Capítulo 8

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Corría mientras notaba como gotas de sudor caían por mi cuerpo. Estaba tan emocionada por lo sucedido en los últimos días que necesitaba descargar de alguna manera. Pero no me imaginéis como esas corredoras con ropa de chándal, coleta y auriculares puestos. Simplemente tenía un lugar a donde ir y decidí hacerlo corriendo.

Esta vez llevaba conmigo una gardenia, flor bastante curiosa. En el papel envuelto en su tallo había escrito "Los ganadores crean su propia suerte, los perdedores la esperan". Quería animarla para su prueba de canto. Ah, ni se os ocurra buscar estas frases para saber a quién pertenecen, la tenéis ante vosotros en estos momentos. 

Estaba parada frente a la casa de Lauren, pensando cómo fuí tan idiota de no traer la escalera. No era precisamente un gato... ni siquiera era una rana, incluso mantenerme a la pata coja dos segundos me resultaba difícil.

Una mujer que pasaba por allí parecía simpática, por no decir que tenía más brazos que Popeye con sobredosis de espinacas, así que le pregunté lo más natural posible: -Disculpe, ¿podría ayudarme a alcanzar la repisa de esa ventana para colocar un regalo a mi amiga? -Al principio me miró como si le hubiese pedido que me llevara en brazos a bautizarme a un río, pero finalmente asintió, y gracias a ella logré realizar con éxito mi "misión" a tiempo, eran las 8:00, ella estaba a punto de despertar.

Regresé a casa para disfrutar de mi cama un rato más. Eran escasamente las nueve. Una idea rondó mi cabeza, quizás podría... saqué mi teléfono rápidamente y busqué a Dinah entre mis contactos de WhatsApp. Sabía que ella iba al mismo instituto que Lauren.

Para: Psicópata amable.

"DINAAAAAAH, ¿ESTÁS AHÍ?

De: Psicópata amable.

"Pero mira a quién tenemos por aquí... la que no se interesa por relaciones ajenas ¬¬"

Para: Psicópata amable.

"¿Qué? Eras tú la que debías mandarme un mensaje contándome qué tal te fue en la "cita"..."

De: Psicópata amable.

"¿Y acaso no lo hice?

Para: Psicópata amable.

"No."

De: Psicópata amable.

"Fallo mío entonces, que querías, cielito. Ya te contaré sobre mi "cita""

Para: Psicópata amable.

"Ok, luego me cuentas :) Ahora necesito saber si sabes a qué hora es hoy la prueba del club de canto de tu instituto."

De: Psicópata amable.

"Pero si ni siquiera estás en él, chica."

Para: Psicópata amable.

"No es para esoooooo, sólo dímelo, por favorrr."

De: Psicópata amable.

"Espera que le pregunte a mi compañera. Me estás dando la clase de Matemáticas, y luego pasa lo que pasa, que el único número que me sé es el cero."

"Dice que es en veinte minutos."

Para: Psicópata amable.

"MUCHAS GRACIAS, TE DEBO UN CÁCTUS."

De: Psicópata amable.

"¿DE VERDAD? ¿PUEDO PASAR HOY A BUSCARLO?

Para: Psicópata amable.

"Allí estará esperándote."

Guardé mi móvil y corrí hacia la escuela. Esta vez no lo hacía por ganas creedme, necesitaba llegar a tiempo. Debía estar en la tienda a las 11:30 para poner en orden las cosas y demás, pero que mierda, esto era mucho más importante, le dedicaría el tiempo necesario.

A las 9:28 pasaba por la puerta del gran edificio, me sorprendí al no encontrar seguridad ni nada por el estilo siendo tan prestigioso. Junto a la puerta, a poca distancia había un bendito mapa del lugar; El teatro, donde supuse sería la prueba, se encontraba en la segunda planta, al fondo. Piernas para qué os quiero...

Entré silenciosamente, había un grupo de unos diez alumnos sentados en primera fila, un profesor daba indicaciones al frente, me senté en la penúltima fila. 

Uno por uno fueron haciendo sus audiciones, no os voy a mentir, los había mejores y peores, al límite de sangrarme el tímpano, ella fue la sexta. Suspiraba pesadamente mientras subía la pequeña escalera que daba al escenario, el profesor le entregó una guitarra. Se sentó en un banquito y calentó un poco sus dedos en las cuerdas. Antes de empezar alzó su mirada, levanté mi mano con el pulgar arriba, ella se sorprendió y seguidamente sus labios formaron una enorme sonrisa. Y empezó. Nadie se atrevía a respirar, realmente lo de su casa fue un ensayo al lado de esto. Estaba dentro del club, lo sabía ella, lo sabía yo, lo sabía el gordo de South Park, etc. Y también lo sabía el encargado del club, quien le dio un sí rotundo. Aplaudí como loca y todos voltearon a verme, me agaché despacio avergonzadamente. Ella rió, siempre reía.

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FELIZ FIN DE SEMANA.

La repartidora (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora