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Douze

Louis se despierta quizás increíblemente temprano, tan solo porque un aroma a pan dulce le llena las fosas nasales y el estómago le gruñe con mucha hambre porque quizás no ha comido en demasiadas horas.

Se remueve entre las sábanas y cuando abre los ojos y ve el color crema que tienen, se da cuenta de que aquel lugar no es suyo, porque él simplemente no tiene bonitas fotografías pegadas a la pared y tampoco tiene una pequeña lámpara que parece de cristal ni una reluciente medalla en forma de un diminuto pastelero.

Se le fruncen ligeramente las cejas y entonces sabe que está en donde ese alfa, el tal Harry, aquel que le da magdalenas cada vez que entra a su repostería porque no es necesario decir que son sus favoritas. Ese que lo ha acogido en sus brazos cuando ha llorado desesperado y no lo ha dejado marchar por nada del mundo aun cuando le ha dicho que ya está mejor.

Termina suspirando, echa a un lado las sábanas y se siente realmente patético, así que busca su ropa y en silencio y a veces frotándose el ojo, se viste.

Arregla la cama creyendo que es lo mínimo que puede hacer y cuando todo está en orden, sale de la habitación. Encuentra a Harry moviéndose en la cocina con una sartén y lo que parece ser una espátula, es bastante ágil y Louis alza ligeramente las cejas cuando se da cuenta de que casi flota, y puede que entienda un poco la razón de la medalla en su pared.

Harry se gira de repente y suelta una risita dando un pequeño salto cuando parece haberse asustado tan solo un poco.

—Louis, hola— Saluda, parece alegre y tiene el acento británico más marcado que Louis jamás ha escuchado. —Toma asiento, ¿o prefieres tomar un baño en lo que termino con el desayuno?

—No tengo... No creo que sea una buena idea tomar un baño, no tengo ropa aquí.

—Sí, cierto. Ah, tengo, creo que tengo un par de ropa interior que— Deja escapar una pequeña risa quitando el sartén de la hornilla de la estufa para poner otro. —No me sirve. Los he comprado sin querer de una talla equivocada y están como nuevos. Puedes usarlos, y te puedo prestar un suéter si así gustas.

Louis hace una pequeña mueca sin que Harry lo vea y considera que no es necesario, que puede tomar una ducha en casa cuando llegue, cosa que debería de estar haciendo. Sin embargo, termina asintiendo porque la idea de que el suéter que vaya a prestarle tenga el mismo olor de las sábanas le suena demasiado bien.

—De acuerdo— Dice en voz alta. —Aunque en realidad no es necesario. No quiero causarte esa molestia.

—No, nada de eso. No es una molestia, insisto. Vamos, te busco las cosas.

Harry deja la estufa encendida con lo que sea que esté haciendo que Louis todavía no termina de ver, se lava las manos, se las seca con el delantal que lleva y le da una pequeña sonrisa cuando le pasa por al lado. Louis cae en cuenta de que quién huele a pan dulce es Harry y no lo que prepara y eso le parece sencillamente fascinante y un poco obvio teniendo en cuenta de que parece vivir horneando.

Mueve sus pies descalzos siguiendo al alfa y se pone detrás de él cuando llegan a un pequeño armario que cuando lo abre está lleno de artículos de higiene personal. Louis quiere reírse cuando Harry tararea mientras apunta con su dedo el montón de toallas que tiene, como si no pudiera elegir cuál sería la indicada para él. Al final le pasa una de color azul, un nuevo paquete de jabón con olor a avena y una esponja que provoca que Louis por fin se ría.

Harry lo mira, pero no dice nada y con el dedo le hace una seña para que continúe detrás de él. Van a la habitación, Louis se queda de pie en la entrada y ve como Harry rebusca en sus gavetas, encuentra el paquete de ropa interior sin abrir y lo pone encima de la cama.