11. One short day in the Emerald City

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Desde la puerta abierta del baño, Bárbara les observa.

En la habitación en penumbra, Aitana duerme en una de las camas gemelas. Sentado en la otra, Luis la contempla en silencio. 

Después de reanudar el viaje, tardaron casi tres en horas en llegar a la frontera entre Italia y Francia. 

La idea inicial era alcanzar Niza y pasar allí la noche

Pero el agente de aduanas francés les miró arrugando la nariz como si los cuatro ocupantes del vehículo fueran portadores de la mismísima peste negra, antes de devolverles su documentación negando vigorosamente con la cabeza. 

- Ce n'est pas possible! 

Con las últimas restricciones, les informó, no podían cruzar la frontera sin el resultado de una prueba negativa realizada en los últimos tres días. 

Necesitaban encontrar una clínica, hacerse las pruebas y esperar los resultados antes de poder cruzar a Francia y proseguir con su viaje. 

 Daniel sugirió desviarse un poco al norte y cruzar la frontera por algún lugar que no estuviese vigilado y Bárbara estuvo a punto de apoyar la idea hasta que cruzó una mirada con Luis en el espejo retrovisor. 

Era evidente que no se fiaba en absoluto del periodista y quería tenerlo vigilado de cerca hasta asegurarse de que cumplíría su parte del trato. 

De modo que buscaron un hotel, pero todos estaba ocupados por los turistas que se habían quedado en la misma situación que ellos intentando cruzar a Francia. Descartaron también los apartamentos y, buscando un poco más consiguieron reservar un bungalow en un camping cerca de la playa. 

 Después de su extraño ataque de nervios en medio de la carretera, la forma en la que Luis se comportaba a Aitana había cambiado radicalmente. 

La trataba con delicadeza, como si fuera a romperse en cualquier momento. 

Al llegar al bungalow la acompañó hasta su habitación y esperó mientras se sacaba la ropa llena de polvo por el viaje. 

Después de que se metiese en la cama, ella ni siquiera tuvo que pedírselo para que se quedase cerca hasta que fuera capaz de conciliar el sueño. 

Bárbara piensa que si aún le hubiesen quedado dudas de las posibilidades que ella misma tiene con Cepeda, se le habrían borrado de golpe al ver la forma en la que vela el sueño de Aitana. 

- Parece que la atracción le va ganando camino a la repulsión ¿no?- cruza la cama poniendose de pie sobre ella y ocupa un espacio al lado de Luis. 

Apenas a un metro, con el rostro despejado Aitana duerme tranquila. Bárbara se da cuenta de que el hecho de ocultar su constante mirada de tristeza y preocupación le quita años de encima. 

A Bárbara se le ocurre que, quizás, en esos momentos, Luis no está viendo a la mujer que odia, ni siquiera a su compañera de viaje de esos últimos días, sino a la que persona que lo fue todo durante un tiempo demasiado breve. 

Su mirada está perdida y tarda unos instantes en registrar lo que Bárbara acaba de decirle. 

- Viene y va- menea la cabeza como para despejarse- como siempre. 

Barbara resolpla y se recuesta contra el cabecero de la cama. 

-¿Donde has dejado a nuestro intrépido reportero?

- En el sofá- se gira hacia ella- yo me quedo con la otra habitación. 

Bárbara paladea las palabras antes de decirlas. 

Cambio de rumboWhere stories live. Discover now