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Caliel se encontró en un sitio sin colores, no había cielo ni tierra, no había nada, todo era blanco. No entendía en dónde se encontraban, ya que aquellas pesadillas a donde solía ingresar tras el llamado de Elisa solían ser siempre en algún sitio que ella había visitado o algún lugar tenebroso. Ella estaba parada de espaldas a él y lo llamaba, pero no había nadie acosándola, no había sombras, no había miedo, no había absolutamente nada, solo ellos dos y mucha... paz. A Caliel ese sitio le recordó al cielo.

—Caliel —volvió a llamarlo la chica.

—¿Elisa? —preguntó con timidez y la muchacha se giró al oírlo. Lo miró unos instantes y luego sonrió, su sonrisa irradiaba una luz que parecía llenar de una sensación cálida todo el sitio. Elisa corrió hacia él y lo abrazó sin más rodeando sus brazos en el cuello del ángel.

—Te estaba esperando —susurró muy cerca de él.

—¿Qué estamos haciendo acá? —preguntó Caliel para ver si ella le daba alguna respuesta que le indicara lo que estaba sucediendo.

La verdad es que ya había recorrido mentalmente todos los libros sobre los sueños de los humanos que había leído alguna vez, pero en ninguno se hablaba de que los ángeles pudieran ser absorbidos dentro de un sueño de ese estilo. Caliel se encontraba alerta y observaba alrededor, la única respuesta era que posiblemente las sombras atacaran en cualquier momento y por eso había ingresado allí.

—¿Por qué estás tan tenso? —preguntó Elisa bajando los brazos y acariciando los del ángel. Una leve sensación de cosquilleo alteró a Caliel.

¿Qué era eso?

—Yo... ¿alguien te ha atacado aquí? —preguntó el ángel.

—No, aquí nadie me ataca. Este es nuestro sitio, ¿no lo recuerdas? —inquirió la muchacha frunciendo el ceño.

—No —dijo Caliel experimentando una especie de temor hacia lo desconocido que estaba viviendo, además todo lo que se había enterado recién no ayudaba demasiado.

—Ya vinimos aquí antes, Caliel —explicó Elisa sonriendo mientras enroscaba su mano izquierda con la del ángel y con la derecha acariciaba sus cabellos, Caliel volvió a sentir el cosquilleo donde sus manos se rozaban y una especie de tirón en su cabeza.

—Yo... lo siento, no lo recuerdo... Y, ¿a qué venimos aquí? —quiso saber el ángel.

—Pues... a que yo te enseñe todo sobre... ser humano, ya sabes —dijo Elisa sintiendo un rubor instalarse en sus mejillas.

—Ah...

Caliel no supo qué decir al respecto. Esa respuesta en vez de darle algo de información lo descolocó aún más.

—La vez anterior tú dijiste que un día en este sitio iniciaríamos de cero, ¿vas a explicarme qué significa eso? —cuestionó Elisa mirándolo con ojos curiosos.

—¿Yo dije eso? —preguntó Caliel completamente perdido—. Yo, pues... creo que no sé de qué hablas, Elisa.

—Bien, te quieres hacer rogar... no importa, ya me dirás. Por cierto, ¿tampoco te acuerdas de esto? —dijo Elisa y sin que Caliel lo viera venir, la muchacha se paró en puntillas y acercó sus labios a los del ángel.

Caliel abrió grandes los ojos sin entender qué hacía la muchacha. Había visto aquello un sin fin de veces en la tierra, en las calles, en la televisión, en la casa de Elisa cuando aún vivía su padre e incluso había visto a Elisa hacerlo con algunos chicos con los que salió. Sabía que se trataba de un beso, uno muy especial para los humanos, que en sus rituales de amores lo reservaban normalmente para quienes eran pareja... o algo así.

Sueños de CristalWhere stories live. Discover now