Prólogo: Ding-Dong The Witch is dead

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Estaba casi segura de que todo era culpa de los zapatos rojos. 

Los había visto en un escaparate en la Marina dos días atrás, rojos, brillantes, con tacón alto,  y precio absurdo y se había quedado arrobada en el escaparate mirándolos un buen rato. 

Nada más verlos le vinieron a la mente los zapatos de la bruja en el mago de Oz. 

Una semana más tarde, en su situación actual, cerraba los ojos y veía sus preciosos zapatos en los pies de la malvada bruja del Este, aplastada por la casa de Dorothy tras un terrible tornado. 

Pero entonces, con la brisa del mar agitando sus cabellos y el sol mediterráneo calentando su espalda decidió que, aunque costaban más que el producto interior bruto de toda la isla podía permitirse aquel capricho. 

Despues de todo, se dijo, se había portado especialmente bien aquel verano resistiendo la tentación y se lo merecía. 

Sabía, incluso mientras se los llevaba, que era un capricho absurdo pero solo ahora entendía que el karma había decidido castigarla por ello. 

O quizas no se tratase de los zapatos en absoluto y fuese cualquier otro de sus pecados. 

Ultimamente había renunciado a llevar la cuenta. Era demasiado aburrido. 

Era más relajado vivir pensando que las acciones no tenían consecuencias. Por supuesto sabía que no era así pero había conseguido llegar a un estado en que casi se lo creía. 

Por supuesto una semana después, arrodillada en una playa, a la luz de la luna, con las uñas y la boca llena de arena, mientras intentanba desesperadamente cavar un hoyo que tuviese el tamaño suficiente para lo que necesitaba, Aitana no pudo evitar pensar en el karma. 

Lo que había sucedido aquella tarde había sido un accidente claro y todo tenía una explicación muy sencilla, pero estaba bastante segura de que visto desde fuera nadie lo pensaría. 

Porque llevaba un par de días enfadada y triste, porque había gritado y había dicho cosas que no pensaba. 

O al menos cosas que había jurado no decir jamás en voz alta y que probablemente la harían parecer culpable. 

No estaba muy segura de las consecuencias legales pero, por de pronto, si la prensa se enteraba la crucificaría, algún presentador de late night haría bromas sobre ella en sus monólogos y se convertiría en trending topic en twitter. 

De modo que en cuanto sucedió supo que era mejor intentar ocultar lo que había sucedido. Rápido. Sin pensarlo demasiado. 

Ahora tocaba moverse con rapidez. 

En el garaje d ela casa no había encontrado ninguna herramienta con la que cavar así que había tenido que conformarse con una pala de playa que María había dejado abandonada en una estantería algunos años atrás. 

Terminarían encontrando el cuerpo claro. Solo era cuestión de tiempo, pero contaba con poder ganar unas horas, quizás incluso algunos días. 

La pala era demasiado pequeña para resultar efectiva y decidió seguir con las manos, una concha rota se clavó en el espacio entre su uña y la piel y se le escapó un gemido. 

Sopa interrumpió la lucha frenética que estaba llevando a cabo con un cangrejo cerca de la orilla para  acercarse a ella y lamerle la cara. 

Aitana interrumpió un momento su trabajo y se dejó hacer, abrazando al animal. 

Aitana se dejó hacer y la abrazó. 

- Fue un accidente Sopita, nada más que un accidente

La acarició con mimo antes de apartarla y siguió cavando. Aún le quedaba un buen rato de trabajo. 

Cambio de rumboOù les histoires vivent. Découvrez maintenant