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Gerard llegó al gran edificio en donde lo esperaban para ver el avance de la colección. Se trataba de la temporada otoño-invierno, sería presentada en enero, y con diciembre entre medio, debían estar adelantados ya en esa fecha.

Estaban en los primeros días de noviembre, y el pelirrojo se encontraba más ocupado que nunca. Las reuniones con las clientas, y el asesoramiento que debía hacer de cada cosa era agotador, además debía mantener viva su creatividad para continuar creando cosas nuevas.

Si bien la inspiración lo atrapaba casi todos los días, al momento de dedicarse a plasmar su arte, se frustraba un poco si había alguna mínima cosa que no le agradaba.

—Señor Way—el mencionado se puso de pie, acomodándose un poco su traje y se acercó hasta la modelo que llevaba puesta la primera prueba de los diseños.

—Los hombros se ven extraños—inmediatamente la costurera asintió y con un corto vaivén de palabras decidieron qué harían para cambiarlo—, si nos abstenemos de eso, se ve bastante bien.

Pasó a revisar la siguiente modelo. Tenía claro que eso era su boceto hecho realidad, exactamente como estaba en la hoja que entregó, y le gustaba bastante, tan solo había detalles que serían arreglados en un momento.

Para escoger las telas llevaron horas, Gerard acariciaba cada género, lo examinaba y los superpuso con otros para analizar si eran buenas combinaciones. Jazmín, su asistente, estaba detrás de él y daba una pequeña opinión en cada cosa que se la solicitaba.

—Esta tela se ve bien—mencionó la mujer de cabello rubio y Gerard se giró para verla apoyar levemente la tela sobre el cuerpo de la modelo—, ¿verdad?

—Definitivamente no—movió suavemente las manos de Jazmín, sacando de su vista lo que tenía entre sus dedos. La joven se sintió un poco acongojada, pero en el tiempo que había estado con Gerard, ya había notado que era bastante serio cuando se trataba de trabajo.

El pelirrojo caminó hasta su escritorio e inmediatamente se le acercaron mínimo diez personas a enseñarle decenas de tipos de botones, bordados, hilos y perlas.

***

Frank se encontraba con una de las clientas, tomando sus medidas en una habitación diferente a la utilizaban para trabajar, el lugar estaba decorado y completamente cerrado, debía tomar perfectamente todas las medidas, y escuchar los detalles, aunque en realidad luego recibirán un boceto para poder seguir al pie de la letra todas las indicaciones.

—¿Frank?—Leticia lo detuvo antes de que se alejara, la clienta ya se había ido y solo quedaban ellos dos. El mencionado alzó su cabeza, esperando que tal vez le ordenara hacer algo—, ¿has estado saliendo con el hijo del señor Way? ¿O solo es mi imaginación?

—¿Por qué me estás preguntando?—formó una pequeña risa y vió a la contraria alzar sus hombros, fingiendo que tan solo era curiosidad.

—Eres un buen chico, Frank—mencionó, y formando una sonrisa tenue continuó haciendo anotaciones en su cuaderno—, no me gustaría que cambien tu personalidad a base de lujos.

—No sé a qué te refieres—desvió la mirada mientras jugaba con la esquina de su libreta—, Gerard es solo... Un amigo, no te preocupes—dió un suspiro y formó una media sonrisa, intentando hacer que Leticia deje la conversación y él pueda finalmente irse. No le agradó demasiado la idea de tener que escuchar aquello, ¿qué cosa podía hacerle Gerard?, ya no era un niño y sabía qué debía hacer y qué no.

Tomó sus cosas y salió casi disparado a su espacio de tranquilidad con los bordados, ese día en específico se sentía bastante cansado. En realidad todos los días eran agotadores y terminaba muy cansado, pero ese superaba un poco a los demás.

Sabía que al llegar a su casa tendría una extensa llamada con su familia, era el cumpleaños de su padre. Amaba a su padre, y a toda su familia en general, pero las charlas por teléfono eran interminables y muchas veces incómodas. Siempre prometía que iría a verlos el mes siguiente, y luego lo posponía un tiempo más, hasta que finalmente debía obligarse a tomar un autobús y viajar dos horas hasta llegar a su pueblo.

—¡Feliz cumpleaños!—chilló en la línea telefónica apenas recibió la voz de su padre en sus oídos. Ya había llegado a su casa hace un tiempo y se encontraba descansando en el sillón, con sus auriculares puestos para escuchar correctamente y una libreta junto a un lápiz en sus manos.

Al principio la conversación era amena y tranquila, mientras hacía garabatos desordenados en los bordes de las hojas. Cuando pasaron los minutos, y le tocaba la parte de la charla en donde debía hablar sobre él, todo se volvía un poco más tenso, a ellos no les gustaba que viviera en la ciudad, y mucho menos que no haya seguido los pasos de su padre en su taller de carpintería, pero estaba bien para él, aunque ellos no podían decir lo mismo.

Una hora había pasado ya y Frank aún continuaba en el sillón. Oía todas las noticias y acontecimientos que su familia le comentaba, pero su atención no estaba completamente allí, sino que se encontraba en la figura que formaban sus dedos a través de su lápiz en la hoja.

Soltó el utensilio de madera y alejó de su rostro la libreta, un retrato similar a Gerard se mostraba.

No podía decir que fuese un gran dibujante, pero incluso con las líneas suaves y superpuestas de su lápiz Gerard le encantaba, y le parecía precioso.

—¿Sigues allí?—indagó su madre al teléfono, y el castaño asintió, mencionando un "sí" luego de notar que ella no lo estaba viendo.

Gerard llegó a su departamento y cerró la puerta de un golpe con uno de sus pies, lanzando su cartera al sillón y su maletín sobre la mesa ratona. Comenzó a quitarse su ropa una a una, comenzando con la corbata que ya comenzaba a hacerlo sentir ahogado. Terminó tan solo con sus pantalones, a cada movimiento se quejaba y se encontraba muy cansado... Aunque no lo suficientemente cansado como para detenerse cuando comenzó a tocarse a él mismo al llegó a su habitación.

Inició rozando tímidamente al desabrochar sus pantalones, e inevitablemente pensó en su novio al sentir el bulto bajo la tela, imaginando que eran sus manos las que lo tocaban. Le continuaba gustando Dallon, no podía evitarlo, lo conocía y ya sabía cómo se sentía su cuerpo.

Aunque eso no impidió que cuando sintió calor en su pecho y movió su mano rápidamente alrededor de su pene, la imágen de ese chico apareciera en su mente y susurrara su nombre al imaginarse su piel caliente sobre la suya; su boca húmeda besando su cuello y su miembro, que era completamente desconocido para él, penetrándolo.

El líquido blanco y tibio se esparció sobre su vientre, haciéndolo gemir suavemente, y luego de observar el techo y relamer sus labios sin ningún tipo de pensamiento realmente, las lágrimas se desbordaron de sus ojos.

—Frank... ¿Qué me hiciste?

I really need you tonight. [Frerard]Where stories live. Discover now