CAPÍTULO 7

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Capítulo 7

Ambos se quedaron en silencio, mirándose entre sí, mientras que de fondo se escuchaban las voces de las demás personas. Vladimir miró cómo ella estaba mordiendo sus labios, al mismo tiempo que jugaba con sus manos sobre la mesa.

Estaba nerviosa, pensó.

—¿Te arrepientes?— fue lo primero que preguntó, la muchacha se sobresaltó un poco al escucharlo hablar y se relamió los labios.

—¿Qu-Qué?— preguntó tartamuda.

—¿Te arrepientes del beso?— preguntó sin trabas. Irina se llevó una mano al cuello para rascarse y luego de tomar una larga respiración, respondió.

—Yo-yo— tartamudeó por unos segundos sin saber que responder a su pregunta, no sabía si debía decir que no, o si debía decirle que es el mejor beso que le habían dado nunca.

—¿Tú...?— preguntó Vladimir, haciendo un ademán para que continuara.

—¿Por qué me arrepentiría?— preguntó, con un tono tan atrevido y a la misma vez una seguridad que hasta ella misma se sorprendió.

—No lo sé...— vaciló Vladimir por unos minutos— prácticamente saliste corriendo.

—Bu-bueno — tartamudeó, dejando de lado esa seguridad que la había embargado anteriormente— no es nada cómodo que una persona que te ve casi todos los días, te descubra en el acto con su jefe.

—No es como si estuviésemos teniendo sexo— le dijo minimizando lo que pasó — si eso hubiera pasado, no hubieses tenido fuerzas para irte, милая.

La boca de Irina secó al escuchar las palabras del hombre.

Ese que ahora se encontraba escrutando su cuerpo, imaginando lo que traería debajo de esa camiseta y de ese pantalón de jeans. Muy probablemente era de las que usaba cómoda ropa de algodón, o bien podría sorprenderlo usando una provocativa lencería de color rojo.

La mente de Vladimir no tardó en imaginarla ante él con un conjunto del mismo estilo, con su largo cabello castaño suelto y sus hermosos y atrayentes ojos celestes mirándolo con deseo.

Se obligó a sí mismo a enfocar sus pensamientos en la cena que estaba teniendo ahora con ella, pues no quería salir del restaurante con un bulto entre las piernas.

—Nunca me habían besado así— la escuchó decir.

—Así ¿Cómo?— preguntó Vladimir, mirando como ahora sus delicadas manos de escontraban jugando con la servilleta que estaba de su lado de la mesa.

—Con tanta hambre— dijo y soltó un corta risita, Vladimir no puedo aguantarse y sonrió, dejando a la vista una hermosa hilera de dientes blancos. Irina se quedó embobada con su sonrisa por unos minutos— debería sonreír más a menudo— opinó.

—Te pedí que me tutearas— le recordó Vladimir, pero ella no pudo responder, pues el mesero que los había guiado hacia la mesa apareció nuevamente con los menús en mano— traiga una botella de vino, el mejor de la casa— le ordenó al mesero, el cuál se fue rápidamente a buscar lo indicado.

Al abrir el menú que tenía en sus manos, Irina se quedó pasmada al ver los precios.

—Doscientos cincuenta euros un plato, ¿Qué tienen? ¿Oro?— susurró para sí misma, pero no se percató de que habló lo suficientemente alto como para que Vladimir escuchara, solo cuando el hombre soltó una estruendosa carcajada ella se dió cuenta de que había hablado demasiado alto.

—Escoge el plato que desees милая, yo invito— le ofreció Vladimir.

Después de cenar, la pareja se quedó charlando sobre sus vidas. Mientras que Irina no tuvo mucho que contar, pues nunca había vivido aventuras, nunca se había escapado de casa, sentía que no tenía nada extraordinario que contar, al contrario de Vladimir, quien le contó de las incontables travesuras que hizo de niño y de cómo su empresa, especializada en equipos electrónicos, crecía cada día más con vigor, le gustó que el hombre no pareciera arrogante y que a pesar de los lujos que aparentemente había tenido toda su vida, conservara su humildad.

Bajo Los Encantos Del RusoWhere stories live. Discover now