Capítulo 12

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Taehyung cerró los ojos. Y no necesitó pensar en ningún lugar que quisiera ver, pues lo supo por instinto. Tras extender los dedos, Taehyung los colocó sobre la página. Al instante, la habitación comenzó a girar y las paredes de la biblioteca parecieron desvanecerse.

Cuando Taehyung abrió los ojos, ya no estaban viendo los estantes que se elevaban del suelo al techo. Los pacíficos jardines cubiertos de nieve habían desaparecido y las estrellas se habían esfumado. Todo fue remplazado por relucientes luces que salían de cientos de ventanas en la silueta de una ciudad.

JungKook siguió la dirección que tenía la mirada de Taehyung, hacia la ventana, y vio pasar la hoja de madera de un molino.

—¿A donde nos llevaste?

—A Paris –contestó Taehyung con un susurro apenas audible mientras observaba las hojas del molino de Montmartre girar a toda prisa. Había leído acerca del molino en algunos libros y comenzó a esbozarlo en sus fantasías. Sus ojos se llenaron de lágrimas—. Es mucho más pequeño de lo que imaginaba —dijo después de un momento.

Tras parpadear unas cuantas veces, se deshizo de la repentina melancolía. No sabía cuánto tiempo duraría este encantador momento, así que deseo ver un lugar más antes de irse : la casa de su infancia.
Regresando a la página del libro, movió los dedos y cerró sus ojos de nuevo. Esta vez, cuando los abrió, ya no estaban en la cima de Montmartre. Ahora se ubicaban en el polvoriento ático donde Taehyung vivió con su padre y su madre hacía muchos años. Se veía abandonado, y los únicos indicios de que ese sitio había sido un hogar en algún momento era una cuna vieja y un caballete roto. Cuando Taehyung avanzó, la tristeza que había sentido antes regresó con más intensidad. Por alguna razón, se había imaginado que el libro encantado le mostraría la casa de su infancia cual era antes, no como se encontraba en el presente.

A su lado, JungKook quería permanecer callado para dejarlo tener un momento con sus memorias. Pero, mientras él agarraba una sonaja atorada en la esquina de la cuna, finalmente pronunció algo: —¿Qué le pasó a tu madre? —preguntó en voz baja.

—Esa es la historia que papá nunca pudo contarme —dijo Taehyung, presionando la sonaja contra su pecho. La madera era vieja, pero los detalles del juguete aún resultaban exquisitos. Era rojo y lucia perfectamente tallado—. Y yo sabía que lo mejor era no preguntar.

Mientras él hablaba, los ojos de JungKook se desplazaron a la puerta del cuarto. Había una marca oscura pintada en la parte del frente. Su expresión se tornó dolorosa. Esa marca solo podía significar una cosa. Taehyung volteó hacia donde él miraba, y, al notar la marca, las lágrimas se asomaron de nuevo a sus ojos. La peste. Eso era lo que se había llevado a su madre. Eso era lo que había hecho que su padre escapara a la seguridad del campo. Todos esos años estuvo resentido con él por tenerlo atrapado en Villeneuve. Pero ahora sabía lo que él tuvo que soportar al ver a su amada morir sin poder salvarla. Los nudillos de el chico se pusieron blancos mientras agarraba la sonaja en forma de rosa con más fuerza.

—Lamentó haber llamado ladrón a tu padre —aceptó la Bestia.

La sorpresa que esas palabras provocaron en Taehyung logró retraerlo de sus pensamientos. Y volvió la cabeza hacia JungKook. Él lo observaba atentamente, con auténtica preocupación dibujada en el rostro. Secándose las lágrimas, Taehyung le echo un último vistazo al cuarto. Ya había tenido suficiente. Puso la sonaja en el bolsillo de su pantalón, pues no quería dejarla en el pasado.
Estiró un brazo y tomó la mano de JungKook.

—Vámonos a casa —dijo Taehyung —. Al castillo.

La Bestia asintió, y, juntos, pusieron las manos una vez más sobre las paginas del libro encantado; cerraron los ojos y... visualizaron su hogar.








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Durante los últimos cuatro días, Park no se sintió del todo normal. Jamás lo aceptaría, desde luego, pero podría considerar que dejar a Maurice amarrado a ese árbol en medio del bosque era uno de sus actos más viles. Había intentado sacudirse al malestar de la boca del estómago mediante los métodos habituales —cazar, participar en concursos de comida, concertar citas con las chicas locales—, pero la inquietud que tenia no se calmaba.

—¡Vaya, qué tormenta! —decía el hombrecillo—. Al menos no estamos amarrados a un árbol en medio de la nada, ¿no? De hecho, no es demasiado tarde. Podríamos ir por el...

Bo gum no respondió.

LeFou insistía:

—Es solo que, cada vez que cierro los ojos, me imagino a Maurice atrapado allá fuera. Y luego, cuando los abro, él está...

Su voz se desvaneció mientras Park abría las jergas de la taberna, revelando a Maurice.

—¡Oh, que chistoso! Iba a decir «muerto» —terminó LeFou, con voz chillona.

Maurice apareció. Su nariz estaba algo morada, pero el viejo se miraba en buenas condiciones.

—Bo gum —dijo Jean con voz seria—, ¿trataste de matar a Maurice?

El cazador supo que solo tenía unas cuantas opciones. Podría pelear, lo cual era su respuesta usual. Aún así, contaba con mucha hipocresía y con una sonrisa falsa se acercó a él padre de Taehyung.

—¡Ay, Maurice! —empezó a decir —. ¡Gracias al cielo! He estado los últimos días tratando de encontrarte. ¿Por qué corriste hacia el bosque en el estado en que te encontrabas?

Mientras sus palabras rebotaban por todo el cuarto, los aldeanos que se habían reunido se movieron, inseguros, sin saber en quien confiar.

—¿Que? —dijo Maurice con incredulidad. Y, sacudió la cabeza —. ¡No! ¡Trataste de matarme! ¡Me dejaste para que me comieran los lobos!

Sin embargo Park seguía con su hipocresía, no quería ser el villano de la historia, no quería perder el puesto en el que se encontraba, él se encontraba en la cima, él era el héroe de Villeneuve.








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Dentro del castillo, JungKook tenía pensamientos similares. El tiempo se agitaba y no estaba nada seguro de que las cosas funcionaran. Y, claramente, el no era el único. Si bien había esperado arreglarse en soledad para esa noche, una audiencia se había reunido en torno suyo; una audiencia con una opinión...

—Este es el momento, amo —pronunció Hoseok al entrar al ala oeste. JungKook se encontraba en el enorme cuarto de baño, sumergido en una inmensa tina de agua caliente y jabonosa—. ¡Es ahora o nunca!

—El reloj sigue avanzando —dijo Namjoon.

—Solo le quedan cuatro pétalos a la rosa —agregó Yoongi—. Y eso significa que esta noche...usted tiene que decirle como se siente.

JungKook suspiro. Sabía que el personal solo estaba tratando de ayudar. Nada de lo que decían era nuevo. Sabía que el tiempo se estaba agotando. Sabía que esa noche era importante. Sabía que Taehyung era su única oportunidad, la única oportunidad del castillo...Escuchar eso en voz alta no ayudaba en nada a calmar su cada vez más intensa ansiedad.

El Bello y la Bestia ღ KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora