10. No good deed

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Se acabó. 

Cuando el hombre saca el rectágulo de carton plastificado azul y se lo muestra es lo único en lo que Aitana puede pensar. 

Ahora sí, se acabó. 

Después de tanto tiempo en el borde del  precipicio, de callar bocas y tapar errores, de construir con sumo cuidado una imagen, se acabó. 

Los sacrificios han sido en vano. 

Porque ahora se acabó. 

El hombre que según su carnet de prensa internacional, se llama Daniel L. Baum, es periodista. 

Y ahora va a arruinar su vida. 

En cuanto reconoce la acreditación junto con esa idea, la invade una extraña sensación de paz. 

No habrá departamento de publicidad que pueda salvarla de esto. No habrá cortina de humo que pueda distraer a la gente de este escándalo. 

Todas las fotos de adorables niñas con coletas, no serán suficientes. 

Y pensar que hace dos días su mayor preocupación eran un par de putos zapatos rojos. 

Los periodistas, esto es algo que no tardo demasiado en entender cuando empezó su carrera, no son sus amigos. 

Y sospecha que Daniel L. Baum, a quien consideró erróneamente su angel de la guarda por explicarle en qué autobús tenía que subirse, no se lo pensará dos veces antes de hundirla. 

Le ha fallado el radar. 

Con el tiempo ha aprendido a reconocer a los paparazzi. En la joven con gafas de pasta y zapatillas blancas que finge leer sentada detrás de ella en una cafetería. En el hombre que habla por teléfono mientras ella pasea a su perra. 

Pero probablemente estaba demasiado cansada y triste porque todo lo que había sucedido para darse cuenta de que el tal Daniel L. Baum era un buitre más de los que solían rondarla. 

Se-a-ca-bó. Finito. Caput.

The End en grandes letras de imprenta. 

Títulos de crédito y a casita todos. 

Excepto que ella ya hace tiempo que no tiene casa. 

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- ¿Periodista? 

Luis repite la palabra con incredulidad.

El hombre de ojos azules que le llamó la atención por su tranquilidad frente al caos en el aeropuerto es periodista y ahora, mucho menos tranquilo que en ese momento, asiente a toda prisa. 

- Periodista. 

Los ojos de Luis duplican su tamaño al comprender las implicaciones de lo que está diciendo. 

- Empieza a hablar- no se molesta en disimular el tono de amenaza.

Daniel Baum baja las manos y guarda su acreditación. 

- Fue casualidad, os lo juro. 

Les explica que después de quedarse sin trabajo en Madrid por la pandemia, decidió aprovechar sus ahorros para viajar y decidir que podía hacer a continuación. Pero al reconocer a Luis primero y a Aitana después en la sala de espera del aeropuerto de Ajaccio se había dado cuenta de que tenía un bombazo entre manos. 

- No soy periodista del corazón- escupe la palabra como si le disgustase tenerla en contacto con su saliva- pero tengo que comer. 

Luis cierra los ojos entendiendo hasta que punto están jodidos. 

Cambio de rumboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora