Capítulo 10

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Narra Lauren

Me encontraba tranquilamente ojeando una revista en el salón de mi casa cuando la puerta fue aporreada como si se tratase de una manada de elefantes, definitivamente era ella.

-Pasa, Dinah. -dije abriendo la puerta.

-Qué pasa, por qué ese interés en que viniera a verte. -se sentó en el sofá, cogiendo confiadamente la bolsa de patatas que hasta entonces yo estaba comiendo. -Estaba pintándome las uñas de los pies y me ha faltado la mitad del dedo gordo por tu cul...

-Camila es "ella".

-QUÉ. -se atragantó de la sorpresa y comenzó a toser exageradamente. Le di en la espalda hasta que se calmó. -¿MI LATINA ADORABLE ES "ELLA"?

-Sí...

-Es exacta a como la describías. Así que mi Mila es la causante de que el lunes echaras a patadas a Normani de tu casa para quedaros a solas excusando que tenía una "urgencia"...

-Deja de colocar "mi" en todas las referencias a ella. Y sí. -vi en su cara una expresión que me hizo desconfiar. -No hagas nada, Dinah, yo daré los pasos a mi manera.

-Claaro, claaro... -entrecerró los ojos sonriente, esto cada vez me gustaba menos. -Estoy tan feliz por ti. -se levantó abrazándome. -Me encanta.

-El qué.

-Mi Camila. Me gusta mucho para ti. Es un amor. -y dale con el "mi".

Viernes.

No había ningún motivo especial por el cual colocar hoy una flor en su repisa. Simplemente quería recordarle lo bella que era, así lo expresaba esta vez la escritura en el papel: "La verdadera belleza nunca deja de sorprender, es admirable una y otra y otra vez." ¿La flor elegida? La rosa, por supuesto, ¿acaso existe flor más bella? No, al menos para mí.

Estaba muy nerviosa, no sabía cuando recibiría un mensaje o una llamada de su parte para salir. Me daba igual que me propusiera ir a un vertedero, allí estaría yo.

Mi visita a la señora Petterson fue bastante corta, hoy se encontraba especialmente cansada y prácticamente se estaba quedando dormida durante nuestra charla, pero estaba realmente feliz por mí. Y sus palabras antes de despedirnos rondaban mi mente: "Mejor arrepentirse por haberlo intentado, que no intentarlo y arrepentirse."

 Mi esperada llamada llegó por fin a las 20:04. Justo cuando aparcaba mi bici fuera de la tienda, que casualidad.

-Qué pasa, Lauren. -descolgué.

-Hola, Camz, ¿estás libre ahora?

-Claro, justo a tiempo.

-Aún no sé en qué trabajas.

-Eh... eh... hela... dera, sí, heladera. Mi familia tiene una humilde heladería.

-¿Cuál es? ¿Quizás haya estado?

-No recuerdo el nombre... soy así, me dan lapsus de memoria. -y de inteligencia también, Camila.

-Jajajajajaja eres tremenda. Bueno, resulta que a mis amigas y a mí no nos apetece demasiado salir hoy, hemos pensado noche de pelis, ¿qui... quieres?

-No. -silencio. -Era broma, mujer jajajajajajaja. Veo tu cara desde aquí.

-Idiota, me he quedado súper seria jajajajaja. ¿Entonces sí?

-Por supuesto. ¿Hora y lugar?

-Casa de Dinah, a las nueve. Pasa por mi casa, si quieres, y vamos juntas así será menos lío para que encuentres la casa y eso.

-Claro, ¿andando o me llevo la "Harley"?

-Está a un paseo, pensaba pedir a mi madre que nos llevase.

-Vale, perfecto, estaré allí a menos diez, ¿te parece bien?

-Lo estoy deseando.

Les conté a mis padres gesticulando como una loca e inventando palabras en ocasiones que ni siquiera existían. Conseguí que no me pusieran ninguna hora de regreso, prometiéndoles que no volvería sola en la "malvada oscuridad de la noche". Palabras de Sinuhé Estrabao.

Y allí estaba, a la hora acordada, delante de la puerta de Lauren, vestida con unos pantalones blancos y una blusa azul, los cuales si no recuerdo mal me acompañan desde hace al menos cuatro años, finalmente unas Vans azules, regalo de la señora Petterson en mi dieciséis cumpleaños. Mi cabeza estaba adornada por una bandana roja. El maquillaje escaso, siempre he dicho que las mujeres cuanto más naturales, más valiosas.

Llamé al timbre una sola vez. Fui recibida por su madre, a quien recordaba del día de mi primer encuentro aparatoso con Lauren. 

-Oh, Camila, ¿cierto? -sonrió amablemente.

-Sí, señora Jauregui.

-No, no, no. -negó con la cabeza. -Llámame Clara.

-Genial, Clara entonces. -estreché su mano la cual me había tendido.

-Lauren bajará en seguida, se ha entretenido un poco, tenía los cajones algo desordenados, ¿sabes? Siempre le digo que...

-Suficiente, mamá. -nos interrumpió su voz. Clara se apartó y allí estaba ella, sencilla, falda escocesa, camiseta negra lisa de manda corta y botas del mismo color. -Hola, Camila. -besó mi mejilla. -¿Nos vamos?

El trayecto en el coche fue tranquilo, con las típicas preguntas como dónde os conocísteis, aunque la respuesta de esa no fuese especialmente típica. Pero me angustiaba un poco que Clara no dejara de mirar por el retrovisor, parecía estar analizándome. No me faltaron ganas de decirle "No estoy aquí para violar a su hija, tranquila, juro que si hacemos algo será por voluntad de ambas. " Pero creo que me habría tirado del coche y luego hubiese dado marcha atrás, luego adelante, atrás, etc, hasta que no hubiesen quedado de mí ni los huesos.

Nos dejó en la entrada de la casa, se despidió con los sabios consejos maternales que todos recibimos unas seiscientas veces a lo largo de nuestra vida, y se fue. Mientras caminábamos hacia la puerta solté un suspiro profundo.

-¿Qué ocurre? -me preguntó antes de llamar.

-Estoy nerviosa por conocer a tus amigas. -sonreí tímidamente. 

-¿Mejor? -preguntó sujetando mi mano.

-Algo. -esto es el cielo.

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¿Vamos a empezar bien el finde, no?

EL MIÉRCOLES ME SIGUIÓ DINAH Y CASI ME ATRAGANTO CON LOS CEREALES. SOY FELIZ.

VIERNES, CERVEZA, VIERNES, CERVEZA.

La repartidora (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora