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5|:stick to the plan.

Al observar el cadáver, Mae siente la curiosa sensación de estar a salvo. Un largo suspiro es lo que basta para expulsar toda la tensión que la albergó. Sus músculos se distienden y se obliga a cerrar los párpados para acallar la vorágine de preocupaciones que arremetían contra las paredes de su cerebro. Al recuperar una perseverante calma, no puede evitar reparar en lo que ha hecho y las consecuencias que conllevaría. Levanta la cabeza, paranoica, para cerciorarse de que nadie esté mirando a través de la ventana, pero descubre que el vidrio es templado. Una nueva oleada de pavor la recorre de pies a cabeza, aunque no mayor al terror que había sentido en presencia de Jeremías Fitzgerald en vida.

El pequeño percance en su meticulosamente armado plan derivaría en nefastas secuelas si no lo encubrían correctamente.

Al elevar su vista, ve un movimiento por el rabillo del ojo y observa su reflejo en un ancho espejo. El maquillaje se le había corrido debido a las lágrimas, su vestido se encuentra algo desarreglado y los asquerosos besos de Jeremías habían dejado marcas en su cuello, que intenta quitárselas con frenesí, fracasando. Se limpia las lágrimas lo mejor que puede y, sin saber qué otra cosa hacer, como queriendo escapar, abandona la habitación precipitadamente.

Cerciora que nadie esté observando sus movimientos y cierra suavemente la puerta tras de sí, subiendo más tarde al piso superior con pasos apresurados. Ya arriba, se encuentra con la cabeza de Adrian asomándose por la habitación camuflada, quien había escuchado pasos y supuso que se trataba de la muchacha. Le hace una seña fugaz con la mano y ella se abalanza a las entrañas del misterioso cuarto junto a él.

Se trata de una especie de oficina lúgubre. Entre las cuatro paredes no hay más iluminación que la proveniente de la linterna que Adrian sostiene en su mano derecha. A partir de ésta, Mae puede distinguir un bajo despacho de cristal, donde se ubica encima una gran caja de recaudos de acero, que tintinea conforme al movimiento de la linterna. Más allá se aprecia una jamuga de cuero negro, respaldada con oscuros muebles y cuadros irreconocibles.

Adrian, bajo las sombras que contornean sus facciones, puede distinguir que la muchacha se encuentra más pálida de normal y junto a su agitada respiración, ve que su pecho sube y baja a la par.

—¿Qué ha pasado? —indaga con un dejo de preocupación—. Luces como si hubieses asesinado a alguien.

Ella empalidece aún más, al grado de que los haces de luz combinan con su rostro. No se lo toma de buena manera como lo usual, sino que su mueca de consternación acrecienta y eso genera que Adrian también se aterrorice.

—Mae, ¿qué hiciste? —insiste, presa del pánico.

—Lo maté —dice más bien para convencerse a sí misma, en una especie de estado de conmoción—. Maté a Jeremías Fitzgerald.

—¡¿Hiciste qué?! —exclama. Aquella confesión lo toma por sorpresa, se esperaba cualquier cosa menos lo dicho.

Todo había pasado muy rápido para Mae. No se había puesto a pensar sus acciones detenidamente. Mientras intenta relatar a su compañero lo ocurrido, no puede gesticular los detalles necesarios, abrumada por la cercanía temporal de los recuerdos del acontecimiento.

—Él... —Traga saliva—. Trató de violarme, me zafé y lo maté —explica sin querer ni poder agregar más pormenor.

—Mierda, Mae —expresa el pelirrubio llevándose la mano libre a la cabeza, revolviendo su melena preocupado. Comienza a caminar de un lado a otro pensando qué hacer.

Rato después se detiene. Lo hecho, hecho estaba. No había nada que pudiese hacer más que proceder con lo planificado y dejar aquel desmedido perjuicio para más tarde, cuya solución debían hallar de una manera u otra.

MAEWhere stories live. Discover now