sofá, ignorando lo incómoda que era su armadura. Aquella mujer podría darle raciones como las que el GER les hacía comer y él se lo hubiera agradecido.

—Aún no vayas a cocinar —le pidió, sintiéndose como un niño—. Yo también te he echado de menos.

Se acercaron en el sofá y se abrazaron, comenzando a hablar sobre los proyectos que Jira estaba preparando para el Senado. Axton sólo podía escucharla a medias, estaba demasiado nervioso como para darle toda su atención.

Si la besaba ahora, ¿estaría yendo muy rápido? Luego pensó que podrían mandarle al frente en cualquier momento, y que, quizás, nunca volvería a verla. Había estado a punto de morir en Gasteh, y allí se había dado cuenta de que la amaba, ¿verdad? No debería de achantarse ahora, pero ella era tan hermosa... y él no era más que un clon.

La cabeza de Jira descansaba sobre su pecho, como si no le importara sentir el material de la armadura, en vez de su piel. Él le pasó una mano por el pelo.

Cada vez que se veían, se acercaban más. Hablaban todos los días, ella le cocinaba algo cuando él podía quedarse a tomarlo. Tenía que sentir lo mismo, ¿no?

Incluso si no se sentía igual, Axton se hubiera contentado con una mentira. Era algo estúpido, quizás, pero no quería morir sin besarla al menos una vez.

Y, si ella también le amaba a él, aprovecharía cada momento. Era un soldado, quizás no iba a poder darle la atención y el amor que se merecía, pero, ¿quién era él para llevarle la contraria a su corazón?

—¿Me estás escuchando, Axton?

Pestañeó, serio y sorprendido, mientras ella levantaba la cabeza de su pecho.

Podía morir mañana. Podía volver al frente y no volver a ver esos ojos castaños que tanto le gustaban. No podría volver a oír su voz cuando hablaba emocionada por defender a inocentes. Sí, amaba a Jira Ernark, aunque estuviera prohibido.

Los kaminoanos no le habían criado para que sintiera, sino para que fuera el soldado perfecto, desechable si era necesario. Y, sin embargo, allí, en ese salón, se sentía como un hombre normal. Era libre mientras ella estaba en sus brazos.

Su mano derecha se deslizó hacia su nuca, y, en un arrebato de confianza, cerró los ojos y unió sus labios con los de ella.

Sentía el corazón en las orejas, el cuerpo quemándole completamente de emoción y euforia.

La sintió temblar bajo sus brazos y suspirar contra sus labios. Dejó que ella le besara, porque él no sabía cómo hacerlo correctamente. Simplemente la sujetó, la acarició al completo y dejó que su corazón galopara y galopara, como si de verdad fuera a salir corriendo.

Besarla a ella le daba más adrenalina que lanzarse al campo de batalla.

Cuando se separaron, a los dos les faltaba el aire. La miró, y, aunque pensó que era imposible, le pareció que ahora estaba incluso más preciosa que hacía unos instantes.

—Te quiero —le dijo con sinceridad, sin poder esperar ni un momento más—. Mientras estaba en esa celda, sólo podía pensar en ti.

Ella se abrazó a él con más fuerza, y él intentó acercarla más, porque sentía que estaba soñando y que aquella mujer no era más que un producto de su imaginación.

—Oh, Axton —dijo Jira, como si estuviera suspirando—. Y yo te quiero a ti.

El soldado sonrió como un niño y volvió a besar a la mujer que tenía entre sus brazos.

BLAME ━ Obi-Wan KenobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora