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1|:who i am.

—¿Por qué, Mae?

Luego de haber amarrado a Henry a una silla de madera, atado por los pies y las manos detrás del respaldo, los tres jóvenes comienzan a diseminar combustible por toda la vivienda dejando aspecto lustroso a las superficies rociadas, mientras Mae camina en un mismo lugar teatralmente. Solo entonces cuando los tres captores emprenden marcha fuera de la estancia y la chica se asegura de esto, dirige su mirada a su padrastro. Sus labios amenazan con curvarse en una sonrisa ponzoñosa.

La cara de Henry se ve a medias debido a la escasa luz que ilumina la sala de la casa que Mae había habitado durante la mayor parte de su vida. La televisión aún está encendida y no hay vestigios del forcejeo que se dio minutos atrás por parte de dos de sus amigos para inmovilizar a su padrastro con una facilidad insultante. La casa se encuentra mucho más sucia y caótica de cómo la recordaba. Tampoco le pasó por alto la ausencia de algunos adornos como vasijas, cuadros e incluso lámparas, que no están donde solían. Al percatarse de esto, Mae gira la cabeza para verificar que el cuadro con una fotografía suya junto a su madre no hubiese desaparecido, pero sí lo hizo. La muchacha no es tan inocente como para no obviar que Henry había vendido todos esos objetos para evitar terminar en la quiebra de dinero.

La escasa iluminación no le impide ver el patente horror que tuerce el rostro de Henry en una mueca casi cómica. Su mirada se desvía asiduamente al objeto que cuelga de la mano derecha de la muchacha: una pistola. Mae contiene a duras penas la risa que le provoca semejante escena.

—¿Por qué? —repite la aludida con evidente repugnancia—. Oh, cierto. Tal vez estás muy borracho para sacar tus propias conclusiones.

Henry se contiene a dejar que las lágrimas que escocían sus ojos cayeran por sus mejillas. Sí lo recuerda, pero nunca hubiese creído que su hijastra fuera a tomar semejantes represalias en venganza y no puede evitar sentirse realmente arrepentido, temiendo por su propia vida a manos de la chica.

—Déjame explicártelo, Henry —dice Mae con voz sedosa cargada de mordacidad—. Eres un monstruo... Yo era muy inocente para comprender qué estaba pasando, o no quería aceptarlo. Pero, ahora, cuando recuerdo los gritos de mi madre, sólo puedo pensar en lo mucho que me gustaría que ese fueras tú. —Toma aire mientras los recuerdos que escondía en lugares recónditos de su mente salen a flote. — Quedó destrozada. Hasta el punto de buscar paz con medidas extremas, todo para no soportar este infierno.

» Pasé mucho tiempo pensando que la razón por la que mi madre me abandonó era yo, cuando en realidad tú fuiste el único responsable. Tú lo provocaste y jamás te voy a perdonar por ello. Y como si fuera poco, como ya no tenías una víctima, decidiste descargarte con la pequeña Mae... ¿He aclarecido tu repugnante cabeza ahora? —ironiza.

La muchacha respira con pesadez, negándose a ser muy evidente, intentando calmar ese horrible dolor que se instala en su pecho, provocado los trágicos recuerdos de su adolescencia mientras observa cómo al hombre causante se le tensa la mandíbula. Mae no puede evitar hacer un rictus de asco, reteniendo las náuseas en su estómago al revivir todo lo que sufrió a manos de un hombre que jamás creyó capaz de algo semejante. Sus ojos comienzan a aguarse, pero enseguida se obliga a detener sus lágrimas, renuente a mostrarle a Henry lo mucho que todo aquello le afecta.

—¿Recuerdas todos los moretones que tuve que esconder con maquillaje y todas las mentiras que dije cuando me descubrían? Yo todavía recuerdo la primera vez que golpeaste a mi madre. Estampada en mi cerebro como un puto estigma. Y todo lo que tuve que soportar después, por el miedo suscitado por tus amenazas, siendo incapaz de poder deshacerme de ti... —oprobia—. Claro que te entristeció cuando abandoné la casa. Ya no tenías con quién descargar tu furia y estrés.

MAEWhere stories live. Discover now