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Caliel miró durante un tiempo muy largo aquel lugar en donde Dios había estado presente. Minutos, tal vez horas. Puede que incluso días. El tiempo ahí arriba en el cielo no se medía igual que en la tierra, no se sentía igual, pero el dolor —ese vacío que tenía dentro— se sentía del mismo modo sin importar a dónde fuera o dónde estuviera. La pérdida de Elisa era angustiante, pesada sobre su cabeza, hiriente sobre su pecho. Jamás había imaginado que podría llegar a sentirse así.

—Caliel.

El chico parpadeó confundido un par de veces y giró el rostro hacia donde una voz conocida lo llamaba. Recordaba al arcángel frente a él.

—Galizur —susurró.

El ángel mayor sonrió complacido.

—Veo que has recuperado tus recuerdos —apuntó acercándose. Caliel asintió sin despegar sus ojos de él, sin moverse.

—Sí.

—¿Todos?

—Creo que sí. No estoy seguro.

Se relamió los labios sintiendo mucha sed y Galizur le tendió un plato hondo con agua dentro.

—He estado esperándote fuera por un tiempo. Imaginé que estarías sediento —informó.

Caliel aceptó el recipiente gustoso y comenzó a beber con calma. A pesar de que había cerrado los ojos para tomar el agua podía sentir al ángel evaluándolo con curiosidad. Se preguntó a qué había ido a verlo. Si acaso él sabría algo de Elisa, si podría decirle dónde localizarla. Galizur siempre había sido muy sabio y la idea de que pudiera saber algo de la chica le dio una inyección de vitalidad que necesitaba. Se bebió el contenido del tazón en unos cuantos tragos y después le tendió el recipiente vacío haciendo un sonido de satisfacción.

—Gracias.

—No hay de qué.

El arcángel comenzó a caminar hacia las puertas altísimas por las que había entrado algún tiempo atrás y el chico lo alcanzó en un par de zancadas apresuradas. No pensaba dejar que se fuera hasta que no contestara sus dudas.

—Me preguntaba...

—¿Sí?

—Si acaso tú no... Si no sabes de... Mira, hay una chica.

—¿Elisa?

—Sí —respondió Caliel sorprendido.

—¿Quieres saber si ya ha llegado al cielo?

—Uhm...

—¿Y si yo sé en dónde está?

—Bueno...

—Y también quieres que te diga para que puedas ir a verla.

Esto último no fue una pregunta, sino una afirmación a la que Caliel se vio asintiendo impetuoso con la cabeza.

Ambos seguían caminando con un rumbo que el chico desconocía, pero no se detuvo en ningún momento. Era obvio que Galizur sabía de lo que estaba hablando y Caliel no se marcharía de su lado a menos que supiera dónde encontrar a Elisa.

Después de algunos minutos en los que caminaron en silencio —Caliel se imaginó que estaba tratando de recordar algo de Elisa—, Galizur se detuvo de golpe ante una puerta y encaró al muchacho. Escudriñó su rostro por algunos segundos y el estómago del chico se comprimió cuando el arcángel abrió la boca para hablar.

—¿Qué pasaría si te dijera que Elisa nunca llegó al cielo, Caliel? ¿Si te dijera que los demonios se hicieron con su alma y que ahora está en el infierno?

Sueños de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora