Alcohol

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Pero Kim no vino

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Pero Kim no vino.

Cuando llegó el bus y miré a mi alrededor por última vez, con la esperanza de que apareciera a último momento, y no lo vi llegar, sentí una infinita tristeza.

Miraba por la ventana, mientras el bus se dirigía a Seúl.

Pasamos cerca de un campo; una mujer, debajo del alero, miró el bus.

Se me ocurrió un pensamiento estúpido: "A esta mujer la veo por primera y última vez. No la volveré a ver en mi vida."

Mi pensamiento flotaba como un corcho en un río desconocido.

Siguió por un momento flotando cerca de esa mujer bajo el alero.

¿Qué me importaba esa mujer?

Pero no podía dejar de pensar que había existido un instante para mí y que nunca más volvería a existir; desde mi punto de vista era como si ya se hubiera muerto: un pequeño retraso del bus, un llamado desde el interior del campo, y esa mujer no habría existido nunca en mi vida.

Todo me parecía fugaz, transitorio, inútil, impreciso.

Mi cabeza no funcionaba bien y Kim se me aparecía una y otra vez como algo incierto y melancólico.

Solo horas más tarde mis pensamientos empezarían a alcanzar la precisión y la violencia de otras veces.

Los días que precedieron a la muerte de Kim fueron los más atroces de mi vida.

Me es imposible hacer un relato preciso de todo lo que sentí, pensé y ejecuté, pues si bien recuerdo con increíble minuciosidad muchos de los acontecimientos, hay horas y hasta días enteros que se me aparecen como sueños borrosos y deformes.

Tengo la impresión de haber pasado días enteros bajo el efecto del alcohol, echado en mi cama o en un banco de la plaza.

Al llegar a la estación de buses me recuerdo muy bien entrando al bar y pidiendo varios whiskies seguidos; después recuerdo vagamente que me levanté, que tomé un taxi y que me fui a un bar de la calle 25 de Mayo o quizá de Leandro Alem.

Siguen algunos ruidos, música, unos gritos, una risa que me crispaba, unas botellas rotas, luces muy penetrantes.

Después me recuerdo pesado y con un terrible dolor de cabeza en un calabozo de estación de policía, un vigilante que abría la puerta, un oficial que me decía algo y después me veo caminando nuevamente por las calles y rascándome mucho.

Creo que entré nuevamente a un bar.

Horas o días más tarde alguien me dejaba en mi casa.

Luego tuve unas pesadillas en las que caminaba por los techos de una catedral.

Recuerdo también un despertar en mi pieza, en la oscuridad y la horrorosa idea de que la pieza se había hecho infinitamente grande y que por más que corriera no podría alcanzar jamás sus límites.

No sé cuánto tiempo pudo haber pasado hasta que las primeras luces del alba entraron por el ventanal.

Entonces me arrastré hasta el baño y me metí, vestido, en la bañadera.

El agua fría empezó a calmarme y en mi cabeza comenzaron a aparecer algunos hechos aislados, aunque destrozados e inconexos, como los primeros objetos que se ven emerger después de una gran inundación: Kim en el acantilado, Soojin empuñando su boquilla, la estancia Song, un almacén frente a la estación que se llamaba La confianza o quizá La estancia, Kim preguntándome por las manchas, yo gritando: "¡Qué manchas!", Seungyoon mirándome torvamente, yo escuchando arriba, con ansiedad, el diálogo entre los primos, una persona arrojando una botella, Kim avanzando hacia mí con ojos impenetrables, Soojin diciendo Tchékhov, una mujer inmunda besándome y yo pegándole un tremendo puñetazo, pulgas que me picaban en todo el cuerpo, Seungyoon hablando de novelas policiales, el chofer de la estancia.

También aparecieron trozos de sueños: nuevamente la catedral en una noche negra, la pieza infinita.

Luego, a medida que me enfriaba, aquellos trozos se fueron uniendo a otros que iban emergiendo de mi conciencia y el paisaje fue reconstituyéndose, aunque con la tristeza y la desolación que tienen los paisajes que surgen de las aguas.

Salí del baño, me desnudé, me puse ropa seca y comencé a escribir una carta a Kim.

Primero escribí que deseaba darle una explicación por mi fuga de la estancia.

Agregué que apreciaba mucho el interés que él se había tomado por mí, que comprendía que él era muy bondadoso y estaba lleno de sentimientos puros, a pesar de que, como él mismo me lo había hecho saber, a veces prevalecían "bajas pasiones".

Le dije que apreciaba en su justo valor el asunto de la salida de un barco o el asistir sin hablar a un crepúsculo en un parque pero que, como él podía imaginar, no era suficiente para mantener o probar un amor: seguía sin comprender cómo era posible que un chico como él fuera capaz de decir palabras de amor a su novio y a mí, al mismo tiempo que se acostaba con Seungyoon.

Con el agravante, agregué, de que también se acostaba con el novio y conmigo.

Terminaba diciendo que, como él podría darse cuenta, esa clase de actitudes daba mucho que pensar, etcétera.

Releí la carta y me pareció que, con los cambios anotados, quedaba suficientemente hiriente.

La cerré, fui al Correo Central y la despaché certificada.

Apenas salí del correo advertí dos cosas: no había dicho en la carta por qué había inferido que él era amante de Seungyoon; y no sabía qué me proponía al herirlo tan despiadadamente: ¿acaso hacerlo cambiar de manera de ser, en caso de ser ciertas mis conjeturas?

Eso era evidentemente ridículo.

¿Hacerlo correr hacia mí? No era creíble que lo lograra con esos procedimientos.

Reflexioné, sin embargo, que en el fondo de mi alma solo ansiaba que Kim volviese a mí.

Pero, en este caso, ¿por qué no decírselo directamente, sin herirlo, explicándole que me había ido de la estancia porque de pronto había advertido los celos de Seungyoon?

Al fin de cuentas, mi conclusión de que él era amante de Seungyoon, además de hiriente, era completamente gratuita; en todo caso era una hipótesis, que yo me podía formular con el único propósito de orientar mis investigaciones futuras.

Una vez más, pues, había cometido una tontería con mi costumbre de escribir cartas muy espontáneas y enviarlas en seguida.

Las cartas de importancia hay que retenerlas por lo menos un día hasta que se vean claramente todas las posibles consecuencias.

Estaba perdido, necesitaba hablar con alguien, así que le marqué a la única persona que sabe todo hacer a de mí, al responder la llamada escuché una voz, no era de él era de una señora, al enterarme de lo que había pasado en solo unos días en el que no estuve me sentí mal.

Di vuelta sobre mis talones y me dirigí al hospital donde se encontraba Minho hyung.

Di vuelta sobre mis talones y me dirigí al hospital donde se encontraba Minho hyung

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Hair Band /HyunMinحيث تعيش القصص. اكتشف الآن