Capítulo 4

11.5K 836 201
                                    

Tenía la cabeza apoyada en sus rodillas y daba pequeños botes en el sitio. Dejé suavemente la bici en el suelo y me acerqué.

-¿Estás bien? -ella subió la cabeza.

-No. -volvió a esconder su cara entre sus manos.

-Ey, tranquila, no llores. -dije sentándome a su lado y pasando mi mano por su espalda.

Temblaba, ambas lo hacíamos. No me lo esperaba, pero ella me abrazó con fuerza colocando su cabeza sobre mi pecho, simplemente coloqué una mano en su cabeza y dejé que se desahogara. No sé cuanto tiempo pasó, yo me sentía en las nubes.

-Ya, basta. -la separé de mí. -Prohibido derramar más lágrimas hasta el mes que viene. -pareció sonreír levemente, limpió sus mejillas.

-Muchas gracias.

-¿Puedo saber qué te ocurre?

-¿Te interesa? -más que nada en el mundo.

-Por supuesto.

-Se suponía que mi mejor amigo debía pasar a buscarme, pero me ha dejado plantada. El llegó de Irlanda hará una semana. Las cosas entre nosotros no están demasiado bien, no fui a despedirme de él al aeropuerto cuando se marchó hace un año, y desde entonces es frío y distante conmigo... PERO NO PODÍA IR, CASI NI PODÍA MOVERME DEL DOLOR DE RODILLA QUE TENÍA. -sus ojos volvían a brillar.

-No te merece. Cuando estás apoyando a una persona al 100% siempre, y por algo así te abandona, quizás no deberías gastar tu tiempo en ella. 

-Mi mejor amiga me dice lo mismo. 

-Pues me cae bien tu mejor amiga. -sonrió. Bien, se está animando algo.

-¿Por qué huíste ayer? -mierda.

-Llegaba tarde, muy tarde, tardísimo. -contesté deprisa.

-No me diste tiempo a presentarme, soy Lauren. -me extendió su mano felizmente.

-Camila. -le respondí el apretón. -Y bueno, ¿crees que es tarde ya para que te lleven a esa fiesta? -dije apuntando a mi bici.

-No podría negarme si me vas a llevar en esa Harley. 

-Si la tintara de negro no te quejarías tanto jajajaja. En serio, puedo llevarte si quieres, no será lo más cómodo pero... 

-De acuerdo. -me interrumpió.

-¿Me... me dejas llevarte?

-Ni que ello fuera un regalo. -oops, disimula.

-Qué le vamos a hacer, la ciudad necesita una heroína y al parecer hoy todas están de fiesta. -me levanté y la ayudé a incorporarse. Vestía uno de esos vestidos veraniegos con florecillas de tela fina y tirantas. -Preciosa. -susurré.

-¿Decías?

-Que odiosa. Mi bici me refiero. -dije mientras la levantaba del suelo y me subía. Pensé por un momento dónde colocarla a ella. -Mmmm. -Lauren sólo me miraba con una pequeña risita. 

-Creo que podría apañarmelas en la cesta, pero... ¿aguantará mi peso? 

-Prueba a ver. -sujeté con firmeza la bici. Ella se subió con mucho cuidado, conteniendo el aliento. Sonó un ruido no muy fiable y saltó rápidamente al suelo. 

-Mejor no. -dijimos ambas a la vez. -Jajajaja.

-Vale, entonces simplemente me echaré hacia delante el máximo y las dos iremos en el sillín. -así lo hice.

-Veamos. -poco a poco se acomodó. Sentía su pecho contra mi espalda. 

-¿Cómoda?

-Eso debería preguntarlo yo, mírate. -mi postura no podía ser más extraña, sólo rozaba la punta del sillín y estaba encogida.

-Lo estoy. -mentí. -Así que nos vamos.

Ella me indicó el camino, por suerte no era demasiado lejos, ya pensaba que las rodillas se me quedarían flexionadas para toda la vida y acabaría pareciendo prima segunda de Gollum.

Me paré en la puerta de una casa bastante grande y lujosa al parecer. Era normal, Lauren acudía a un instituto bastante prestigioso. La música estaba altísima y ya se veían las primeras cabezas mirando a tierra, ya me entendéis. 

-Su parada, señorita. 

-Dios, Camila, no sé cómo agradecerte esto. -se encontraba frente a mí, ya con los pies en el suelo.

-Disfrutando la fiesta y no pensando en problemas. -le sonreí.

-Me encantaría invitarte pero... la chica que organiza esto es bastante selecta y esas cosas, sólo acepta amigos. Lo siento...

-Sin problemas, tengo planazo en casa ordenando mis calcetines. -rió. Frotó sus brazos, la verdad es que corría un poco de brisa. Era de agradecer después de estos días de calor bochornoso. -Entra ya, vas a resfriarte.

-¿Te veré pronto?

-Cuanto menos tardes en entrar. -sonreí. Estaba controlando demasiado bien mis nervios, no tartamudeé ni dije nada extraño. Hasta que pasó, sus labios tocaron mi mejilla depositando un cálido beso. 

-Gracias de nuevo.

-Tarde ir tengo llego mamadre adiós mata. -casi perfecto, campeona, casi.

La repartidora (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora