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Elisa sintió cómo la calma invadía todo su cuerpo al saberse en brazos de su ángel. A pesar del frío que caracterizaba a su cuerpo, ella sintió calidez. Se preguntó cómo eran capaces de vivir las demás personas sin ser conscientes de la presencia de su ángel protector, ella simplemente no podría hacerlo. Sintió entonces el tacto de Caliel acariciando con suavidad su espalda y se estremeció, de nuevo aquella sensación extraña se colaba bajo su piel, pero esta vez no quiso apartarse, solo cerró sus ojos y suspiró.

Caliel se sentía preocupado, quería saber con más detalles de qué se había tratado aquella pesadilla pero no le pareció el momento para preguntárselo, no quería alterar la tranquilidad que había conseguido y pensó que en la mañana podrían hablar de aquello. Los sueños eran el primer sitio que los demonios utilizaban para atormentar a los humanos que —por supuesto— eran incapaces de diferenciar entre una pesadilla común o una con intervención de aquellas almas perdidas.

Permanecieron así por un buen rato hasta que Elisa decidió volver a dormir. No dijo nada, solo se apartó con suavidad de los brazos de su ángel y le sonrió antes de meterse de nuevo bajo su manta y cerrar los ojos.

—Solo recuerda que sigo aquí —dijo Caliel para infundirle paz y deseando con todas sus fuerzas que las pesadillas no volvieran esa noche. Ella sonrió asintiendo con un mínimo movimiento de cabeza antes de girarse sobre sí misma.

Pero no pudo dormirse de forma instantánea, no a causa del mal sueño sino debido a esa extraña e intensa necesidad que estaba empezando a sentir por saberse cerca de Caliel. Se preguntó si aquello sería normal y trató de recordar cómo era antes. No llegó a ninguna conclusión y se limitó a intentar convencerse de que se debía a la cantidad de problemas que la rodeaban en ese momento asociados a la tranquilidad que le brindaba estar cerca de él. Entonces se durmió.

Cuando despertó a la mañana siguiente lo primero que hizo fue buscar con su mirada el sitio donde solía estar Caliel, allí lo encontró y él le regaló una sonrisa. Se levantó sin decir palabras, se dirigió al baño a asearse y cambiarse, y cuando salió se sentó en la cama para calzarse.

—Necesito desayunar o moriré desnutrida. —Caliel rio al darse cuenta que había amanecido de buen humor y con el apetito de siempre. Se levantaron y fueron al comedor.

Elisa esperaba ver allí a sus padres, como siempre, pero no había nadie. La mesa estaba preparada, había fruta, pan y mantequilla, una taza y abajo de la misma una pequeña nota. Elisa la tomó y la leyó curiosa.

«Elisa:

Tuvimos que salir temprano para llegar al trabajo pues nos han llamado a una reunión importante, tu madre viene conmigo porque la calle está peligrosa para que ande sola. Te dejamos el desayuno listo. Tú cuídate y no salgas de la casa.

Cariños,

Papá».

—Solos de nuevo —dijo Caliel mientras se sentaba en uno de los lugares de la mesa. Elisa sonrió asintiendo, estaba preocupada por su padre y su situación laboral. Suspiró y se sirvió de comer.

—Ojalá no suceda nada malo en el trabajo de papá —añadió mirando a Caliel. Quedaron un rato en silencio y luego el ángel se animó a hablar.

—¿Qué fue lo que soñaste anoche? —preguntó.

—No quiero hablar de eso, fue un sueño muy... vívido. Me da miedo el solo recordarlo —agregó Elisa negando con la cabeza.

—Es importante que me digas lo que soñaste, Elisa —insistió Caliel. La chica dejó de masticar aquel pedazo de pan que se había llevado a la boca y lo miró rodando los ojos.

Sueños de CristalWhere stories live. Discover now