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Muchos de los conocidos y amigos de Obi-Wan Kenobi se habían reunido para despedirle en un funeral tradicional, en el Templo Jedi de Coruscant.

Padmé Amidala acompañaba a la duquesa Satine Kryze de Mandalore, quien lloraba amargamente frente al cadáver del Maestro, con Ahsoka Tano y Plo Koon al otro lado. Anakin Skywalker se había mantenido alejado del resto, solo en una esquina, el ceño fruncido y una mueca de férrea furia en el rostro.

Brandar se mantenía junto a Ahsoka, incómodo, con la capa subida completamente como su Maestra.

—Me preocupa Dhejah —le susurró a su amiga—. No ha dicho nada desde que pasó.

La togruta bajó la cabeza amargamente.

—Anakin tampoco.

Pero a diferencia de Anakin, la cara de Dhejah estaba completamente impertérrita. Mientras Skywalker portaba gran enfado en los rasgos, los de Dhejah reflejaban la más escalofriante calma. Llevaba la capucha hacia arriba, la capa negra ceñida al cuerpo, y tenía los ojos fijos en el cadáver de su amigo, el cual había sido tapado con una tela gris.

Sus ojos estaban muy tristes, tan apagados que parecía que había sido ella quien había muerto, no el Maestro Kenobi.

Con un solemne sonido ritual, el cuerpo comenzó a descender hacia el suelo de la cámara, y las puertas del sarcófago se cerraron sobre él. Una luz naranja se encendió, iluminando todo desde el centro de la sala.

Brandar alternó la vista entre los presentes.

Anakin Skywalker había cerrado los ojos y los tenía muy apretados. Parecía incluso más furioso que antes.

Dhejah Ernark había subido el mentón, fruncido los labios, y había sido la primera en abandonar la habitación.

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La guerra no se detenía ni un segundo, y Brandar sabía que, pronto, él y su Maestra deberían regresar al frente. Había sido Dhejah quien había ido al Cuartel del GER para comunicarle al comandante Cody que su general había muerto.

Brandar no sabía los detalles, porque Dhejah estaba muy callada siempre, pero Axton le había dicho que las noticias habían sido un duro golpe para todos los hombres del 212. Obi-Wan Kenobi era un buen Jedi, pero, sobre todo, era un buen hombre. Se le echaría de menos en muchos lugares, no solo en el Templo.

Era la actitud de su Maestra lo que había hecho que Brandar la siguiera a todas partes. Se preocupaba por ella, y, al no obtener objeciones, se había asegurado de acompañarla siempre que podía.

En ese mismo momento, él estaba haciendo como que estudiaba mientras ella leía algo en su datapad. Era todo lo que hacía: se estaba refugiando en sus ganas de obtener algo de información sobre el secuestro que habían sufrido en Gasteh, como si la muerte de Obi-Wan nunca hubiera ocurrido. Brandar se preguntó qué era lo que de verdad pasaba por la cabeza de su Maestra, a quien consideraba lo más parecido a una madre o a una hermana mayor, y se mordió el labio con pena.

BLAME ━ Obi-Wan KenobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora