CAPÍTULO 1

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Capítulo 1

Irina, al terminar su jornada de trabajo, se dirigió a los cambiadores de los empleados, entró al lugar, encontrando a una de sus compañeras preparando su bolso, ya con su ropa normal correctamente puesta, lista para irse.

— Buenas noches Irina— se despidió la mujer dedicándole una corta sonrisa, pues el cansancio con el que se iban a casa no les dejaba ánimos de nada.

—Buenas noches Sofía— se despidió viendo a la mujer saliendo por la puerta.

Suspiró y estiró su cuello sintiendo como éste estallaba por todo el estrés al que estaba sometida cada día, con desgano se despojó del uniforme con el que trabajaba para colocarse unos jeans que se ajustaba a sus gruesas piernas y una blusa de tirantes que se ajustaba a su delgado torso.

Se miró en el espejo y recordó todas las veces que sus compañeras de escuela se burlaban de ella, pues la mayoría eran delgadas y siempre le decían palabras para nada agradables.

>>Aún no entiendo que tipo de gorda eres, ni siquiera tienes senos<< había dicho una vez una de sus compañeras de preparatoria, ella era una de las que la miraba con rechazo, la perfecta adolescente delgada que iba de un lado a otro con dos amigas que se reían de todas las estupideces que salían de su boca.

Y era cierto, aunque sus piernas y nalgas eran grandes su torso y senos eran totalmente lo contrario, su torso parecía el de una mujer delgada y sus senos igualmente, era una copa B, y aunque ella se lo encontraba bien, a lo largo de toda su adolescencia sus compañeras siempre la hacían sentir mal.

Dejando esos pensamientos a un lado, se calzó unas sandalias de piso en color negro y caminó fuera de los cambiadores, pasó el pasillo y salió a la recepción directo hacia la puerta de salida, cuando llegó se despidió del guardia de seguridad y caminó las dos cuadras que la distanciaban de la estación de autobuses.

Siempre caminaba esos tramos un poco temerosa, pues eran las nueve de la noche y sabía que a esa hora había delincuentes asaltando.

Llegó a la estación de autobuses y se sentó en la banca que tenía cuatro asientos para esperar al bus, en la banca de espera se encontraba sentada una señora de unos cincuenta y tantos años e Irina no entendió como la mujer no se mostraba asustada al estar sola en un lugar que se encontraba en una calle bastante solitaria. Cuando el bus llegó unos cinco minutos después, se levantó de la banca siendo seguida por la señora y una vez estuvieron dentro cada una tomó asiento en diferentes lugares.

El viaje fue bastante silencioso, pues al ser tan tarde las personas solo querían llegar a su casa para descansar, Irina recostó su cabeza en la ventana del vehículo y miró las luces de los edificios que se veían hermosas en la oscuridad de la noche, cerró los ojos un momento y cuando se vino a dar cuenta ya había llegado a su casa. Se bajó del trasporte en la esquina de su calle y caminó desde ahí hasta su casa.

Vivían en un vecindario de casas de clase media, era lo que podían permitirse, pues su madre estaba acostumbrada a los lujos y no estaba dispuesta a vivir en un barrio de lleno de delincuentes, como ella llamaba a los barrios de baja posición económica. Compraron la casa con unos ahorros que su padre les había debajo tras su muerte y terminaron en ese hermoso y tranquilo vecindario.

Entró a la casa y encontró a su madre en la modesta sala de estar tomando una taza de té, al verla entrar su madre arqueó una ceja mirándola directamente a los ojos, con esa mirada filosa y venenosa que Irina conocía bien y que la hacía temblar.

—¿Qué comiste hoy?— le cuestionó la mujer con su ceño fruncido, Irina titubeó un par de veces y al ver la ceja derecha de su madre arquearse tuvo que aclararse la garganta y hablar con claridad.

Bajo Los Encantos Del RusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora