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Cuando el carruaje de Camila llegó al club Los Siete Pecados, los rumores de la pelea ya hacía rato que habían alcanzado los vigilantes oídos de César, así como también la historia de la venganza que había llevado a cabo Sofia en nombre de su hermana.

La habitación de la dueña estaba preparada con un baño humeante y una comida copiosa. César condujo a una quejumbrosa Camila y a una preocupada Lauren hasta allí a través de la entrada secreta trasera.

Cuando su señora se derrumbó sobre la cama y César pudo echarles un buen vistazo a sus heridas, supo que sin lugar a dudas el Diablo estaba exagerando la gravedad de las mismas. La razón de ello, que en un principio le era desconocida, se le reveló de inmediato en cuanto la joven acudió con celeridad junto a su lecho y comenzó a acariciarla con dulzura.

Camila Sin era una persona que se había hecho a sí misma desde la cuna. Incluso había tenido que inventarse su propio apellido, pues nunca nadie le había dado uno. Una persona como esa, criada en las calles, que había ascendido rápidamente en la escala social hasta conseguir tales riquezas y fama que a nadie le importase mezclarse con ella, ya fuera de la realeza o de la nobleza, muy pocas veces recibía verdaderas muestras de cariño. En el caso del Diablo, nunca hasta el momento.

-Quizá sería mejor llamar a un médico, puede que tengas alguna herida grave y no te des cuenta -susurró el joven ángel al Diablo, preocupada por ella.

-¡Me niego en redondo a ver a un matasanos que solamente me pondrá alguna que otra sanguijuela encima y me dará un asqueroso potingue sin resultado alguno! - exclamó Camila, dando muestras de su mal humor.

-¡Escúchame bien, Camila Sin! ¡Si estás herida, verás a un buen médico y punto! ¿O acaso crees que yo permitiría que algún matasanos te pusiera una mano encima? -gritó indignada Lauren mientras le tendía a César una nota e ignoraba las continuas negativas de la enferma-. Por favor, mande llamar a este hombre. Es un buen médico, bastante reconocido en el campo de la medicina y los pacientes difíciles. 

El gerente dirigió una última mirada a la dueño del club antes de disponerse a abandonar la habitación. Pero, en el mismo momento en que advirtió la lujuriosa mirada de su señora deleitándose con el cuerpo de su adorada cuidadora, supo que sería inútil llamar a médico alguno, pues las puertas de esa estancia permanecerían cerradas hasta la mañana siguiente por lo menos.

* * *

-Tenemos que hablar, Camila-pidió Lauren, resignada a admitir sus errores mientras trataba las heridas de ella con un paño húmedo, borrando de su cuerpo los restos de sangre y suciedad.

-Primero ayúdame a bañarme, por favor -sugirió Camila, incorporándose con dificultad en su lecho.

-¿Eso no debería hacerlo algún ayuda de cámara o criado? -preguntó Lauren confusa.

-¿En verdad crees que dejaría que otro hombre me viera el trasero? Yo no soy una noble pomposa. Si no me ayudas tú, lo haré yo sola. Aunque no sé por qué te molestas, después de todo, tú ya me has visto desnuda -recordó escandalosamente el Diablo mientras comenzaba a desvestirse.

-¡Oh, está bien! Pero mientras te bañas hablaremos.

-¿Bañarme yo, querida? Siento decirte que tendrás que hacer tú todo el trabajo. Apenas puedo levantarme del lecho. Será un milagro si llego a la tina, y no creo que me quede fuerza alguna para levantar siquiera el paño con el que enjabonar mi cuerpo.

-¡Pues entonces no te bañes! ¡No estoy dispuesta a darte el gusto de lavarte por nada del mundo! -exclamó airada Lauren mientras sus ojos no paraban de desviarse hacia el cuerpo cada vez más desnudo de Camila.

Jugando con una tramposa #3 ♧Camren G!PWhere stories live. Discover now