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¡Malditos matones! Jessica no había visto en la vida una casa de juego más protegida que la que dirigía el Diablo.

Había intentado encandilar a alguna que otra joven sirvienta con su bella sonrisa y sus bonitas palabras para que la dejaran entrar nuevamente en el establecimiento, pero al instante, alguno de los lacayos de ese inexpugnable lugar aparecía con una de sus reprobadoras miradas y ordenaba fríamente a la joven que volviera a su labor.

También había tratado de sobornar a algún que otro empleado, pero todos parecían ofenderse ante la idea de traicionar a Camila Sin. ¡Y para qué hablar de las veces que había intentado volver a entrar en el club de juego oculta entre la multitud o disfrazada! Por lo visto, a ella no se le daba bien eso de disfrazarse, y los rudos guardianes de Los Siete Pecados parecían tener órdenes de no dejarla entrar nunca más.

Como hasta ese momento no había tenido problema alguno para que la dejaran gastarse alegremente su dinero, sospechaba que todo lo ocurrido esa noche sin duda alguna tenía que ver con la dueña de tan pecaminoso lugar. Lauren debía de estar en esos momentos en manos de ese ser despreciable, y todo por culpa de sus deudas.

¿Por qué narices había tenido que empezar a apostar tan fuerte en las mesas de juego?

Jessica sabía que no era una jugadora experta y que no siempre tenía suerte, pero era apasionante no conocer las cartas que tenía el adversario, o cuándo vendría una buena mano. Era excitante ser contemplada como una persona adulta, para variar, compartir risas, bromas, y ser admirada por todos cuando era la ganadora.

El esplendor del juego, así lo había llamado Lauren cuando había intentado explicarle el motivo de sus deudas, y también le había advertido sobre lo engañoso que podía llegar a ser todo bajo ese funesto esplendor. En los momentos en los que su amiga trataba de aleccionarla sobre las trampas y el juego, Jess apenas podía mirarla a la cara sin sentirse un ser insignificante.

Cuando ella le contaba despreocupadamente sus arriesgadas aventuras entre vividores peligrosos y tabernas de mala muerte, Jessica sabía que Lauren había jugado para ganarse su sustento un día más, mientras que ella..., ella solamente gastaba una fortuna que no merecía haciendo la idiota.

Si algo le pasaba a su querida amiga, nunca se lo perdonaría, y todo lo que su furiosa hermana le hiciera sería poco para el castigo que ella misma se autoinfligiría por haber consentido que Lauren solucionara sus problemas con el juego, unos problemas a los que nunca debería haber llegado si no fuera porque se trataba de una joven despreocupada e inconsciente, como miles de veces le había repetido su querida hermana.

Lo intentaría una última vez por las buenas, y si no encontraba a Lauren sería el momento de ir a despertar a su querida hermana, Lady Dragón, y que el Diablo se enfrentara a su furia, aunque parte de ella recayera luego sobre su persona.

Cuando Jessica miró hacia la luna rogando poder encontrar a su amiga, distinguió un elaborado balcón que, a juzgar por su opulencia, sin duda alguna debía de pertenecer a los aposentos del Diablo.

-Bien... -susurró animadamente mientras se despojaba de su chaqueta y arremangaba su camisa-. Si tengo que enfrentarme al mismísimo Diablo para encontrarte, Lauren, que así sea.

Camila Sin estaba bajo control.

* * *

Finalmente había dejado de molestarla con sus insinuaciones. Tal vez se debiera a que la manzana que se hallaba en su boca le impedía pronunciar palabra alguna, aunque Camila seguía dirigiéndole furiosas miradas y constantemente intentaba farfullar insultos. Sobre todo cuando aprovechaba para hacer trampas a las cartas en los momentos en los que jugaba contra ella. Pero era tan tentador timar a una adversaria inmóvil a la que le molestaba tanto perder...

Jugando con una tramposa #3 ♧Camren G!PWhere stories live. Discover now