1. Defiying gravity

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Luis Cepeda Fernández nunca ha formado parte del club de la Gran Milla.

Puede añadirlo a la lista de cosas que nunca ha hecho y que hicieron que acabase muy próximo al coma etílico mientras jugaba con Ricky y sus amigos.

Él, que siempre se ha creído un hombre experimentado o, al menos, abierto a experimentar, descubrió hace un par de noches que comparado con aquella gente era, más bien, bastante mojigato.

Menuda decepción para sus fans.

Menuda decepción para sus haters.

Es un pensamiento fugaz que se le ocurre mientras se acomoda en el asiento del avión y busca las tiras del cinturón.

Tiene tal resaca que desearía no haberle prometido a su hermana y a su cuñado una visita fugaz antes del próximo concierto.

Pero las hermanas mayores mandan y la suya le ha convocado solemnemente para un cocido de fin de verano.

Un cocido. En Munich. En agosto.

Solo por su hermana está dispuesto a coger el último vuelo a Londes y darse una buena carrera por el aeropuerto para pillar la conexión con Munich.

Además si sigue la ruta de tugurios de Ricky y sus amigos es posible que en unos días esté en un hospital suplicando un transplante de hígado y no en en su siguiente concierto y no están los tiempo para cancelar bolos con lo difícil que resulta conseguirlos.

Contra todo pronóstico ha conseguido relajarse estos días de vacaciones. Aunque pueda ser un mal bicho a veces, Ricky se ha asegurado de que sea así.

Estuvo a punto de cancelar los planes cuando sus amigas, por razones bastante válidas por otra parte, le habían dejado tirado con un grupo del que solo conocía a su amigo común.

Pero las dos traidoras habían intercambiado un gesto primero y le habían lanzado una mirada acusadora después, de esas con una sola ceja levantado y le habían desafíado, las muy arpías, a hacer algo con lo que no sintiera completamente cómodo.

Vivir un poco había lanzado Mimí. Ampliar horizontes, había carraspeado Ana.

Malditas brujas.

Solo por no darles la razón y reconocer delante de ellas que odiaba irse de vacaciones con desconocidos, había acabado en un yate, jugando al yo nunca como si tuviera quince años, piojo perdido con otras diez personas.

Por alguna razón de todas las cosas que no había hecho y que le habían obligado a beber, la que más risas había provocado era la de no pertenecer al dichoso club de la Gran Milla.

- ¡Pero si te pasas media vida en aviones!

El cabrón de Ricky dando la puntilla siempre.

Pero lo cierto es que en esos aviones en los que tanto tiempo pasa, siempre tiene a alguno de los miembros de su banda cerca y a esos los quiere como hermanos.

No tiene la menor intención de pesar en otras ocasiones, otros viajes, un tiempo atrás en las que podía haber tachado esa experiencia de su lista de pendientes porque, tal y como le ha prometido a las brujas de sus amigas, la idea es pasar, por fin, página y abrirse a nuevas oportunidades.

Alguien le golpea en un hombre y maldice las prisas de ultima hora para sacar la tarjeta de embarque que le han obligado a coger pasillo en lugar de ventanilla como a él le gusta hasta que levanta la vista y ve a la persona que lo ha hecho.

Se trata de la auxiliar de vuelo que le recibió en la puerta y sospecha, al ver su sonrisa, que no se ha chocado por accidente.

Quizás no tiene tanta experiencia como sus compañeros de vacaciones pero por Dios que aún sabe reconocer cuando una mujer le está haciendo una invitación sin palabras.

Cambio de rumboWhere stories live. Discover now