7. If we walk far enough

918 48 174
                                    

"If we walk far enough," says Dorothy, "we shall sometime come to someplace."


El hombre de la mochila ha tardado unos segundos en darse cuenta de que Aitana se ha lanzado a perseguirle. 

Esa es la única razón por la que en principio no le pierde el rastro. 

Pero apenas un par de minutos de carrera más tarde, después de un par de giros inesperados en calles estrechas, se da cuenta de que es imposible darle alcance. 

Escucha sus propias pisadas como disparos estallando en sus oídos en las calles vacías pero pronto tiene que pararse a tomar aliento. 

El cansancio y el hambre se alían para empeorar la situación y cuando apoya las manos en las rodillas para respirar, siente que se va a desmayar de un momento a otro. 

En cualquier caso, aunque lo intenta con todas sus fuerzas, tiene que aceptar que Daniel, o como puñetas se llame ese ladrón, hace un buen rato que ha conseguido esquivarla. 

Se concentra en respirar despacio para no perder el conocimiento, inspira, contiene la respiración durante un par de segundos y expira. Muy despacio. 

Cuando consigue incorporarse se da cuenta de que todo está oscuro a su alrededor. 

Avanza unos pasos en penumbra por el callejón hacia una calle mejor iluminada. 

En la esquina levanta la cabeza hacia la cartela de piedra que anuncia el nombre de la calle.

Via della Posta. 

Como si saberlo fuera a servirle de algo. 

Mira a un lado y a otro, buscando orientarse, pero es consciente de que cuando echó a correr detrás de ese hombre, su única intención era darle alcance. A él y a su mochila. De modo que no había prestado atención a los lugares por los que pasaba. 

Está casi segura de que en algún momento de la carrera escuchó las voces de Bárbara y de Luis llamándola pero ni siquiera de eso puede estar segura. 

Aún ahora la sangre le bombea demasiado rápido y a duras penas puede prestar atención a algo más. 

Podría jurar que ha cruzado un puente, que ha visto barcos, una avenida grande y varias calles más estrechas. 

Se detiene otra vez para no caerse cuando es consciente de la situación. 

Está perdida. 

Todavía más perdida que antes. 

No hay gente por la calle y los locales de restauración están cerrados, así que probablemente también allí impere el toque de queda. 

No tiene ni idea de lo grande que es esa ciudad y ni tan siquiera tiene un teléfono con el que orientarse. 

Avanza un poco más y entra en una calle que parece peatonal. 

De alguna forma, que ni siquiera es una decisión consciente, entiende que su mejor opción es buscar el puerto, donde vio por ultima vez a sus compañeros de viaje. 

Vía della Madonna. 

El nombre le hace pensar en las madonnas que estudió en bachillerato, con sus rostros redondos de rasgos dulces y maternales y sus sonrisas beatíficas. 

Cierra los ojos y murmura algo parecido a una oración. 

Lastima que ya hace tiempo que ha perdido la fe en todo. 

Descorazonada, se fija en los bancos de marmol blanco que hay a lo largo de la calle y se desploma en el que tiene más cerca. 

El hambre, el frío y el sueño ocupan un segundo plano frente a una nueva emoción. 

Cambio de rumboWhere stories live. Discover now