◌ IV

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|IV :i'd like to see you try.

Casi un año pasó desde la muerte de su madre. Un año miserable para Mae, dónde el único placer y alegría que encontraba era en libros que "tomaba prestados" de la biblioteca de la secundaria, en música y paseos nocturnos y mañaneros por las deshabitadas zonas de campo cercanas a su casa. Varias veces había pensado en acompañar a su madre e incluso había llegado a autolesionarse, pero encontraba voluntad para seguir viviendo en el ávido deseo de venganza contra su padrastro y en la renuencia a satisfacerse con la miseria que estaba viviendo. Tenía que recordarse a menudo que todo se pondría mejor a pesar de todo el sufrimiento.

Aquella mañana, se sentía tan devastada que ni siquiera le importó todas las miradas en su dirección que ocasionaba su dejado aspecto. Sus párpados caídos, sus enormes ojeras, su postura arqueada y su cabello desaliñado le daban un porte casi muerto. Levantó cuchicheos a sus espaldas, los cuales no pudieron interesarle menos.

La única razón por la que estaba allí era porque no tenía las agallas para permanecer en su casa, ni tenía otro lugar para ir. El instituto era el único espacio, además de su casa, donde podía resguardarse del frío que empeoraba en el exterior. Lo que pensaran de ella dejó de importarle hacía mucho, desde que la muerte de su madre fue lo único que la afligía y la presencia del esposo el único de sus problemas. Y es que ambos aspectos fueron —y eran— de tal magnitud que la solución por superarlos era la singular meta que tenía en mente en todo momento.

Mae era una persona muy cerrada a lo que sus sentimientos se refería, solía guardarse todo para sí misma y manejar sus asuntos sin aceptar ningún tipo de ayuda incluso cuando Lea aún era su amiga. Luego del fin de su amistad, la cápsula en la que se encontraba se hermetizó.

Había pasado casi un año desde el peor día de su vida; el día que perdió a su mejor amiga y a su madre. Pero con el pasar de los días, no había mejoras. Su estado de oquedad permanecía mañana tras mañana, tarde tras tarde, noche tras noche. Le dolía cuando se iba a dormir y le dolía cuando se despertaba. Esa constante aflicción en el pecho trataba destrozarla fuertemente, acercándose varias veces a lograrlo. Pero aún así encontraba una manera de sobrevivir.

Hubo mayores en el instituto que se ofrecieron a darle una mano al notarla decaída, pero Mae los rechazó con amabilidad, dándoles a entender que nadie se metería en sus asuntos privados. Había pasado por varios psicólogos, incluida la primera que recomendó el director Dickenson, pero ni ellos lograron ayudarla. La joven era resuelta en cuanto a sus problemas se trataba: los resolvería por su cuenta y punto final. Aunque algunos podrían pensar que es por orgullo, la realidad era que no quería molestar a nadie con sus problemas. Además, se sentía tan defraudada que dudaba si podía confiarle a alguien más por lo que estaba pasando.

Lo único que pasaba por la cabeza de Mae cuando caminaba por los fríos pasillos en dirección a su aula era cómo su padrastro la miró al llegar a la casa. Cómo se le acercó cuando estaba en su habitación. Cómo le acarició el cabello. El rostro, la piel. El cinturón desabrochado y la mirada hambrienta. Su aliento a alcohol. Sus intenciones marcadas en cada facción de su rostro. Cómo se vio obligada a huir de la situación. Cómo corrió fuera de su hogar sin mirar atrás. El despiadado frío invernal de la noche y cada una de sus partes tiritando, intentando calentarse abrazándose a sí misma y frotando sus extremidades. Sus lágrimas como congeladas y sus sollozos ahogados por el áspero sonido del viento. La tristeza descomunal que corría por cada una de sus venas y la estrangulaba.

La noche anterior era la primera vez que había visto a Henry de esa manera, la tomó por sorpresa. No pudo evitar pensar en su madre y preguntarse si aquella fue la razón por la que decidió no seguir adelante. Y Mae la comprendió si así era; seguía traumatizada por la experiencia y, por más que intentara sacarse la escena de la cabeza, lograba volver a entrometer sus pensamientos una y otra vez. Su corazón parecía que explotaría con cada latido desde la noche anterior y no podía lograr calmarlo.

MAEWhere stories live. Discover now