16. Hearts will never be practical

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<<Hearts will never be practical until they can be made unbreakable>>

Un paso, dos, tres. 

Un pie delante del otro, la vista fija al frente. El peso del mundo sobre sus hombros.

Luis deja atrás el camping y cubre el camino hasta la playa sin darse cuenta. 

Apenas se da cuenta de que el suelo bajo sus pies se transforma en arena, más blanda, más inestable y sigue caminando. 

Quizas, el pensamiento pasa fugaz por su cerebro, pueda cruzar la frontera hasta Francia si sigue adelante. 

Quizá sea suficiente con seguir cubriendo terrreno, hasta el final de la playa, y quizá un par de kilómetros hasta el punto donde la Riviera Italiana se transforma como por encanto en la Costa Azul francesa. 

Su cerebro, trabajando como un ordenador en segundo plano hace los cálculos rápidos y absurdos de la distancia que tiene desde allí hasta casa, hasta Madrid, hasta su cama, hasta una ducha y puede que hasta una botella de whisky que le lleve al borde del coma etilico durante una semana. 

Parece un plan sin fisuras. 

Por supuesto, le recuerda su cerebro, no tiene dinero encima, ni documentación, ni un triste teléfono porque cuando Silvana le acusó de ser una compulsión más para Aitana, solo podía pensar en huir lo más lejos posible. 

Lejos del vórtice de destrucción y pena que Aitana siempre ha sido para él. 

Ese que ha jurado evitar una y otra vez. 

Después de tantos meses creyéndose rehabilitado y manteniéndose alejado de la tentación, siente que está de nuevo en la casilla de salida. 

De oca a oca y date por jodido, amigo mío. 

Putos imanes y putos principios de la física que le impiden alejarse de una vez y para siempre. 

El tiempo inestable de septiembre trae una ráfaga de aire frío desde el mar y agita los hombros intentando escapar de la sensación desagradable que le produce. 

O de sus propios pensamientos quizás. 

Todo puede cambiar en veinticuatro horas. 

El horizonte que ayer se teñía de rojo como un cuadro impresionista, hoy está gris y cubierto de nubes que anuncian tormenta. El sol asoma tímido de vez en cuendo pero no llega a calentar. 

Se detiene un instante para asegurarse de que se ha alejado lo suficiente de las cabañas, pero aún las  tiene demasiado cerca.  Entornando los ojos cree poder distinguir el perfil de Aitana en el patio que lleva a la playa. 

Con el cabello al viento y lágrimas en los ojos. 

O algo igual de estúpidamente romántico y manido.  

Se gira de nuevo y acelera el paso, primero en un suave trote, después empieza a correr, se desvía y busca la parte más húmeda de la arena para no perder el equilibrio y sigue corriendo, sin ser consciente de lo que le rodea, solo buscando aumentar la distancia. 

Corre hasta que le duelen los costados e incluso entonces, respira a través del dolor y sigue corriendo. 

Solo cuando se encuentra con un escarpado muro de rocas que separa esa playa de la siguiente se detiene porque ya no hay más posibilidad de seguir corriendo. 

Casi sin aliento, se apoya en una de las rocas húmedas y cubiertas de algas para recuperarse. 

Apoya la espalda en la roca y siente la humedad de la misma confundiéndose con su propio sudor. Las aristas afiladas se clavan en su espalda y le devuelven algo de claridad. 

Cambio de rumboWhere stories live. Discover now