Capitulo XV: ¿Amor o traición?

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(Laura)

Me encontraba con un par de ojos amistosos cuando desperté. Una habitación desconocida me daba la bienvenida y una cama tibia abrazaba mi cuerpo .Boris estaba recostado a mi lado viéndome directo al rostro .La cabeza me dolía hasta el punto de querer vomitar. Había quedado inconsciente tras la agresión que habíamos sufrido.

-¿Cómo te sientes?- Él repasaba mi mejilla con la puntilla de sus dedos, sacándome una sonrisa al sentir su piel al contacto con la mía; tan tibia y tan sublime. Sentí una molestia en el estómago, ¿mariposas?

-No muy bien. Siento como si un bus hubiera pasado por encima de mi cuerpo. - Comencé a reír, pero el dolor era insoportable que embargó mi espalda hasta mis costillas. Solté un gemido de dolor. Boris posó ambas manos en mis mejillas y la sostuvo delicadamente. Debía admitir que me gustaba la sensación que el provocaba en mí. Pero tenía mis dudas.

-Te quedarás unos días en mi casa, hasta que el ciclo de la Luna llena haya pasado. - En realidad, el creía que escaparía de mi destino con vida. Yo no lo creía.

-Todos están al tanto de mí, es una lástima que no haya disfrutado de mi último cumpleaños, ¿no crees? Hubiera querido salir en noche de brujas...Ponerme un disfraz... Hacer las cosas como cuando aún no existían preocupaciones. Dime cuál es el punto que mi cumpleaños sea el 31 de octubre si no puedo pedir dulces. - Boris se veía contrariado, sabía que estaba preocupado por mí y por los ataques vampíricos que habían sucedido en los últimos días.

-No hablemos de ello. ¡Tengo un regalo para ti!- Lo observaba, mientras me soltaba el rostro con delicadeza y se apartaba de mí.

La habitación tenía un color cremoso en las paredes, estaba sobre una cama dura, olían las mantas a jabón barato; pero no importaba, estaba a gusto y mejor que en mi propia casa. Al parecer alguien me habría reemplazado la ropa que llevaba por unos pantalones deportivos negros y una camiseta gris que decía "Angels cry". Automáticamente, me ruborice. Me habrían cambiado de ropa y no tenía que pensar tanto para saber quién habría limpiado los vestigios de sangre seca de mi cuerpo ocasionadas por las heridas de batalla de la noche anterior.

"!Qué horror, me había visto desnuda!" - Sentía que la sangre se me subía a las mejillas y el color rojo seguro las embargaba poniéndolas como un par de tomates.

En esa pequeña habitación no había cosas innecesarias; un estante se encontraba en el ala oeste llena de libros de misterio y mitología de diferentes regiones, una gran ventana con cortinas donde los rayos del Sol se colaban de coloración ocre y daban un toque hogareño a su alcoba. Finalmente un enorme ropero hecho de un viejo roble.

Noté que las paredes estaban llenas de postales con fotos de diferentes países, ¿Donde habría viajado?

No había pasado mucho tiempo tras su regreso. En sus manos reposaba una cajita azul. Él trató de esconderla detrás de su espalda, pero yo ya lo habría notado.

-Nunca es tarde para celebrar un cumpleaños, ¿no es así? - Por más que me llenara de tristeza el hecho de que mis padres olvidaban con frecuencia la fecha en el que nací, detestaba que alguien se acordara de mi cumpleaños. Odiaba los saludos, las notificaciones de correos electrónicos y de redes sociales, pero sobretodo, detestaba las llamadas telefónicas. Solo deseaba una cosa y era que mis padres se acordaran aunque sea una sola vez de mí. Cuando era chica recuerdo que si lo recordaban, no sabía en que momento dejaron de hacerlo.

-Ya es tarde Boris Kirsch , sé que escondes una caja a tus espaldas. Si no me la das, tendré que pararme y eso me ocasionaría dolor. - Fui tan melodramática que puse una mano en mi frente como si un vaivén de emociones me embargara, dejándome al punto del desmayo.

-¡Está bien, está bien!...Sé que te diste cuenta niña lista!. Esto es para ti, espero y te guste.- El me tendió esa pequeña cajita azul. La emoción recorría mi pecho, era tan efervescente que sentía que en cualquier momento esas emociones saldrían disparadas de mi cuerpo. Él me sonreía y estaba tan emocionada. La recibí con la mano derecha y la destape con suavidad, con la izquierda. La abrí y de ella salía un par de alas doradas, ¡era un collar y era para mí! Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no las derramaría, echaría a perder la ocasión.

-Perteneció a mi madre..., al menos eso dijo mi abuelo. Se lo entregaron cuando la policía le retornó las pertenencias de mis padres luego de haber sido cerrado el caso. Mi mamá la usaba siempre, papá se las había obsequiado en su primer aniversario de bodas. - Él lo dijo con tristeza; a veces, deseaba poderle quitar aquel peso de encima para hacer que su existencia fuera más amena en este mundo tan sórdido y oscuro en el que vivíamos. Me gustaría tomar partes de su tristeza y borrarla para evitarle el sufrimiento innecesario.

-Creo que no puedo aceptarlo, en serio lo siento. - Él me miro de forma curiosa.

-¿No te gusta? - Preguntó confundido.

-No, no es eso. Es hermosa, solo que fueron de tu madre y no las merezco, tú debes quedártela. Y probablemente, dárselas a alguien más importante que una persona a punto de ser asesinada.

-"Es un regalo por tu cumpleaños y quiero obsequiártelo a ti, fin de la discusión." - Él me dio la espalda tras sentarse en la cama junto a mí.

-Bueno, si es importante para ti que lo conserve, está bien. Gracias. -Dije incomoda pero él seguía sin mirarme. Estiré mi mano hasta poder tocar la suya, uno de mis dedos tocaron el dorso de su mano, su piel era áspera; quizá se debía a tantas estacas que había tenido que darle forma o tantas batallas que había luchado.

-No te preocupes, Laura. - Él seguía sin mirarme.

-¡ hum por cierto, tengo un par de preguntas! - Mis ojos estaban cerrados mi cabeza pegada a la almohada. La caja aún se encontraba descansando en mi mano .Al ver que él no respondía, había decidido continuar. -¿Me pones el collar, por favor?- Abrí los ojos y puse la mejor sonrisa.

Él por fin se giró y estiró la mano para que le diera el collar. Me senté sobre la cama y los cabellos que los tenía cortos aun tapaban mi nuca por unos centímetros; los recogí en una coleta pequeña. Él deslizó el collar sobre mi cuello, sentí el material de aquella joya sobre mi piel desnuda. Boris estaba detrás de mí cerrándome el broche del collar, podía sentir su respiración sobre mi nuca, la punta de sus dedos tocándome el cuello. Me volteé para observarlo con detenimiento y él sonrió formando unas pequeñas arruguitas en las comisuras exteriores de sus ojos. Él provocaba que mi estómago diera revoltijos. Acaso ¿Era posible escupir mariposas? Por qué eso sentía precisamente.

Una serie de recuerdos comenzaron a tomar posesión de mi mente. Su sonrisa, tal vez lo había provocado. Me veía a lo lejos, en ese columpio sola en aquel parque cerca a la escuela, extrañando a una persona que quizá jamás me había amado, ¿acaso esto era amor? Estaba tan deprimida, era como si hubiera cavado mi propia tumba con mis manos y hubiera depositado mi alma. Sentí mi cuerpo vacío consumido por puñados de humo provenientes del cigarrillo. Fue Boris, tal vez, él que me había sacado de esa depresión, de ese hueco profundo y oscuro. O quizá fue el hecho que estaba a punto de ser comida por mi Ex novio en mi habitación. Quizá el realmente me quería.

No estaba segura.

Elegida para la eternidadWhere stories live. Discover now