3. If I only had a brain

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Son las seis de la mañana. 

Aitana no ha sido capaz de pegar ojo en toda la noche. 

Tres horas recorriendo la terminal de punta a punta cargada solo adrenalina e histeria. 

¿Que probabilidades había de terminar en el mismo avión que Luis Cepeda?, ¿qué puñeteras y malditas probabilidades había de que ese avión se desviase de su ruta?

Las mismas, seguramente, que las  de ser escogidos entre miles de personas para participar en un concurso de televisión supone. 

Aproximadamente un porcentaje similar al de acabar enamorándose de la persona menos apropiada. 

Ellos dos siempre han desafiado el cálculo de probabilidades, pero esto ya es ridículo. 

Con todo, no deja de ser irónico que el hecho de encontrarse con Cepeda en un aeropuerto  de mala muerte después de que el avión en el que viajaban juntos casi se estrelle sea la menor de sus preocupaciones. 

Hace quince días, quizás incluso hace quince horas, sería un drama de proporciones épicas. 

Es curioso como un pequeño incidente puede cambiar tu persepectiva de las cosas. 

A las siete de la mañana la terminal empieza a despertar. 

El ruido de cubiertos chocando entre sí anunciando los preparativos de las cafeterías para el desayuno se mezcla con los primeros anuncios de embarque. 

No demasiados, es evidente que es un aeropuerto con poca actividad. 

La compañía con la que han llegado hasta allí ni siquiera tiene una oficina en la terminal y el mostrador de la puerta de embarque que los escupió la noche anterior sigue vacío. No hay rastro de la tripulación que los abandonó a su suerte a eso de las dos de la mañana. 

Deambula un poco más antes de escoger una de las cafeterías que acaban de abrir. 

Le llama la atención porque tiene una extrañas sillas de metacrilato verde que parecen tremendamente incómodas. 

Lo son. 

Intentan recordar como se pide un café con leche en fracés y abandona el intento murmurando disculpas y pidiéndolo en una mezcla extraña de inglés y castellano. 

Al menos recuerda como se dice gracias en francés. 

También como se pide permiso para ir al baño y, misterios del cerebro, que los pantalones que lleva son amarillos. 

Aunque duda mucho que cualquier de las dos últimas frases le resulten de utilidad en este contexto en concreto. 

Sus pantalones son negros. 

Y no le pidió permiso a nadie cuando se precipitó a vomitar por los nervios en el baño a las cuatro de la mañana. 

Desde que vio a Luis tiene un nudo en la boca del estómago que le impide comer. 

Se le ocurre mientras hace esfuerzos por hacer beber el café au lait que todo es demasiado extraño para ser realidad. 

Quizás se trate de uno de esos sueños terrriblemente vívidos de los que la gente habla. 

Una pesadilla más bien. 

Se imagina a si misma contándoselo a alguien cuando por fin se despierte. 

"Todo empezó cuando me llevé unos zapatos demasiado caros y terminó conmigo encontrándome a Luis Cepeda en Córcega después de un espantoso viaje en avión. 

Cambio de rumboWhere stories live. Discover now