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Brandar Eross y el comandante Axton se acercaron a la Maestra Dhejah Ernark, que estaba junto a Kenobi y el comandante Cody. El grupo se posicionó en uno de los laterales de la plaza, esperando a que el acontecimiento comenzara.

Los adoquines eran de un tono gris claro que contrastaba con el cian del cielo ante sus ojos. Los edificios, altos y curvos, recortaban el horizonte mientras el viento soplaba entre ellos, fuerte y persistente.

El gobernador de Thunij había muerto, pero la vida del planeta continuaba.

La luz de la tarde descansaba sobre la multitud, que se había reunido alrededor del centro de la gran plaza cuadrada para oír hablar a su senadora, que no tardaría en aparecer en la palestra de madera que habían colocado. Aquel solía ser el lugar donde las gentes se congregaban para celebrar festividades de primavera y verano: ahora se reunían allí para honrar al jefe del estado.

Recordando los sucesos de Coruscant y la banda de criminales que había intentado retener a la senadora, Axton había colocado hombres en todas las esquinas. Además, desde la terraza en la que estaban, a la derecha de la palestra, el hombre podía observarlo todo desde un punto bastante privilegiado.

Brandar se giró hacia su Maestra.

Como los otros dos Jedi, él se había colocado la capucha de la capa oscura hacia arriba, intentando no llamar la atención, y, a la vez, haciéndolo como muestra de respeto. Su Maestra se había cambiado, y ya no llevaba el mono de combate. Ahora tenía puesta la túnica Jedi. Además, se había cepillado el pelo a conciencia para que le cayera, recto y ordenado, sobre los hombros delgados. Hoy era un día muy triste para las hermanas Ernark.

El niño le puso una mano en el brazo a la mujer, que se giró hacia él, asintiendo con agradecimiento, pero sin sonreír.

—Sé que los Jedi no debemos tener lazos de afecto —susurró el Padawan para que sólo Dhejah le escuchase—, pero, aun así, siento la pena en tu interior.

Ernark desvió la mirada a la plaza. Su hermana subía los escalones a la palestra, escoltada por varios clones de la Legión 335, y seguida por otros políticos a los que Dhejah no conocía. Llevaba puesto un sencillo vestido negro, con el pelo recogido a la perfección y la apariencia tranquila: Jira parecía la hermana mayor.

—No recuerdo a mi padre —le confesó al niño—; pero los Jedi somos personas, Bran, y es normal sentirse triste cuando... —Pausó, y él no desvió la mirada de su perfil por miedo a que aquello hiciese la cosa peor—. Cuando nos preguntamos si habríamos podido hacer las cosas de otra manera. —Se giró para mirarle de nuevo, y, en sus ojos, Brandar no vio nada salvo duda y arrepentimiento—. Cuando nos preguntamos si podríamos haber obrado mejor de lo que lo hicimos en el pasado.

El niño no dijo nada. La multitud calló más aún al ver a la senadora acercarse al micrófono. Su voz, clara y firme, rompió el silencio en la plaza, mezclándose con el viento. El Padawan no supo distinguir cuál de los dos sonidos era más hueco o más certero.

BLAME ━ Obi-Wan KenobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora