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Caliel no sabía por dónde empezar a explicarle lo que pronto sucedería, ni siquiera sabía qué decirle. Elisa lo observaba atenta, haciendo un enorme esfuerzo por mantener los ojos abiertos; solo quería dejarse caer allí y dormir. Dormir y si era posible no despertar.

—Elisa... ¿recuerdas cuando te expliqué que nos habían llamado a los guardianes y nos habían dado la orden de no intervenir en la vida de nuestros protegidos bajo ninguna circunstancia? —inquirió sin dejar de mirarla.

Se veía muy débil y él temía que cayera rendida de un momento a otro. Le hubiera gustado dejarla descansar un poco, pero la verdad es que él no tenía idea de cómo sucederían las cosas desde ese momento y en qué instante dejaría de ser lo que era... así que lo mejor era actuar deprisa.

—Ajá —respondió en un susurro casi inaudible.

—Bien, luego de eso nos volvieron a llamar. Nos alertaron de que las cosas sucederían rápido y nos ordenaron... regresar —añadió. Aquello espantó el sueño de Elisa.

—¿Regresar? ¿Eso quiere decir que te vas? ¿También tú? ¡No, no, no! —exclamó desesperada. Se levantó del banco donde estaba recostada y empezó a caminar alrededor. Se atajaba la cabeza y negaba con vehemencia intentando despertar de esa pesadilla en la que de un momento a otro se había convertido su vida.

—Cálmate, por favor —dijo Caliel abrazándola por la espalda. Elisa sintió su toque como un oasis en medio del devastador desierto y se giró sobre sí misma para aferrarse a él.

—No me dejes, por favor. No lo hagas, Caliel —rogó entre sollozos.

Caliel la rodeó con sus brazos sintiendo un cosquilleo intenso en todo el cuerpo. Colocó un dedo en su mentón y lo levantó con delicadeza para que lo mirara.

—No te voy a dejar, Elisa, pero lo que voy a decirte es muy importante y necesito que te calmes y me escuches —susurró. L a chica asintió—. Cuando me dieron la orden de regresar, pregunté qué sucedería si no lo hacía, me explicaron que si no obedecía... perdería mi condición de ángel.

—¿Eso qué quiere decir? ¿Vas a morir? —preguntó la chica con desespero.

—Shhh. —Caliel la silencio colocando con ternura un dedo sobre sus labios y el recuerdo de aquel sueño en el cual pudo sentir sus besos de forma tan real e intensa, se hizo presente en su memoria confundiéndolo por un segundo. Elisa enarcó las cejas esperando su respuesta y el ángel prosiguió—. Significa que perderé todos mis poderes. En cierta forma me volveré un humano pero perderé mi divinidad y... mi eternidad —afirmó.

—Pero si te vuelves humano... eso... no es del todo malo, ¿o sí? —inquirió la muchacha pensando que prefería eso a tener que perderlo a él también.

—Bueno... no del todo, pero no sería un humano normal, como tú. —Caliel suspiró agobiado, no sabía cómo decírselo—. En principio, al no tener mis poderes no podría defenderte, al menos no de la forma en que puedo hacerlo ahora... y además, no podría sentir nada...

—¿Qué quieres decir con eso?

Elisa se sentía algo confundida y un poco hastiada por la forma misteriosa en la que le hablaba Caliel, quería que le dijera todo de una vez para intentar dormir y que ese fatídico día quedara en el recuerdo. Le gustaba pensar que era una pesadilla y que despertaría de ella en cualquier momento.

—Sería como una especie de híbrido. No sería un ángel, pero tampoco un humano. Tendría esta misma contextura física que puedes ver, pero para ti sería como una persona normal; mi piel sería como la tuya, mi cabello, mis ojos... sin embargo... yo no podría sentir de ninguna manera. No sentiría como un humano, no sentiría el calor ni el frío, ni el tacto... pero tampoco sentiría de la forma en que sienten los ángeles. ¿Comprendes? Sería como... un hombre de piedra —suspiró. Elisa quedó pensativa intentando entender la magnitud de aquello—. Además...

Sueños de CristalWhere stories live. Discover now