Capítulo 11. Limón

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27 de abril de 2020

43º día de cuarentena

¿Es lunes? Cierto, y los lunes, como todo el mundo sabe, son los peores días de la semana, algo que también es cierto, pero este lunes es diferente. Natalia se levanta de buen humor, quizás con un ligero dolor de cabeza, pero nada que un ibuprofeno y una buena taza de café no puedan solucionar. Sale de la cama de un salto y, tras comprobar en el reloj de la mesita que aún es muy temprano se dirige al cuarto de baño, en el que invierte casi una hora en prepararse: depilación, mascarilla, peinado que parece despeinado, cremas, y, aunque no suele hacerlo, un toque casi invisible de rímel para, sin que se note, tener una mirada algo más profunda.

La noche anterior se fue a la cama y cayó rendida como un bebé con una sonrisa de oreja a oreja porque Alba le había dicho que al día siguiente hablarían sobre la posibilidad de verse. Vale, dicho así, no parecía mucho, pero eso era porque no habían visto las negativas de la rubia, una y otra vez, a verse; el simple hecho de que se permitiese hablar de la posibilidad, implicaba que Alba estaba empezando a dejar caer las defensas.

Aunque fuese bastante más joven, Natalia era perfectamente capaz de saber cuándo alguien estaba interesado en ella, puede que con los chicos fuese más evidente porque no son tan... sutiles, pero también podía distinguir si una mujer la buscaba para algo más que una charla, una entrevista o un autógrafo. Aunque las había incluso más evidente que los tíos, lo cierto era que la mayoría lo dejaban entrever en pequeños gestos o comentarios con dobles sentido: una mirada intensa, una caída de ojos, una sonrisa de lado, un gesto coqueto recolocándose el pelo... una mano que, estudiadamente, permanecía sobre su piel más tiempo del socialmente aceptable... en fin, el inacabable abanico de opciones que toda mujer tenía en su haber.

En el caso de Alba todo había sido diferente, a ella no podía mirarla a los ojos, o podía ver si le ardía la piel al tocarla sin querer, ni si se le aceleraba la respiración al hablar con ella, pero había otras pistas... vale que igual no eran pistas tan definitivas, pero eran igualmente valiosas. Con el paso de los días había aprendido a reconocer el temblor en su voz si se ponía nerviosa, aquella forma de tartamudear cuando algún comentario la dejaba fuera de juego, la voz ronca y terriblemente sexi de cuando se estaba quedando dormida, pero lo negaba para quedarse hablando un rato más.

Y, por encima de todo eso, había escuchado a Alba jadear su nombre, sólo una vez, cierto, pero lo había hecho. Vale que los días de después de aquello habían sido un poco raros, pero una vez se habían recuperado, su relación era mucho mejor que antes: la rubia confiaba en ella, se dejaba llevar por sus locuras, no siempre, pero sí que lo hacía de forma más habitual, y la manera en la que ya, sin preguntas de por medio, le hablaba sobre su día o le contaba anécdotas aleatorias sobre cualquier tema tenían a Natalia en una nube.

Por eso, esa mañana, la cantante había decidido sorprender a la rubia y, con música de fondo, había preparado un café con leche como sabía que le gustaba, zumo de naranjas recién exprimido con un chorrito de limón para limpiar la garganta, tostadas y un bol pequeñito con algo de fruta, para después hacer una foto a todo, perfectamente dispuesto sobre una bandeja, y enviársela a la valenciana.

Por eso, esa mañana, la cantante había decidido sorprender a la rubia y, con música de fondo, había preparado un café con leche como sabía que le gustaba, zumo de naranjas recién exprimido con un chorrito de limón para limpiar la garganta, tostada...

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Confitadas | AlbaliaWhere stories live. Discover now