Capítulo 20

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ㅤㅤAL SALIR de la ducha y envolver sus caderas en una gruesa toalla blanca, Jungkook fija su mirada en el espejo. Está empañado por el vapor del agua caliente y no tiene intenciones de limpiarlo.

El viernes, solo después de que Taehyung se fuera de su oficina portando la sonrisa más satisfechamente burlesca que alguien pudo jamás esbozar, se dio cuenta de que el chico lo había marcado por completo. Lo había sentido, de eso no hay duda, mas su raciocinio, tan nebuloso como nunca, no pudo emitir alguna señal de alerta. No vio más allá de la placentera humedad de los labios del pelinegro contra su piel, de la obscena adrenalina de tener a tan detestable ser humano sobre su regazo, lamiéndole el cuello en su oficina.

La fantasía se acabó, sin embargo, cuando Taehyung, luego de que un gemido vergonzosamente saliese del fondo de su libido, soltara una risita ronca, tan excitante como irritante, y se separase. Y se quedaron en esa posición unos segundos, hasta que el chico, incapaz de quedarse callado, ni siquiera para resguardar la escasa estabilidad mental que le queda, le susurró que no recibía las primeras veces. En el momento no lo entendió, estaba demasiado obnubilado por la situación... Pero Taehyung se puso de pie y sus ojos se desviaron involuntariamente a la entrepierna del otro. Al bulto en su entrepierna.

Entonces comprendió a lo que se refería y la más grande de las alarmas se activaron en su cabeza. No, no, no. No había manera en el mundo de que ellos dos fueran a tener sexo. ¿Qué estaba diciendo? Joder, joder, joder, joder. ¿Cómo las cosas escalaron tan rápido? Días atrás él estaba seguro —lo sigue estando— de detestar a Kim Taehyung.

¿En qué momento perdió todo aquello que lo caracteriza, la racionalidad? No, de ninguna forma tendrían sexo. ¿Y que él no recibe las primeras veces? ¿Qué demonios significa eso? En ese instante no supo si Taehyung bromeaba o no.

Luego de esa inoportuna acotación y guiñarle un ojo, Taehyung se fue, sin esperar una respuesta. Se fue de la maldita oficina sin verse ni la mitad de arruinado que él, porque, oh, jodidos chupones. Su cuello estaba repleto de ellos. Su reflejo en el cristal de la ventana se reía de él.

Ese día tuvo que esperar a que fuera bien entrada la noche antes de siquiera pensar en poner un pie fuera de su oficina. No podía permitir que nadie lo viese en ese estado.

Lo logró, afortunadamente. Salió de la facultad muy tarde, cuando el cielo ya estaba negro y las calles convenientemente vacías. Salió con sus manos cubriendo todo lo que la camisa no pudo tapar y con la cabeza gacha. Jungkook jamás caminaba con la cabeza gacha, pero lo hizo. La humillación que entonces se apoderó de él fue enorme. Aunque tal vez no haya sido humillación... Y es que al cerrar la puerta de su departamento —después de recibir una mirada cómplice del portero de su edifico—, apoyó su espalda en la madera y se deslizó hasta quedar sentado en el piso, confundido.

No, no era humillación, sino una vergüenza tímida; aquella que tiñe los pómulos de escarlata al dar tu primer beso, al tocar a otro ser humano en el más lascivo de los sentidos. Jeon se sentía como un adolescente hormonal... y no se atrevía a verse en el espejo de su baño. Evitó ver su reflejo durante todo el fin de semana.

Pero ahora, con gotas de agua resbalando por su piel y la toalla cubriendo su tren inferior, sabe que tiene que hacerlo. Es lunes, debe prepararse para ir a la universidad y no puede permitirse aparecer en un salón con la piel amoratada. No, tiene que ver con sus propios ojos el desastre que hizo Taehyung...

Jungkook respira hondo y se acerca al espejo.

Pasa el antebrazo por el vidrio.

¿Cómo se vería? ¿Estaría su piel tan mal como piensa o...?

—Santa mierda.

Los ojos de Jungkook se ensanchan y su boca se abre, transformando su pétrea expresión en la más cómica de las sorpresas al ver con horror su propia imagen. Desde la base de su mandíbula hasta la zona bajo las clavículas, el provocativo recorrido de distorsionadas marcas violáceas no sugiere más que un divertido fin de semana. Nadie que fijase su vista en su cuello pensaría otra cosa; sería estúpido tan solo intentar pensar en una excusa racional. También lo sería ir así al trabajo, con la piel íntegramente lastimada empero insinuante del más inapropiado de sus deseos.

LA FILOSOFÍA DEL DESEO © vkookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora