◌ V

8 2 0
                                    

|V :that's what i call a race.

Las páginas del pequeño libro que Mae había "pedido prestado" eran cada vez menos. Sólo hacía dos días que lo había comenzado y dentro de poco tendría que iniciar otro.

Nuevamente revisó la hora en su teléfono, por tercera vez en los últimos minutos. Eran casi las diez de la noche y el desgraciado de su padrastro aún no se acostaba. No podía salir por la puerta.

Cansada de la espera, marcó su libro y lo dejó sobre su pequeña mesa de luz. Agradecía que su ventana diera directamente al tejado de su casa.

No era ajena a esta situación. Se había escapado de su hogar miles de veces, Henry estaba muy ocupado como para notarlo y había trabado la puerta de su habitación en caso que alguna mala idea se le volviese a ocurrir. Pasó por encima del alféizar y se deslizó hasta llegar a rodar por el pasto mojado de rocío.

—Mierda —susurró por lo bajo al no haber aterrizado como esperaba.

Deseando que su suéter no se hubiese ensuciado, corrió hasta llegar a una distancia considerablemente alejada. Luego simplemente caminó. No tenía prisa, aún le quedaba mucho tiempo.

Se lo tomó más bien como un paseo que como un recorrido para llegar a alguna parte. Amaba esas caminatas nocturnas, le ayudaban a despejar la mente de toda la mierda que apenas podía soportar, era su especial meditación. Solía hacerlo a menudo, pero en esos tiempos, el clima no cooperaba. Prefería quedarse leyendo uno que otro libro viejo a salir por una caminata y terminar con todo el cuerpo entumecido, la nariz congelada y los ojos lagrimeando.

No podía evitar sentir paranoia y miedo mientras caminaba por las calles oscuras y desiertas a esas horas de la noche, sola. Ninguna chica de su edad podía. Miraba hacia atrás constantemente procurándose que nadie le siguiese, con una mano apretando su teléfono como si se le fuese a escapar, la otra su llave como si un arma se tratase, y sus pies estaban listos para correr en cualquier momento. Dándole vueltas a todo, maldijo el hecho de que si viviese en la ciudad, el lugar de encuentro no le quedaría tan lejos.

Pasados los largos minutos, de lejos pudo avistar que el espacio estaba más concurrido que el resto de la ciudad que había recorrido. Al instante sintió un extraño sentimiento de incomodidad, el estar llegando sola y conocer simplemente a dos personas de aquel lugar, mientras que uno no quería su participación allí. Volvió a lamentarse nuevamente la ausencia de Lea. Pero, claro, Mae no le había comentado y ella tampoco aceptaría.

Al llegar, algunas personas le clavaron la mirada. Mae pensó que por estar vestida de manera no adecuada para la ocasión. Mientras ella llevaba unos simples pantalones vaqueros, un suéter y zapatillas viejas, las demás chicas se mostraban en pantalones y faldas de cuero, gamuza o pana, blusas y tops con arriesgados escotes y cortas de cintura, y tacones o botas altas. Claramente no encajaba ahí y eso acentuó su curiosidad por saber qué era lo que ocurría allí.

—¡Mae! —Agradeció escuchar una voz desconocida detrás de ella y dio media vuelta—. Viniste.

La tomó del hombro y la condujo entre el gentío hasta entrar en lo que se parecía a un bar. Agradeció en su mente que Trevor no haya tardado demasiado en encontrarla.

—Sí, bueno... No tenía nada más que hacer.

—Y dijiste "¿por qué no?", ¿verdad? —dedujo él y Mae sonrió—. Como todos. Es eso o simplemente unos curiosos.

—Un poco de las dos —dijo ella algo avergonzada. El muchacho rio. Su risa era tan contagiosa que la chica terminó sonriendo, aunque nada de lo que dijo le había causado gracia.

MAEWhere stories live. Discover now