Capitulo 4

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Un relámpago iluminó el bosque con una amenzadora luz blanca. Un momento después, el viento arreció. Las hojas comenzaron a azotarse por la tierra y bajo las patas de Phillipe, que trotaban nerviosas. Los ojos del caballo se hincharon enseguida, al escuchar el sonoro chasquido de un trueno que se extendía por el cielo. Con un estremecimiento de la cabeza, el gran animal agitó su embocadura.
En su lugar, sobre el asiento frontal de la carroza, Maurice sabía lo que Phillipe trataba de decirle: «Volvamos, antes de que sea demasiado tarde».
Pero también sabía que ya era demasiado tarde. De alguna manera se había metido por el cruce donde la gente le llamaba el bosque obscuro. Era el tipo de lugar donde uno encontraba ojos oscuros y hostiles en todas direcciones.
En definitiva no era un lugar donde uno quisiera perderse en las noches.

-Tal vez debimos haber tomado el lado derecho del cruce, amigo -dijo con las manos temblorosas sobre las riendas, mientras el cielo era iluminado por más rayos-. O quizá deba dejar de hacer como que mi caballo me entiende.

Esta vez un rayo volvió a caer, afortunadamente Maurice y Phillipe lograron esquivarlo, este golpeo un árbol viejo haciendo que la mitad cayera sobre el camino, exactamente frente a Phillipe. La otra mitad se desplomó a un lado.
Dirigiendo la mirada de un lado a otro, Maurice se preguntó qué hacer. Su parte racional y sensata sabía que tenía que encontrar la forma de seguir sobre el camino. Pero una parte más intuitiva de su mente se dio cuenta de que eso sería imposible. Al menos durante esa noche. No podía pasar sobre el árbol caído llevando la carreta y a Phillipe. Emitiendo un suspiro, dio un tirón a las riendas y llevó a su caballo hacia el sendero desconocido.

-Todo estará bien, Phillipe -dijo, mientras el caballo gimoteaba nerviosamente. «Esperó», agregó en silencio.

A medida de que avanzaba más y más por él sendero, comenzó a perder más y más la confianza de que todo estaría bien. El clima, que se había puesto torrencial, empeoró...y se hizo más extraño.

De repente, una calan siniestra se apoderó del lugar. El retumbar de los truenos ceso y pronto el único sonido que rebotaba entre el vacío bosque era el de los cascos de Phillipe.
Entonces se escuchó un aullido ensordecedor.
Un instante después, un enorme lobo blanco brincó de entre los arbustos y casi estrelló contra la carreta.
Al girar, Maurice miró una manada entera de bestias que se aproximaba a el.

-¡Corre, Phillipe! -grito, golpeando las riendas contra el cuello del caballo-¡Rápido!

El caballo no perdió tiempo y comenzó a galopar. Todo paso tan rápido, Phillipe se había tropezado con un troncó que se encontraba en la fría nieve que comenzó a aparecer por arte de magia. La carreta se volteó y las cajitas de música salieron volando al igual que Maurice, pero su caída fue detenida por una rama donde quedó colgando y no podía escapar.
Sacudiéndose lo que le quedaba del arnés, Phillipe lanzó una patada hacia atrás y derribó a un lobo. Al ver a su dueño colgado de un árbol, corrió hacia donde estaba. Maurice no lo pensó dos veces y se dejó caer en el lomo del caballo. Con un fuerte «arre», pateó a el animal para que avanzara.

Después de correr a una enorme velocidad, a Maurice le pareció ver algo brillar por el rabillo de su ojo. ¿Habrá algún tipo de construcción..., un lugar seguro en medio de este lugar olvidado por un Dios? Un segundo después se había dado cuenta de que no lo había imaginado. Una enorme verja apareció frente a él. Mientras se dirigía a ella esta se abrió lentamente. Phillipe la atravesó sin prisa; la punta de su cola apenas y había pasado cuando la verja se cerró. A sus espaldas los aullidos de los lobos se convirtieron en gañidos, que luego se desvanecieron cuando las criaturas huyeron.

Maurice había visto en su vida edificios enormes, pero ninguno como el que se presentaba ahorita frente el.
Un enorme castillo se miraba frente a él, no dudó y bajo del lomo de Phillipe para poder entrar. Lo dejó cuando vio un umbral y miró a su alrededor. Parecía un establo común y corriente.

-Agua y heno fresco -dijo, dándole una palmadita al gran animal-. Parece que con esto tienes, amigo. Descansa aquí -añadió y giro para ver el castillo-, en lo que yo voy a presentarme con nuestro anfitrión.

Abrió el enorme portón que tenía frente a él y entró, miró un perchero cerca y se quitó la capucha que llevaba puesta, que por cierto estaba repleta de nieve. La dejó en este, sintió como si lo estuviera vigilando, de un momento a otro escuchó como sacudían su capucha, se giró pero no había nada.

-¿Hola?-llamó, asomándose-. ¿Hay alguien en casa?

Su voz hizo eco a lo largo del gran vestíbulo desierto. Con resoplido nervioso siguió caminado.

-Disculpe -llamó nuevamente, mientras avanzaba-. No quiero molestarlo. Necesito refugiarme de la tormenta. ¿Hola?

No se percató de el perchero que sacudió su capucha.
Tampoco se percató del gran candelabro y el ornamentado reloj de mesa que descansaba en una mesita cercana.

La rapidez del tiempo pasó, ahora el padre de Taehyung salía corriendo gracias al miedo que se experimentó a él, al escuchar y al mirar que la taza en la que se encontraba bebiendo té caliente cobró vida y le habló.
Dentro de una de las caballerizas, Phillipe matizaba un gran bocado de heno. Al ver a su dueño entrar presuroso, se meció sobre sus grandes patas con nerviosismo. Maurice pasó las riendas sobre la cabeza de Phillipe y lo sacó de la casilla, ansioso por alejarse del extraño castillo.
La atención de Maurice cayó sobre una arcada llena de rosales. Le había prometido a Taehyung una rosa. Y, por alguna razón, esta vez le precia muy importante regresar con el regalo.
Entonces, se detuvo, le dio a Phillipe una palmadita reconfortante en el cuerpo y se metió al jardín.

-No eres roja- dijo Maurice viendo una percha rosa blanca entre otras cien-, pero serás suficiente. -Metió la mano en su bolsillo y sacó una pequeña navaja. Puso la navaja contra el tallo de la Rosa y...
Justo en ese momento, Phillipe relinchó y se cabrito. Maurice miró a su alrededor. Como no encontró nada le dedicó una mirada inquisitiva y luego se enfocó de nuevo en la rosa. La navaja perforó el frágil tallo. Con un corte, la rosa cayó sobre las manos ansiosas del padre de Taehyung.

Esas son mías!

El rugido apago cualquier otro sonido, incluidos los latidos de Maurice. Asustado quiso escapar, tembloroso estaba, alzó la mirada y ante una figura oscura descendía de la arcada. La rosa escapó de su mano.

Sin embargo, mientras se acercaba, Maurice vio que se trataba de una gigantesca criatura peluda. Caminaba sobre sus patas traseras llevando una capa larga y pantalones azules, pero era ahí donde terminaban las características humanas.

-Entraste a mi hogar, comiste de mi comida-gruño la criatura, avanzando ahora sobre sus cuatro patas y rodeando a el padre de Taehyung. Y con una garra, señaló la rosa en el suelo-. ¿Y así es como me pagas?

Maurice trató de escapar, pero el equilibrio en sus piernas no volvía; entes de que hiciera otra cosa el padre de Taehyung, con dos extremidades fuertes la criatura lo agarró y lo levantó del suelo.

-¡Se cómo encargarme de los ladrones! -rugió. Después dando un gruñido, se dio la vuelta y se encaminó a el castillo.
A sus espaldas, Phillipe chilló aterrado nuevamente y, golpeando las rejas del castillo, salió corriendo con dirección al bosque.

El Bello y la Bestia ღ KookVWhere stories live. Discover now