Inútil

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Muchas de las conclusiones que extraje en aquel lúcido pero fantasmagórico examen eran hipotéticas, no las podía demostrar, aunque tenía la certeza de no equivocarme

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Muchas de las conclusiones que extraje en aquel lúcido pero fantasmagórico examen eran hipotéticas, no las podía demostrar, aunque tenía la certeza de no equivocarme.

Pero advertí, de pronto, que había desperdiciado, hasta ese momento, una importante posibilidad de investigación: la opinión de otras personas.

Con satisfacción feroz y con claridad nunca tan intensa, pensé por primera vez en ese procedimiento y en la persona indicada: Bobby.

Era amigo de Seungyoon, amigo íntimo.

Es cierto que era otro individuo despreciable: había escrito un libro de poemas acerca de la vanidad de todas las cosas humanas, pero se quejaba de que no le hubieran dado el premio nacional.

No iba a detenerme en escrúpulos.

Con viva repugnancia, pero con decisión, lo llamé por teléfono, le dije que tenía que verlo urgentemente, lo fui a ver a su casa, le elogié el libro de versos y -con gran disgusto suyo, que quería que siguiésemos hablando de él-, le hice a boca de jarro una pregunta ya preparada

—¿Cuánto hace que Kim SeungMin es amante de Seungyoon?

Mi madre no preguntaba nunca si habíamos comido una manzana, porque habríamos negado; preguntaba cuántas, dando astutamente por averiguado lo que quería averiguar: si habíamos comido o no la fruta; y nosotros, arrastrados sutilmente por ese acento cuantitativo respondíamos que solo habíamos comido una manzana.

Bobby es vanidoso pero no es tonto: sospechó que había algo misterioso en mi pregunta y creyó evadirla contestando.

—De eso no sé nada.

Y volvió a hablar del libro y del premio.

Con verdadero asco, le grité

—¡Qué gran injusticia han cometido con su libro!

Me fui corriendo.

Bobby no era tonto, pero no advirtió que sus palabras eran suficientes.

Eran las tres de la tarde.

Ya debía estar Kim en Seúl. Lo llamé por teléfono desde un café: no tenía paciencia para ir hasta el departamento.

En cuanto me atendió, le dije.

—Tengo que verte en seguida.

Traté de disimular mi odio porque temía que sospechara algo y no viniese a la cita.

Convinimos en vernos a las cinco en la plaza, en el lugar de siempre.

—Aunque no veo qué saldremos ganando —agregó tristemente.

—Muchas cosas —respondí—, muchas cosas.

—¿Lo crees ? —preguntó con acento de desesperanza.

Hair Band /HyunMinWhere stories live. Discover now