Capitulo 9

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–¿Jacob? ¿Emmett?– pregunto Bella en voz baja.

Emmett se moría de ganas de ir, pero sabía que solo podían ir dos, y la mejor opción era Lydia, por lo que solo observo a Lydia quien le sonrió. Y Jacob no iba a ser capaz de quedarse atrás.

Los dos flanquearon a Bella mientras cruzaba el campo. Se levantó otro murmullo de descontento entre las filas de la guardia en cuanto vieron sus elecciones. Era obvio que no confiaban en el hombre lobo. Aro alzó una mano para acallar de nuevo las protestas.

–Tienes unas compañías de lo más interesantes– le comentó Demetri a Edward en un cuchicheo.

El no le respondió, pero Jacob dejó escapar entre los dientes un sordo
gruñido. Se detuvieron a unos pocos metros de Aro. Edward se deshizo del brazo de Aro y se unió a Bella con rapidez. Se produjo un momento de silencio cuando se encontraban unos frente a otros. Félix hizo una leve ademán en modo de saludo.

–Hola otra vez, Bella.–

El guardia esbozó una ancha sonrisa llena de arrogancia mientras vigilaba el
movimiento del rabo de Jacob con su visión periférica.

–Hola, Félix– contesto mientras le dedicaba una seca sonrisa al vampiro.

–Tienes buen aspecto– rió entre dientes –Te sienta bien la inmortalidad.–

–Muchas gracias.–

–Bienvenida, es una pena...– Interrumpió su comentario a la mitad y quedó en silencio, pero Lydia no necesitaba las facultades telepáticas de Edward y Alec para imaginar la frase completa: «Es una pena que vayamos a matarte dentro de poco».

–Sí, qué pena, ¿verdad...?– murmuró Lydia.

Félix pestañeó.

Aro no prestó atención alguna al intercambio. Ladeó la cabeza con expresión fascinada.

–Oigo el latido de su extraño corazón– murmuró y observo a Bella –En verdad, joven Bella, la inmortalidad te ha convertido en una criatura de lo más
extraordinario. Parece que hubieras estado predestinada a esta vida.– Bella asintió con la cabeza en señal de reconocimiento por el piropo.

–¿Te gustó mi regalo?– preguntó cuando fijó la mirada en su collar.

–Es hermoso y muy, muy generoso de tu parte. Gracias. Tal vez debí enviarte una nota de agradecimiento.– Aro se echó a reír, encantado.

–Sólo era una chuchería que tenía por ahí. Me pareció un adorno adecuado para tu nuevo rostro, como de hecho lo es.– Se produjo un siseo en el centro de la línea de los Vulturis. Lydia alzó la cabeza para mirar por encima del hombro de Aro. Al parecer, Jane no estaba muy contenta con la idea de que su señor le hubiera enviado un presente a Bella. Aro carraspeó para atraer mi atención.

–¿Puedo saludar a tu hija, adorable Bella?– preguntó con dulzura. Bella se obligó a recordar que esto era lo que habían estado esperando. Hizo frente
a la urgencia de dar media vuelta y huir con Renesmee. En vez de eso, dio dos pasos adelante. Aro se reunió con ellas, radiante.

–Pero si es... maravillosa– murmuró –Como tú y Edward– luego, con voz más
alta, saludó –Hola, Renesmee– La niña miró a Bella de inmediato. Quien asintió.

–Hola, Aro– contestó con un tono formal con esa voz, aguda y
armoniosa. Aro abrió los ojos, sorprendido.

–¿Qué es la niña?– masculló Cayo desde su posición en retaguardia, claramente
molesto por tener que formular una pregunta.

–Mitad mortal, mitad inmortal– le anunció Aro a su compañero y al resto de la guardia sin apartar la mirada de Renesmee, pues seguía fascinado –Esta neófita la concibió y la llevó en su vientre mientras todavía era humana.–

–Imposible– se burló Cayo.

–¿Acaso los crees capaces de engañarme, hermano?– Cayo dio un respingo –¿También es una treta el latido de su corazón?– Cayo torció el gesto y se sintió tan mortificado como si las amables preguntas de Aro hubieran sido bofetadas.

–Obremos con calma y cuidado, hermano– le advirtió Aro, todavía sonriendo a Renesmee –Conozco bien tu amor por la justicia, pero no es preciso aplicarla contra esta pequeña por razón de su origen, y en cambio es mucho lo que queda por aprender de ella. No compartes mi entusiasmo por la recopilación de historias, lo sé, hermano, pero muéstrate tolerante conmigo cuando añada un capítulo que
me sorprende por lo imposible del mismo. Hemos venido esperando sólo justicia y la tristeza de una amistad traicionada, y ¡mira lo que hemos ganado a cambio! Un nuevo y deslumbrante conocimiento sobre nosotros mismos y nuestras posibilidades.–

El vampiro le tendió la mano a la niña, pero no era lo que ella deseaba. Se inclinó hacia delante y se estiró hasta tocar el rostro de Aro con las yemas de los dedos. La reacción de Aro no fue de sorpresa como solía ocurrir cuando Renesmee realizaba su actuación. Él estaba acostumbrado al flujo de pensamientos y de recuerdos con otras mentes, al igual que Edward. La sonrisa de Aro se ensanchó y suspiró de satisfacción.

–Brillante– musitó. Renesmee volvió a los brazos de Bella y se relajó. Su carita estaba muy seria.

–Por favor– le pidió ella.

–Naturalmente que no tengo intención de herir a tus seres queridos, mi preciosa Renesmee– respondió Aro, cuya sonrisa se tornó muy amable.

El tono afectuoso y confortante de su voz no engañó a Lydia y menos al oír el rechinar de dientes de Edward y lejos, detrás de nuestras posiciones, el siseo
ultrajado de Maggie ante semejante embuste.

–Me pregunto si...– comentó Aro con gesto pensativo.

Aro dirigió la vista hacia Jacob de forma inesperada. Sus ojos no reflejaron el disgusto con que los demás Vulturis contemplaban al gran lobo, antes bien, reflejaban una añoranza incomprensible para todos excepto Edward y Alec.

–No funciona de ese modo– contestó Edward con tono desabrido, abandonando la cuidadosa neutralidad de que había hecho gala hasta ese momento.

–Sólo era una idea fugaz– repuso Aro mientras valoraba el potencial de Jacob. Luego, recorrió con la mirada las dos líneas de licántropos situados detrás. Fuera lo que fuera que Renesmee le hubiera mostrado, de pronto, los lobos habían despertado en él un gran interés.

–No nos pertenecen, Aro. No acatan nuestras órdenes como tú crees. Están aquí por voluntad propia.– Jacob gruñó de forma amenazadora.

–Sin embargo, parecen estar muy vinculados a vosotros– repuso Aro –y leales a tu joven compañera y a tu... familia. Leales...– su voz acarició el vocablo con suavidad.

–Ellos se han comprometido a la protección de la vida humana. Eso hace posible la coexistencia pacífica con nosotros, pero no con ustedes, a menos que se replanten sy estilo de vida.– Aro rió con júbilo.

–Sólo era una idea fugaz– repitió –Tú mejor que nadie conoces cómo va esto. Ninguno de nosotros es capaz de controlar por completo los deseos del
subconsciente.– Edward hizo una mueca.

–Sí, conozco de qué va la historia, y también la diferencia existente entre esa clase de pensamiento y el de otro con segundas intenciones. Nunca podría funcionar, Aro.– Jacob movió su gigantesca cabeza hacia Edward y soltó un débil gañido. Lydia estaba en silencio, pero observando a todos por si tenía que saltar y pelear de un pronto a otro.

–Está intrigando con la idea de tener... perros guardianes– contestó Edward con un hilo de voz. Se hizo un silencio sepulcral y al cabo de un segundo un coro de furibundos aullidos procedentes de toda la manada llenó el enorme claro. Alguien impartió una seca orden y guardaron silencio.

–Supongo que eso responde a la pregunta– admitió Aro con otra risa –Esta manada ha elegido bando.– Edward siseó y se inclinó hacia delante.  Félix y Demetri se deslizaron al unísono para adoptar posiciones ofensivas. Al igual que Lydia. Aro los contuvo con otro gesto de la mano. Todos volvieron a su postura anterior, Edward incluido pero Lydia no cambió su posición.

–Queda mucho por discutir– concluyo Aro con el tono pragmático de un
hombre de negocios –y más por decidir. Si vosotros y vuestro peludo protector me excusáis, mis queridos Cullen, he de deliberar con mis hermanos.–

𝑻𝒉𝒆 𝑶𝒕𝒉𝒆𝒓 𝑺𝒘𝒂𝒏 [𝑱𝒂𝒔𝒑𝒆𝒓 𝑯𝒂𝒍𝒆] EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora