BLAME | Dhejah Ernark lleva tiempo dudando sobre dónde se encuentra su lugar en la galaxia, pero cuando la Guerra de los Clones estalla y su Maestro muere, sabe que debe cumplir su cometido en la Orden Jedi y luchar por la libertad de miles de pers...
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( DIECIOCHO AÑOS ANTES DE LA BATALLA DE GEONOSIS )
—Hiciste lo que pudiste, Dhejah —dijo el Maestro Geral Treye con una pequeña sonrisa de compasión.
La adolescente negó con la cabeza. Como siempre, llevaba el pelo recogido en un moño tirante, en la base de la cabeza: sólo la trenza de Padawan le caía libremente por la mejilla izquierda. No sería hasta que pasara sus pruebas que se lo comenzaría a dejar suelto y libre, como sus pensamientos, al alcanzar el nivel de Caballero Jedi.
—Debería de haber llegado antes —murmuró ella—. Si lo hubiera hecho, aún estaría vivo.
Por un momento, Geral no dijo nada. Se pasó una mano por el pelo corto y castaño, como lo llevaba durante esos años, y sus ojos verdes miraron a la chica con pena. La joven Dhejah Ernark seguía sentada en el sillón tras el funeral de un líder político de un planeta del Borde Medio. Treye no sabía cómo hacer que su aprendiz dejara de culparse por su muerte. Había sido el mismo senador quien le había pedido que se quedara en la entrada del jardín mientras él se paseaba por el cobertizo a solas.
Cuando Dhejah había sentido el peligro dentro del edificio de cristal, había sido demasiado tarde. El asesino ya había acabado con el senador del sistema, a quien se les había encomendado proteger, y, aunque Dhejah había conseguido atrapar al cazarrecompensas, la misión había fracasado.
Geral también se sentía culpable. Debería de haberse negado a la reunión con la reina. No debería de haber dejado a la Padawan sola...
—Respetaste sus deseos —le dijo su Maestro—. Fue el senador Fii quien te pidió que le dejases a solas.
Dhejah alzó la cabeza para mirarle. Treye tragó saliva al verse reflejado en aquellos ojos tan enormes, tan llenos de pena y furia...
—Pues entonces debería de haberme negado a que entrara al cobertizo solo —dijo, levantándose bruscamente—. Si hubiera estado más conectada a la Fuerza, hubiera sentido el peligro. —Pausó, dándose la vuelta y avanzando a la gran puerta de madera—. Eso es lo que hubiera hecho un buen Jedi.
Geral no se giró cuando la joven abrió la puerta y salió. Sabía que no servía de nada pedirle que se quedara. Lo que necesitaba ahora mismo Dhejah era meditar: purgar esas emociones que la invadían constantemente, en sus victorias, sí, pero también en sus derrotas.
Treye se pasó dos manos pálidas por el rostro lleno de arrugas. Se estaba volviendo demasiado mayor para cosas como aquellas, pensó. Aún recordaba claramente cómo había sido entrenar a Juree Rall, una muchacha Twi'lek muy poderosa en la Fuerza, y... también cómo de doloroso había sido perderla en aquel accidente. Le pareció que comenzaba a sudar. Aún podía ver la nave, estallando a las afueras de Alderaan...
