Prólogo.

49K 2K 793
                                    



Nota de la Autora: Bienvenid@ al inicio de esta historia. A partir de aquí es tu decisión seguir leyendo y ojalá no te arrepientas. Estoy segura de que has llegado hasta aquí gracias a la Duología Bestia, historia de los padres del chico que estáis apunto de conocer, y si no es así, bienvenid@ seas también.  Es necesario leerse los dos primeros libros, ya que este contiene spoilers y cosas que no entenderás al 100%. Para entender y empatizar mejor, recomiendo leer los dos primeros para poder entender a la perfección todos los sucesos de esta historia.
Aquí los libros por las dudas:
EN LOS OJOS DE LA BESTIA & EL JUEGO DE LA BESTIA (en ese orden). 
Ahora si, que disfruten la lectura.

▬▬▬▬▬▬▬▬

•Historia protegida bajo derechos de autor, cualquier plagio o adaptación será denunciado inmediatamente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


•Historia protegida bajo derechos de autor, cualquier plagio o adaptación será denunciado inmediatamente.•

                              ▬▬▬▬❀▬▬▬▬

Prólogo.

Era un día lluvioso.

Pintaba sobre el lienzo mientras escuchaba a Alanna cantar y jugar con sus juguetes. Ella como todas las tardes pasaba mucho rato conmigo, pero cada uno nos entreteníamos de distinta manera. A pesar de que ella no jugaba conmigo, ni yo con ella, siempre la solía mantener cerca de mí como una hermana pequeña.
Recuerdo que llovía mucho más que otras veces y que los relámpagos asustaban a Alana, que buscaba refugio bajo el banquillo donde me encontraba. Me burlaba, lo hacía porque ella era muy valiente para unas cosas, pero muy cobarde para otras.

— ¡Deja de burlarte! —Golpeó mi hombro. Bajé la mirada y volví a reír, esta vez de su pequeña estatura. — ¡Kaleb!

— Ve a jugar, solamente son relámpagos que no te harán ningún daño. —Animé, volviendo a mirar el lienzo.

— ¿Y cómo estás tan seguro?

— Yo te protegeré. —Aseguré, y la hice sonreír. — Ve.

Tal vez, los dos estábamos demasiado adelantados para nuestras edades o simplemente nuestra inteligencia era por nuestra condición. Tenía seis años en ese entonces y ella tenía cinco. Ambos habíamos crecido juntos y lo que verdaderamente teníamos claro, era que siempre nos protegeríamos el uno al otro.

— ¿Qué estas pintando? —Preguntó muy curiosa. — ¿Y por qué utilizas tanto el color rojo?

— El rojo es bonito.

— Rojo es el color de la sangre. —Murmulló. Reí y asentí con la cabeza.

— Exacto. —Contesté, dándole los últimos retoques al dibujo.

KALEB ® {03}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora