Capítulo 2

13.6K 785 59
                                    

Soy idiota, lo sé, pero juro que me asustaba lo rápido que corría la sangre por mis venas mientras ella me hablaba. Creía que en cualquier momento vomitaría. 

-KARLA CAMILA CABELLO ESTRABAO.  -gritó mi madre. -¿Por qué has tardado tanto?

-Tuve un accidente. Pero estoy perfectamente. -añadí rápidamente al ver como sus ojos se agrandaban. Pero inevitablemente vino hasta mí e imitó lo que Lauren hizo. -¿Ya? ¿Más tranquila?

-Anda... pasa, estábamos a punto de empezar a comer.

Sí, incluso comíamos en la tienda, estaba abierta todo el día de 11:30 a 22:00. Cada día de la semana. Mi vida social era increíble teniendo en cuenta que tampoco iba al instituto. Por suerte trataba con bastantes personas a lo largo del día y conocía nuevas caras constantemente, sino esto sería un infierno.

Al día siguiente

Me levanté feliz por dos motivos: el primero, era viernes y eso significaba que la vería dos veces. El segundo, los viernes siempre tocaba entrega a casa de la señora Petterson, una amable anciana que siempre tenía historias que contar, su vida había sido apasionante. La consideraba una amiga... quizás la única.

Mi rutina: me levanto a las diez, me visto, desayuno, y partimos al negocio. A las 11:30 en punto, ni un minuto más ni uno menos, está abierto y a disposición de todo el mundo. Mi turno de repartir empieza a la una, hasta entonces me encargo junto a mi madre de revisar las plantas con sumo cuidado, mientras mi padre está en el mostrador. 

-Sé que hoy toca la señora Petterson, hija, pero no te entretengas demasiado, ¿ok? -coloco felizmente los pedidos en la cesta.

-Vaaaale. Por suerte no tengo demasiado trabajo aparte de ella. -sonreí.

-Y ten cuidado... no vayas a abrirte la cabeza.

-Oh, por favor, como si me cayese cada día... -un silencio incómodo se estableció seguido de una pequeña carcajada por parte de mi padre quien nos observaba desde la puerta. -Os odio.

Entregué todo casi volando, sentía que en cualquier momento mi bici se levantaría como en E.T. Por desgracia no sucedió, Cuba seguía siendo el lugar más lejano en el que he estado. 

A las 13:40 me encontraba en el lugar que deseaba. Llamé al timbre ansiosa. Allí estaba ella, con su bata color café y sus gafas colgando de una delicada cadena de plata. La llevaba aunque estuviésemos en Miami, pleno mes de mayo, a 33ºC.

-Oh, Camila, había olvidado que día era hoy. ¿Quieres pasar? Tengo galletas de chocolate. -sonrió.

-Por supuesto. Pero antes, ¿dónde se la coloco? -levanté la pequeña maceta de geranios.

-Donde siempre, te espero dentro.

Di la vuelta a su jardín hasta dar con una hermosa parcela de tierra cuadrada, donde había innumerables macetas llenas de hermosas flores. Con todo lo que había aquí exageradamente diriía que esta mujer da de comer a mi familia. Entré a paso rápido en la casa.

-Está cada vez más hermoso el jardín, Ellen. -me senté en el sofá. Ella venía de la cocina con un zumo de naranja natural entre sus arrugadas manos.

Estuvimos hablando de como los pájaros estaban más alterados últimamente debido al calor, de como los días se hacían más largos por la tardanza del sol en esconderse. También me comentó como su chimenea cada día hacía peor su trabajo, a lo que reí. -Quién necesita chimenea en esta época del año. -comenté. Ella simplemente asintió sonriendo. -No a todas nos sigue funcionando tan bien la regulación de temperatura del cuerpo, jovencita. -acarició mis mejillas. 

-¿Y la chica? -el tema final siempre era el mismo.

-Oh, bueno... ayer me caí delante de ella. -me sonrojé. -Y me ayudó a levantarme.

-¿De veras? -radiaba alegría.

-Sí, hablamos muy poco y cuando trató de presentarse salí disparada...

-Oh, pequeña, mal hecho. Debes afrontar tus nervios.

-Lo sé... es TAN guapa de cerca. -dije levantándome y llevándome las manos a la cabeza. -Y te pierdes en sus ojos esmeralda, y su sonrisa... incluso estando seria deja al resto de la humanidad por los suelos, y... -paré un momento al darme cuenta de que no pararía nunca. Ellen me miraba embelesada.

-Eso se llama amor, Camila.

-¿Pues sabes qué? Amo el amor. Y pronto me acercaré a ella, lo prometo.

Poco más duró nuestra charla. A las 14:05 abandoné la casa. Dirigiéndome a la tienda, por el camino que ella haría, evidentemente. 

Estaba algo cabizbaja, caminaba ausente. Su móvil sonó, interrumpiendo la música que salía de sus auriculares, los cuales desconectó. 

-Dime tus planes, gnomo. -me reí ante el mote. -Mmmm... me gusta. ¿Irá James? -balanceó la mano que no sujetaba el teléfono algo nerviosa, quién demonios era James... no quise seguir escuchando más así que pedaleé más fuerte, dejándola atrás.

La repartidora (Camren)Where stories live. Discover now