INTRODUCCIÓN

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A paso lento pero fuerte, Irina caminó por los pasillos del último piso del hotel en donde trabajaba, siendo las ocho de la mañana, la joven muchacha se encontraba llevándole el desayuno a uno de los huéspedes mas importante que tiene el hotel, sus manos, un tanto sudorosas por los nervios que le producía estar en uno de los pisos mas altos, se aferraban al metal del carro de servicio con fuerza, pasó varias puertas hasta llegar a una de las últimas que se encontraba casi al final del pasillo.

Detuvo el carro a un lado de la puerta y carraspeó unas cuantas veces para aclararse la garganta y desvanecer un poco el nudo de nervios que tenía en esta.

Levantó su mano derecha y tocó la puerta dando tres golpes seguidos. Aguardó pacientemente y suspiró cuando la puerta se abrió en menos de cinco minutos, dejando ver a una montaña de músculos de piel canela, con un traje totalmente a la medida, perfectamente planchado, sin dejar ver una sola arruga a la vista, el hombre tenia unos auriculares transparentes en el oído derecho, e Irina supuso que era el seguridad de la persona a la que le llevaría el desayuno.

—Buenos días — saludó con cortesía y el hombre se hizo hacia un lado para que ella pudiera pasar el carro con el desayuno hacia el interior de la amplia estancia.

—Buenos días señorita, pase por favor— ella asintió y se adentró a la sala del lugar llevando al carro de servicio con ella.

El penthouse estaba totalmente ordenado y no parecía que un hombre estaba quedándose allí, el lugar estaba decorado diferente al resto de penthouses, mientras que los otros estaban decorados con detalles en blanco, dorado y negro, en este reinaba el color azul, junto al blanco y el negro, lugar sumamente masculino.

En silencio, caminó hacia la mesa que se encuentra en frente del amplio balcón y comenzó a pasar todos los platos que se encontraban en el carro de servicio con rica comida hacia la mesa. La joven muchacha estaba a nada de irse, ya con sus manos fuertemente sujetadas al metal del carro de servicio, cuando por una de las puertas, salió Vladimir, dando órdenes a Boris, su jefe de seguridad al mando, mientras se abotonaba una camisa mangas largas de color blanco.

Irina quedó impactada por la belleza del hombre que estaba delante de ella, pues Vladimir Ivanov, con su metro noventa, cuerpo perfectamente trabajado, cabello castaño perfectamente peinado y unos enigmáticos ojos azules, suele ser una belleza andante que atrae miles de miradas solo con su precencia, en especial de las féminas.

—...Por último quiero que mantengan vigilado a Aleksey— le ordenó a su jefe de seguridaad antes de barrer el lugar con su mirada, sus ojos se toparon con la joven mucama que aún continuaba con su mirada perdida en sus pectorales trabajados— ¿Se le ha perdido algo señorita?— preguntó seco terminando de abotonar su camisa, mandándole una mirada totalmente seria a Irina desde su posicion. Odiaba que las mujeres lo miraran como si fuese un filete de carne, aunque bien sabia que era inevitable.

—Si...— respondió aún distraida la joven, anonadada y sintiéndose más atraída por el marcado acento ruso del hombre, ese que lo hacia lucir más atractivo a sus ojos, pero pronto se dió cuenta del error que había cometido y trató de arreglarlo, pero ya era tarde pues Vladimir había escuchado claramente su respuesta —di-digo, no-no se me ha perdido nada señor, yo ya me iba— se despidió un tanto nerviosa sin mirarlo a los ojos y se encaminó hacia la puerta con paso rápido.

Desde su posicion, Vladimir la escudriñó de pies cabeza y lo que vió le gustó, si bien el vestido que llevaba era en un desabrido tono gris y le quedaba algo holgado, este se ajustaba perfectamente al trasero de la muchacha, el delantal que llevaba atado a la cintura mejoraba todo, pues debaja ver cuan pequeña era esa area del cuerpo de la joven.

—¿Le he dicho que se vaya?— cuestionó antes de que ella saliera de la habitación, Irina se detuvo en seco al escuchar su voz hablándole nuevamente y se dió la vuelta lentamente para mirar al atractivo hombre de ojos azules, se ruborizó en sobremanera cuando lo descubrio mirando su cuerpo de reloj de arena.

Ese cuerpo, que resultaba atractivo para muchas personas, pero que a ella le avergonzaba, pues a ella le avergonzaban sus piernas grandes con rastros de estrías es sus nalgas y una que otra celulitis en sus muslos.

—Le acabo de hacer una pregunta— insistió Vladimir, mirándola directo a los ojos y frunció el ceño al encontrar verguenza en sus ojos azules, casi cristalinos y no pudo evitar crear una comparación, mientras que los suyos parecían un tormentoso mar, los de ella parecían un cielo despejado por lo claros que se veían— Déjanos a solas Boris— le ordenó a su jefe de seguridad, quién dudó por algunos segundos sobre dejar a su jefe solo con una desconocida, mirando a la joven profundamente, pero al final terminó saliendo del lugar hacia el pasillo, entregándoles una privacidad que a Irina la puso nerviosa.

La muchacha tragó en seco al ver cómo el hombre comenzó a caminar en su dirección reduciendo el espacio que los dividía, intentó alejarse dando pasos largos hacia atrás, pero no contó con que estaba muy cerca de la puerta y terminó estrellándose contra esta.

>> — ¿De qué se averguenza?— demandó, tan cerca de ella que la muchacha pudo oler el aroma de su perfume, provocando que, sin un ápice de verguenza, inhale su olor, soltando un tonto suspiro que a Vladimir casi lo hizo sonreír.

—De-de nada— respondió a su pregunta con la voz entrecortada, suspiró profundo para luego carraspear para aclararse la garganta— No me averguenzo de nada— logró articular con la voz más firme.

El hombre la miró directo a los ojos y supo que mentía, pues en el momento en que sus ojos conectaron ella bajó la mirada y sus delicadas manos comenzaron a acariciarse entre sí, en un sinónimo de nerviosismo.

—¿No?— preguntó y la muchacha negó con la cabeza, mientras mantenía ésta gacha— Te averguenzas de tu cuerpo— no fue una pregunta, fue una afirmación de parte del hombre, que puso a Irina más nerviosa de lo que estaba antes.

—E-eso no es cierto— opugnó negando con su cabeza, a Vladimir le molestó que la joven negara algo que era tan obvio.

—No deberías avergonzarte de la obra de arte que posees por cuerpo— opinó antes de alejarse de ella dándole la espalda a la joven, quién se encontraba conmocionada por su comentario— puedes irte— la despachó sin dirigirle una última mirada.





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Hola bellezas

Espero que les haya gustado este adelanto de la historia.

Nos seguimos leyendo ❤️.

Bajo Los Encantos Del RusoDove le storie prendono vita. Scoprilo ora