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Barrios bajos de Londres, ruinas del antiguo teatro, 1803
 
—¡No es justo! —protestó la chiquilla de apenas ocho años, cuyos hermosos cabellos obscuros y grandes ojos verdes la hacían parecer un ángel—. ¡No quiero quedarme aquí! ¡Yo también quiero ir!

La pequeña Lauren se rebelaba, harta de todos los cambios que se habían  producido en su vida en los últimos años.
Sus hermanas y ella habían pasado de vivir en la lujosa casa de su abuela a subsistir en los barrios bajos de la ciudad, escondidas como ratas, y aún no  comprendía los motivos.

Sólo sabía que tenía que disimular su apariencia bajo mugrientas ropas de chico y ocultarse de su tío hasta que fuese lo suficientemente mayor. Y, mientras eso ocurría, ella no encajaba en ningún sitio:  siempre era demasiado pequeña, demasiado descuidada o demasiado torpe.

Siempre era «demasiado algo» para hacer otra cosa que no fuese esconderse en los pasadizos del ruinoso teatro, y ya no podía soportar más su forzado encierro.

Lauren quería demostrarles a sus hermanas de una vez por todas que podía ser como ellas y sustraer alguna bolsa a los posibles incautos cuyos bolsillos, para su fortuna, estaban demasiado repletos.

—Eres demasiado pequeña para adentrarte entre las multitudes —respondió Perrie, la mayor, mientras daba los últimos toques a su disfraz—. Podría pasarte algo, y nunca me lo perdonaría.

—¡Pero Lena va a ir contigo, y es sólo dos años mayor que yo!

—Yo tengo doce y soy lo suficientemente adulta como para conseguir sustraer alguna que otra bolsa —continuó Perrie—. Lena tiene diez, y es lo bastante madura como para seguir cada una de mis instrucciones y ayudarme distrayendo a algún primo. Tú solamente tienes ocho años, Lauren, y la última vez que te llevé conmigo me entretuviste y estuvieron a punto de atraparnos, algo que no podemos permitirnos. ¡Así que te quedas y punto!

—¡Pues me escaparé en cuanto tenga oportunidad y robaré mucho dinero para demostrarte que soy la mejor! —declaró la pilluela enfurruñada mientras jugueteaba con su cena, consistente en un duro mendrugo de pan y un gran trozo de queso un tanto añejo.

—¡Ah, no! Eso ya lo tenía previsto, así que John vendrá a hacerte compañía para asegurarnos de que no te escapas.

—¡Tú no confías en mí! Nunca me dejas hacer nada divertido… —se quejó una vez más la pequeña Lauren.

—No es eso, hermanita, ¿es que no comprendes lo difícil que es esto para mí? — preguntó Perrie, resignada mientras se sentaba junto a Lauren, dispuesta a explicarle una vez más por qué tenían que dedicarse a una vida de robos y  delincuencia, y a recordarle cuán peligroso era para ellas—. Si robamos es únicamente para sobrevivir, y si vamos siempre disfrazadas de chicos es porque así todo es más fácil. Si no te llevo conmigo se debe a que temo por ti; aún no te has adaptado  del todo a tu disfraz de Lawrence y cometes algunas imprudencias. Te lo tomas todo como un juego, cariño, y esto no lo es.

—¡Pero somos ricas, y tenemos una gran casa y todos los criados nos quieren y…!

—Eso era antes, Lauren. Ahora no tenemos nada y no podemos permitirnos llamar la atención.

—¿Por qué? —quiso saber la pequeña, confusa por los giros que había dado su vida.

—¿Te acuerdas de hace dos años, cuando huimos de la casa de la abuela por la noche y nos refugiamos aquí con John?

—Sí, esa noche la abuela estaba muy malita, ¿estará mejor ahora?

—No, Lauren. La abuela murió esa noche, y nuestro tío iba a quedarse con nuestra tutela, pero él no nos quería y estaba dispuesto a deshacerse de nosotras de un modo horrible, así que tuvimos que huir y escondernos.

Jugando con una tramposa #3 ♧Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora