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Supo que era un sueño desde el principio, porque era vivido, y, a la vez, terriblemente confuso.

Brandar caminaba por los pasillos del Templo Jedi, hacia lo que creía que era la sala de entrenamiento central. Sus piernas le llevaban solas hacia el lugar.

Su trenza de Padawan ya no estaba colgando de su cabeza, pero era incapaz de subir las manos para cerciorarse de ello.

No se encontró con ningún Maestro o Padawan durante su excursión, lo cual le extrañó. Aun así, cuando la puerta de color crema se abrió ante él, se dio cuenta de que su Maestra le esperaba dentro.

Los pies de Brandar se acercaron a la mujer, que estaba meditando, de rodillas sobre el suelo. Sus ojos la estudiaron. Tenía el pelo recogido en un moño, lo cual le pareció también muy raro. Su cara era la de siempre, impertérrita mientras sus ojos cerrados daban a entender que su mente se encontraba en otro lugar, lejos de allí.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que en su cinturón descansaban dos espadas láser, en vez de una. Reconoció una de las empuñaduras, la de durita, más clara que la otra. La nueva era cilíndrica, con un emisor largo y poco convencional en su forma casi cónica. Quiso seguir estudiándolo, pero su Maestra se puso de pie, abriendo los ojos con una sonrisa para mirarle.

—Forma cuatro —le dijo de inmediato—: ataru. Empieza las repeticiones.

Brandar quería preguntar respecto al nuevo sable, pero su boca no le obedecía. Sintió cómo sus apéndices se movían solos, comenzando con las repeticiones de la forma cuatro. ¿Por qué estaban practicando algo que Brandar no solía utilizar? Era la forma más agresiva, con ataques rápidos y poderosos a través de la Fuerza, y, aunque era muy útil en un combate frente a un sólo adversario, era difícil utilizarlo de manera prolongada o en espacios cerrados.

Su Maestra simplemente le observaba mientras él repetía los ciclos una y otra vez, la espada láser verde brillante en la casi oscura habitación. ¿No estaban las luces encendidas cuando él había entrado?

Dhejah se giró hacia uno de los tapices Jedi, aparentemente observándolo con atención, y, aunque le daba la espalda, Brandar no era capaz de frenar o detener los movimientos que hacían que comenzara a sudar.

Ni siquiera fue capaz de parar las repeticiones cuando la Maestra Ernark se llevó las manos al cinturón y agarró sus dos espadas para después encenderlas.

Brandar tenía un mal presentimiento.

El brillo de la espada derecha era el mismo que siempre: azul, puro y convencional entre los Jedi. Sin embargo, el otro era de un añil tan claro que le deslumbraba. Pestañeó (por lo menos aquello era capaz de hacerlo) y, cuanto más tiempo pasaba mirando el sable, más blanca le parecía que era su luz.

BLAME ━ Obi-Wan KenobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora